Thursday, July 30, 2009

LA FECHA TAJANTE / I

1. Existe una fecha ineludible para todos y para todo. Muy pocos logran conocerla, pues el conocimiento del futuro les está vedado a los seres humanos.

2. La cláusula anterior comienza con una obviedad y concluye con una inexactitud. Sí, todos pereceremos y hasta el mismo universo lo hará, qué primicia, pero es impreciso y hasta indemostrable asegurar que el vislumbramiento del porvenir resulta algo prohibido.

3. No solamente hay profetas y profecías, que se dividen en tres clases: las de conminación o amenaza, cuando el suceso futuro ya está en la misma causa que lo provocará; las de predestinación, cuando se conoce lo que la voluntad divina ha determinado hacer; las de presciencia, cuando se sabe lo que los hombres libremente harán. También hay profetizaciones poéticas como las de César Vallejo: “Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo...”.

4. La profecía de predestinación invariablemente es positiva, la de presciencia puede ser buena o mala, y la de conminación o amenaza no siempre llegará a cumplirse porque no predice un suceso en sí mismo sino una causa que lograría o no alcanzar un cierto efecto.

5. Voluntad divina, se consignó antes. Desaparezcamos el término para seguir hablando de lo que sabemos antes de lo que no sabemos, salgamos del orden de los principios y vayamos al de las adaptaciones, aunque aquello sobre lo que nada sabemos sea determinante para lo que ahora nos preguntamos: 21/XII/12, la más reciente de las profecías del fin del mundo en circulación.

6. Acaso porque Mateo el evangelista advierte: “Velad, pues no conocéis en qué día va a llegar vuestro Señor”, las ocasiones proclamadas por los profetas cristianos como la última fecha del mundo son las más abundantes de cualquier religión. Esa compulsión escatológica significa una herencia cultural.

7. Noventa y ocho profetas y/o profecías registra la “Enciclopedia de los videntes” recopilada por John Hogue. Una de las más inquietantes, por general y lacónica, es la última frase de la visión que a principios del siglo pasado tuvo la condesa Francesca de Saboya, quien en las fiestas divertía a la aristocracia europea con sus intuiciones proféticas: “Que el Señor conceda a mis nietos la gracia de la perseverancia en los durísimos tiempos que se avecinan”.

8. Ya diría Gurdjieff, el extraño maestro venido del Cáucaso, citado por su adepto Ouspensky, que “a fin de conocer el futuro primero es necesario conocer el presente en todos sus detalles, así como el pasado. Hoy es lo que es porque ayer fue lo que fue. Y si hoy es igual que ayer, mañana será igual que hoy. Si quieres que mañana sea diferente, debes hacer que hoy sea diferente”.

9. El problema de la literalidad agobia la comprensión cabal del campo profético, cuyos contenidos parecen estar en el orden de lo metafórico antes que en las imágenes específicas que se emplean para transmitirlos. Según diversos autores que comparten dicha perspectiva de interpretación simbólica, los cuatro jinetes del Apocalipsis ya están activos en el mundo: la superpoblación es el primero, el desastre ