Saturday, December 30, 2006

RITUALES DE SUPERFICIE

Uno siempre es otro para los otros, afirmó Freud, el poderoso mitógrafo. Lo mismo los textos que se escriben, pues leídos por terceros se convierten en algo diferente a la intención primaria que alentó su composición. Todo texto es otro para los otros. En suma, todo es otro para los otros. Pensando en ello tal vez fue que el poeta Rimbaud alguna vez estableció, pidiendo disculpas por el juego de palabras: “yo es otro”.
Las certezas son volubles, las evidencias no existen y la literalidad es un juego fársico desde que sabemos sobre la existencia lingüística del enunciado y de la enunciación. Uno e invariable es el primero, pero diversas y mutables son las interpretaciones que admite la segunda, según demuestra la conocida paradoja: “Yo soy un mentiroso”, que en el enunciado posee un sujeto gramatical inequívoco (yo soy), vuelto enigmático y aun contradictorio en la enunciación (yo digo que yo soy). Si la afirmación es cierta, ese sujeto dice la verdad y por tanto niega lo que afirma. Si la sentencia es una mentira, habitual en quien se define como mentiroso, debe entenderse lo contrario: “Yo no soy un mentiroso”.
Utilizando pues la mala hierba de la primera persona gramatical que se cuela en toda pluma (Víctor Hugo), pero que resulta al fin y al cabo un medio cómodo al narrar (Stendhal), debo contestarle al Sr. José María Aldape, quien mediante un correo electrónico me conmina a definirme acerca del momento histórico actual y me exige precisiones leninistas (¿qué hacer?) al respecto, para precisar que no soy un apocalíptico histórico pero tampoco un integrado civilizacional, y menos un optimista a ultranza que un pesimista crítico. Puestos en cristiano hasta donde me es dado (“¿no es posible que escriba usted como se pide una cajetilla de cigarros en el estanquillo?”, demanda mi corresponsal), van mis credos y contracredos a guisa de explicación, meros rituales de superficie para nombrar lo que ocurre, pues es en la palabra, en el decir, que las cosas cobran existencia, conforme me atrevo a sostener.
Creo que el final de un mundo es solamente el final de una ilusión, así que toda escatología (el destino último del ser humano y el universo) promovida por la época a través de su arte, de su cultura popular, de sus medios masivos o de su pensamiento mágico, de sus profetas bíblicos o de sus oráculos nostradámicos, no es otra cosa que la expresión de un agotamiento indicativo a su vez de la necesidad urgente para cambiar el estado de lo real. Creo que la condición planetariamente fatal del sistema capitalista y de su horror económico no significa que la globalización en sí misma sea mala, sino la manera en que ésta ha sido gestionada e impuesta hasta el último rincón del globo como si fuera algo propio de la naturaleza del mundo y no un diseño ideológico de las fuerzas económicas que están detrás de ella. Creo que las izquierdas y las derechas contemporáneas se parecen entre sí mucho más de lo que se diferencian, pues las primeras atemperan un poco la desigualdad y las segundas la administran un mucho, pero ninguna de las dos propone, puede o quiere cambiar la estructura que conduce a esa circunstancia ineluctable. Creo que el racionalismo y su pensamiento científico o causativo (la reducción de cada fenómeno a su causa mediante la observación empírica, al cómo de las cosas) no es, a pesar de su aplicación universal, la forma final del pensamiento o el último resultado mental que los seres humanos están destinados a alcanzar, y que para obtener una nueva síntesis histórica debe volverse también al pensamiento propositivo, al por qué de aquello que ocurre, aunque esta búsqueda se apoye en lo que está más allá de los sentidos, en las facultades del sentimiento, del mito o de las creencias que afirman la existencia de un propósito y un sentido actuantes en lo existente. Creo, en suma, que vivimos una Edad Oscura, un nuevo Medioevo, a pesar de la brillantez tecnológica del materialismo unipolar y nihilista, de los sofisticados juguetes que nos entretienen mientras una decadencia a duras penas ocultable avanza entre las sociedades tardomodernas del espectáculo y el consumo, mediáticamente absortas en los fuegos de artificio terminales de una cultura donde todo, absolutamente todo, se ha vuelto una mercancía, y cuyo alcance geopolítico es mundial.
No creo, sin embargo, que esto obstaculice a aquellos (no importa el número de los mismos pues en estas cuestiones no predomina la cantidad) que se apartan de las corrientes predominantes y saben que toda vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás aunque deba ser vivida mirando hacia adelante, como aconsejaba Kierkegaard, otro más de los maestros anacrónicos adversos a ser engatusados por el tiempo evanescente que fabrican las culturas y que llaman tiempo real. No creo, tampoco, que la doctrina de la aparición simultánea se haya vuelto inoperante y que al surgimiento del veneno no corresponda la afloración simultánea del antídoto, que la cura no esté al lado de la misma enfermedad.
Tiempo horrible y a la vez extraordinario, superficies históricas lisas que pueden ser vistas como estriadas, o al revés. Si uno siempre es otro para los otros, todo acontecimiento puede ser convertido en algo más: el suelo donde caemos es el mismo sitio donde nos podemos incorporar. Está usted servido, Sr. Aldape, pues hay muchos mundos y están en éste, así como existen enunciaciones cuyo enunciado parece nunca cambiar. Por eso Dios creó la realidad con palabras: se transforma igual. Feliz año nuevo, a ver qué vendrá.

Fernando Solana Olivares

Monday, December 25, 2006

LA REVUELTA EN EL SALÓN

Para Carlos Marín, con un fuerte abrazo

Transito por la vida como si ésta me fuera prestada. Sigo a ciertos autores que son mis guías y a menudo intento enorgullecerme, como aconseja el maestro ciego, ese rápsoda homérico vigente entre nosotros, de aquello que leo y no de lo que escribo. Soy un hombre lleno de citas, pues encuentro casi siempre lo que yo mismo podría decir o pensar mucho mejor dicho o pensado por tantos otros que estuvieron aquí antes, en este lapso mensurable que llamamos existencia. Mis sueños no me obedecen, mis expectativas tampoco. No me gusta mi época y la comprendo apenas. Para consolarme de tal extrañeza histórica, de tanta desigualdad lacerante, de tantos engaños masivos como percibo en ella, suelo frecuentar filósofos tradicionalistas que la declaran terminal y al borde cíclico del abismo. Reparo en la consecuencia intelectual de esa costumbre que a la letra dice que sólo en las catástrofes cambian las culturas, y practico en mi mente la tranquilización de lo relativo: no pasa nada, no somos de aquí, nos marchamos mañana. O tal vez un poco más tarde, pero desde luego nos vamos. Declaro así buscar un sentido a la tesis: ¿para qué llegar a esta condición pues de ella nos iremos? Me contesto entonces, acaso mentando a quien habrá dicho algo parecido: porque nuestra naturaleza no es fija sino cambiante, mutable, evanescente. No tengo tiempo para apresurarme.
Por tal razón el curso literario de este año fue consecuente con la duración de un momento que al evaporarse tan pronto es como si siempre estuviera. Y en la sesión final abordamos a H. A. Murena, el malogrado escritor argentino, con su librito sapiencial y casi clandestino La metáfora y lo sagrado. Todo iba bien en la exposición hasta que tocó su turno al capítulo nombrado “La pérdida del centro”. Incluso aquí, en el apacible pueblo de Lagos ---“tierra de godos: parientes todos, enemigos todos”---, la modernidad es un blasón irrenunciable.
Estaba dicho ya que el ser humano, desde la perspectiva de la tradición perenne, tiene como única función determinante ser el mediador entre la tierra y el cielo, hacer pasar de la potencia al acto todo lo manifestado, que la esencia del hombre es así la mediación y tal mediación debe ser su existencia. Habíase ubicado el problema psicológico y social de la posmodernidad a partir de la apertura de las esclusas inferiores de la conciencia en el siglo pasado, y de la clausura racional y materialista de los vínculos humanos con el cielo, es decir, con lo metafísico. Íbamos apenas en la deificación del hombre como idea general de vida formulada en el Renacimiento, cuando al mencionarse la Revolución Francesa a manera de manifestación desviada de esa idea, productiva al principio y espantosa después dado que dio lugar al fenómeno histórico del Terror sistemático ---“la tortura, la matanza inicua e interminable de unos hombres por otros descubre que la verdad oculta en el ideal de la deificación humana sólo consiste en la aniquilación”---, el sector de izquierda dentro del curso manifestó inmediatamente su rechazo a tal y tan reaccionaria afirmación, por boca de uno de sus jóvenes y apasionados miembros:
---No, maestro, ahora sí se equivoca. La libertad, la igualdad y la fraternidad son bienes humanos irrenunciables. ¿Y sabe qué? Es un honor estar con Obrador.
Lo último no venía al caso, pues para nada se había mencionado la geometría política mexicana. Antes de poder responder y decir que mil signos indicaban esa desviación fatídica, esa ruptura de la mediación, desde la arquitectura hasta la música, desde las artes plásticas hasta el horror económico globalizado, desde la idiotización mediática hasta el canibalismo promovido en internet, desde la paidofilia contemporánea hasta los feminicidios y la misoginia inacabables, terció una representante del grupo de peluche, conocido así por su afán sentimental para adornar decorativamente cualquier cuestión por más grave que ésta sea, usuarios todos sus integrantes de esa droga tranquilizadora definible como kitsch:
---¡Ay, maestro! Yo siento que...
Imaginé ser un necio refutado por unos sabios o bien un sabio incapaz de convencer a un puñado de necios. No puse en práctica ningún magisterial resentimiento, ya que una de las primeras sesiones del curso había versado sobre la necesidad, según Nietzsche, de derrotar ese irritante moral con prefijo: “liberar el alma de él ---primer paso para curarse”, repetí entonces. Aunque cuando ella sintió lo que fuera alrededor de lo discutido, di por terminada la sesión. Ya vendrá el mes de enero y podremos debatir de nuevo si Murena y los pensadores anacrónicos de los que forma parte tienen o no razón en su demérito de la época, en su menosprecio de lo humano, demasiado humano, que a todos nos determina ideológicamente.
A veces me asalta una constatación irrevocable: todo lo humano me es ajeno, incluido yo. Por eso, quizá, al día siguiente de lo relatado, en la fraterna y alegre comida celebratoria del fin de cursos, después de cinco años de no beber una gota de alcohol dejé salir a mi sombra embriagándome con mezcal. Reí, ironicé y juré amor eterno y respeto intelectual a todos los sectores que puntualmente estuvieron a la mesa. Luego de la fiesta, al quedarme solo, lloré amargamente. Sin duda fue por Oaxaca y no por el mezcal, conforme el dicho de Malcom Lowry, sagrado ebrio oaxaqueño, por lo que apenas ayer ahí se perdió. Como transito por mi vida sabiéndola tan frágil, hoy me digo a mí mismo que si nada se crea, si nada se destruye y todo se transforma, yo también.

Fernando Solana Olivares

Friday, December 15, 2006

EL AUTORITARISMO DÉBIL

Haciendo cuentas sobre el inepto gobierno de Petronio Máximo, uno más de los tantos ambiciosos que usurparon el poder imperial romano en sus decadentes postrimerías, el historiador Edward Gibbon escribió ciertas líneas que pueden repetirse hoy, pues hacen sentido, a escasos quince días de ostentar Felipe Calderón, mediante un estrecho y dudoso margen electoral, la presidencia del país: “Pero el día mismo de su encumbramiento le anocheció para su felicidad, pues quedó encerrado en su palacio, y tras pasar la noche en vela, suspiró de que había llegado a la cumbre de sus anhelos, y sólo ansiaba ya apearse de tan azarosa elevación”. Es posible que ni él ni sus bisoños asesores ni los poderosos intereses capitalistas a los cuales sirven estén ansiando desde ahora desprenderse de esa azarosa elevación, pero lo que sí resulta harto patente en las tempranas decisiones políticas, económicas y sociales de su régimen es la manifestación de una voluntad autoritaria, de un comportamiento sectario y de un discurso amenazante provenientes del miedo y no de la confianza, de la imposición y no del diálogo, de las represalias y no de la clemencia, del despotismo y no del afán democrático. Una fuerza sobreactuada que compensa y oculta la debilidad real.
La insurrección popular de Oaxaca contra el gangsteril gobierno local y sus élites corruptas derivó en una oleada represiva y cruenta que en adelante marcará, sin remedio, al gobierno calderonista, cuyo estreno no pudo ser más impolítico y antidemocrático. Lo que mal comienza mal acaba, dice el invertido refrán popular. Y este pequeño mandatario prefirió aliarse con lo más envilecido y patológico de la política mexicana, Ulises Ruiz y sus secuaces, aquellos que perseverantemente nos van llevando a la descomposición y al estallido, en lugar de atender (y entender) un fenómeno social legítimo fundado en el hartazgo ante setenta y tantos años de mal gobierno, de robo inconmensurable, de absoluta y violenta impunidad. Los saldos oaxaqueños son dramáticos y ---para desgracia nacional, pues cualquiera habría deseado otra manera de comenzar un nuevo gobierno--- achacables tanto al delincuencial gobernador Ruiz como al endurecido presidente Calderón apenas en sus primeras dos semanas de ejercicio, conforme detalla algún espeluznante reporte local entre tantos que circulan en la red:
“Las semanas que acabamos de concluir han sido terribles para Oaxaca. A partir del 25 de noviembre se desató una oleada brutal de detenciones y secuestros de personas que forman parte del movimiento ciudadano, decenas de casas se allanaron sin orden judicial, más de 150 detenidos fueron trasladados a cárceles de Tamaulipas y Nayarit, varios profesores que impartían clases resultaron detenidos frente a sus alumnos principalmente en la región de Valles Centrales. En estos últimos días también se apresó a personas que realizaban tareas de información sobre el movimiento, como el periodista indígena Juan de Dios Gómez. Una constante han sido las torturas y los maltratos a todos los detenidos. Los primeros reportes desde Nayarit consignaban que 48 compañeras sufrieron abusos físicos humillantes y agresiones sexuales. Hay más de 120 personas desaparecidas, se han detectado entierros clandestinos en el panteón de Santa Lucía y se mencionan entre 40 y 50 cadáveres sin identificar en la morgue. Los grupos oaxaqueños de Derechos Humanos están imposibilitados para actuar pues gran parte de sus integrantes se encuentran escondidos y sus oficinas cerradas ante la amenaza de ser atacados por pistoleros. Una iglesia que era refugio de ciudadanos ha sido baleada, una oficina de auxilio social fue quemada y un sacerdote que colaboraba en ella, como escarmiento, resultó golpeado. En esta semana fueron liberados los asesinos del periodista Bradley Roland Will, miembros del grupo paramilitar que auspicia el gobierno del estado. Los responsables de estos hechos de barbarie y de violación sistemática a las garantías constitucionales han sido elementos de la Policía Federal Preventiva y bandas de sicarios del gobernador Ulises Ruiz formadas por policías vestidos de civil y por porros y golpeadores integrantes del PRI”.
Este atroz retrato ---incompleto, pues la lista de infamias oaxaqueñas es mucho mayor---, propio del autoritarismo debido al proyecto político que definirá a este régimen represivo (el de un México “triunfador”), se vincula directamente con la “mezquina” (como acertadamente la llamó Carlos Marín en su columna de Milenio Diario el 12/XII/06) propuesta presupuestal calderonista de gasto federal donde se propone aumentar escandalosamente el gasto para las fuerzas armadas y el aparato judicial y se reducen las asignaciones en educación, salud, alimentación, indigenismo y cultura. Mezquindad, miopía, insensibilidad, sí, pero además represalias directas contra el interés de aquellos sectores que fueron mayoritariamente proclives a la propuesta electoral de López Obrador, sobre el cual casualmente pesan, pues todavía están vigentes, 79 averiguaciones previas, de acuerdo a la reciente y amenazante filtración periodística hecha por la PGR de Calderón (Jaime Avilés en La Jornada. 9/XII/06). El yunque que tienen por cabeza no les permite a los panistas y a su flamante y autoritario presidente saber que los oráculos llamaron ciegos a quienes llegando a un territorio escogieron el peor sitio a pesar de las bondades evidentes de otra posición. Lo dicho: nadie ve lo que no puede, así el mismo día de su triunfo comience la noche de su felicidad.

Fernando Solana Olivares

Friday, December 08, 2006

OCULTA / VISIBLE: GUADALUPE

Con el permiso del poeta Miguel Hernández, inesperada visita de la memoria profunda, umbrío entonces por la situación nacional, casi bruno, porque la pena analítica, la pena de la conciencia sobre la naturaleza de las cosas tizna cuando estalla, este artículo, sin embargo, debe dedicarse al encuentro con un libro perspicaz, atípico y por ello oxigenante, Las claves ocultas de la Virgen de Guadalupe (Plaza y Janés, México, 2005), y a su talentoso e ilustrado autor, el astrólogo mexicano Luis Lesur.
¡Gulp! Astrología. ¿Cómo abordar un tema propio no del pensamiento racional ---cualquier cosa que esto signifique---, tan ajeno al cartesiano literal que todos llevamos dentro y tan tóxico para ese materialista vulgar en el que la modernidad nos ha convertido? Acaso, como todo encuentro casual es una cita, pueden emplearse tanto una variante romántica como otra clásica para ello. Se sabe que el escritor romántico quiere incesantemente expresar, y que el escritor clásico, en lugar de relatar, empeño subjetivo, prefiere describir lo que ve (o lo que lee) tal cual, pues no desconfía de la fuerza, de la poderosa virtud lacónica radicada en los signos del lenguaje.
Así pues, empleando la primera opción, deberá expresarse que hace unos meses, enfrascado en la búsqueda de otras interpretaciones sobre la contienda electoral en curso, este redactor leyó un adelanto del libro de Lesur en una revista especializada en astrología, Casa Nueve, y por el subyugante interés que le despertó se prometió a sí mismo conseguirlo. Tiempo después fue el mismo Lesur quien amable e inesperadamente se lo envió. Ninguna tarea queda cumplida a conciencia si no se conoce al remitente de aquello que se recibe. Pareció indispensable consultarlo como astrólogo para comprobar si tanta sapiencia como mostraba en su libro se desplegaba también en el análisis específico de un sujeto más o menos escéptico y de su biografía secular. El resultado fue una narración existencial mucho más aguda que arbitraria y mucho más precisa que circunstancial.
Recurriendo al segundo proceder clásico, que siempre requiere una petición de principios, debe asumirse que la historia del advenimiento del pensamiento racional oculta una pérdida, aquello que Apolo, dios tutelar del Logos, de la razón, usurpó de los agentes del otro principio divino polarizante y antes culturalmente necesario, Dionisos, lo cual dio cabida al origen de la civilización: el orden oracular propio de la Pitia, de la Sibila, cuyas supuestas incoherencias, al ser interpretadas, fueron los rudimentos de la hermenéutica creados precisamente alrededor de la adivinación. “El Señor cuyo oráculo está en Delfos ni habla ni oculta nada, sino que se manifiesta por símbolos”, explicó Heráclito hace milenios. Lo mismo hace hoy entre nosotros Luis Lesur al revelar (palabra que implica un doble sentido) las claves tutelares y caracterológicas ocultas en el horóscopo de la Virgen de Guadalupe, único emblema capaz de considerarse como abarcante y general para la nación en su conjunto, más allá incluso del espectro devocional católico.
“La sustancia básica del pensamiento astrológico es la imaginación ---escribe Lesur---, cuyas reglas y prioridades son distintas de la racionalidad de las disciplinas científicas, incluso de las sociales. La tradición racionalista supone que la comprensión de un fenómeno social consiste en poder establecer la variedad de causas y efectos que condujeron a él. Frente a esto, el anacronismo de intentar dar sentido a las cosas a través de algo como la astrología tiene que entenderse como una respuesta romántica ante la tiranía de las causas eficientes”. Asumiendo que el trabajo del astrólogo consiste “en establecer un diálogo con formas llamadas símbolos”, aceptando que lo que escribe puede ser “una mezcla de ciencia ficción, filosofía ficción, antropología ficción y psicología ficción”, y postulando, a partir de una voluntad estética más propia de la poesía y la imaginación simbólica, que lo mexicano y su identidad deben entenderse “primariamente desde el lado femenino”, Luis Lesur elabora uno de los retratos más clarividentes y potencialmente completos de la idiosincracia mexicana a partir de una fecha, 1531, donde antes que una aparición metafísica ocurrió una fundación nacional, se trazó un destino colectivo y comenzó una historia patria (o matria) de largo y contradictorio aliento que aún no cesa de manifestar su particularidad.
Recusando los tópicos sobre la identidad nacional que se han concentrado “en explicarla a partir de dilemas y procesos psicológicos característicamente masculinos”, que describen lo femenino “como algo valioso y misterioso, pero pasivo, frágil, mancillado”, Lesur levanta una hermenéutica derivada del horóscopo guadalupano donde “una feminidad activa, poderosa hasta lo amenazante, aunque de ninguna manera libre de patologías, es la que tiene el rol protagónico”. Otros arquetipos, otras narrativas, otras interpretaciones.
Sometido por el espacio del texto, y ya no umbrío por la pena política del país sino exaltado por la sorpresa cognitiva de su veraz naturaleza, al redactor de esta nota sobre un oráculo contemporáneo avecindado en Coyoacán, que no sentencia didácticamente nada sino que sugiere creativamente todo, no le queda más que hacer la sugerencia enfática de que ese libro se lea antes o después del 12 de diciembre para saber quién, la oculta/visible Virgen de Guadalupe, desde su mandorla como almendra, a todos los mexicanos nos sintetiza, nos determina, nos explica y nos tutela.

Fernando Solana Olivares

EL PRIMER DÍA DEL FINAL

No será ni venturoso ni edificante lo que hoy viernes ocurra en San Lázaro, pero sin duda será inevitable. Las lecturas litúrgicas del domingo repetirán en los templos católicos una frase de Lucas que puede alterarse ---cometiendo un abuso de la interpretación--- para determinar estos días turbulentos iniciados muchos meses antes del 2 de julio: “Que el Señor los fortalezca hasta que la democracia vuelva”. Tal vez sea del todo inexacto reemplazar la mención evangelista del regreso de Jesús con el término laico “democracia”, pero mucho más al convocarse una circunstancia republicana que no existe entre nosotros: elecciones limpias y confiables, aplicación de las leyes, autonomía de los poderes públicos, derechos inconfiscables de los ciudadanos, recursos electorales transparentes, autoridades honorables y objetivas.
Sin haber mostrado una mínima imaginación política, algún talento negociador o cierta sensibilidad, aunque fuera discursiva, frente a la cada vez más delicada situación general del país; fugándose hacia adelante con un tecnocrático plan de gobierno seudofuturista llamado 20-30, aludiendo a esas décadas por venir bien sea por incompetencia para considerar la grave naturaleza de lo inmediato o bien por manifestar desde ahora el aferramiento sectario al poder; incapaz de entender el inmenso y atávico problema social de Oaxaca como algo mucho más complejo que un asunto a “resolver” por el inepto gobierno de Vicente Fox y no por el suyo, ya no se diga a participar en él mediante el diálogo con los insurrectos, una brillante acción de estadista que le hubiera comenzado a dar aquella legitimidad política que para varios millones de mexicanos no posee, Felipe Calderón llega a la Presidencia a terminar el ciclo político nacional que inició el PRI hace ya casi ochenta años y que ahora concluirá el mustio y travestido PAN: este viernes es el primer día de esa fecha límite, pues lo que siga, sea lo que sea, ya no será igual.
Después de nombrar un gabinete en nada diferente al anterior, y aún peor en algunas áreas, que visiblemente continuará las tóxicas prácticas económicas privatizadoras dictadas por el neoliberalismo y contrarias al verdadero interés nacional, que no establecerá diálogos políticos sino impondrá sus designios, con gente como el salinista Luis Téllez al frente de la SCT, representante del grupo Carlyle ---inversionistas transnacionales adictos al petróleo y a la economía de casino, comerciantes de armas y fabricantes de guerras, parte del gobierno secreto planetario cuyos miembros se ajustan a aquella confesión del ideólogo estadounidense Zbigniew Brzezinski: “La sociedad será dominada por una élite de personas libres de valores tradicionales, que no dudarán en realizar sus objetivos mediante técnicas depuradas con las que influirán en el comportamiento del pueblo y controlarán a la sociedad”---; o con otro voluminoso personero del FMI en Hacienda, Agustín Carstens, quien aplicará a conciencia las políticas económicas que en los países “liberalizados y privatizados de Iberoamérica en el último decenio sólo han beneficiado al 10% de la población, y donde los pobres, hoy, lo son aún más que antes de que se aplicaran sus recomendaciones”, en palabras netas del Nobel de Economía Joseph Stiglitz; o con una señora encargada de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, de la cual solamente se conoce una ruborizante obrita intelectual (es un decir) donde clama a Dios para volverse viuda; o con un exgobernador declaradamente autoritario, sabidamente despótico y retadoramente represivo como Francisco Ramírez Acuña a cargo ni más ni menos que de Gobernación, Felipe Calderón demuestra que la tara sociológica del PAN es una perseverante y lamentable disfuncionalidad cognitiva respecto a lo real. En breve, que ellos no viven entre nosotros o que simple y sencillamente no entienden qué pasa y por qué en este país.
No celebro, pero tampoco condeno, la actitud del PRD en la toma de protesta del último (insisto en una percepción que me avasalla) gobernante mexicano proveniente de tal genealogía. La suma de agravios es muy grande como para esperar civilidad donde no la hubo: hace apenas unas semanas la inútil fiscal para delitos electorales reconocía la emisión impune de más de siete millones de correos electrónicos contra López Obrador provenientes de secretarías de Estado y oficinas públicas, hace días el lenguaraz Vicente Fox se jactaba en público de haber ganado dos veces las elecciones presidenciales, sin que hubiera en ninguno de los dos casos consecuencia alguna, como no la hubo en otras irregularidades tanto o más cuestionables.
¿De qué sorprenderse entonces, cuando se han muerto las virtudes y solamente quedan en pie los ritos formales, como en esta legal pero no legítima juramentación presidencial? ¿Por qué no aceptar que cuando un cierto orden se derrumba y otro distinto todavía no lo reemplaza, en medio ocurren (Gramsci dixit) fenómenos morbosos? O fiebres máximas, o infecciones agudas, o tumefacciones patológicas en ese cuerpo común que constituye una república y que también se enferma. Queda por saber cuándo y cómo vendrá la cura colectiva, pues la postración del país no solamente es un quebranto sino sobre todo representa un urgente, terminal mensaje. Y los médicos no parecen contarse entre las élites, la enfermedad son ellas. ¿Nos curará la gente, será la historia? Sabe, como suelen decir por estas tierras yermas. Hoy, mientras tanto, en San Lázaro ocurre el esperpéntico espectáculo de la política doméstica. O sea: tengan, para que se entretengan.

Fernando Solana Olivares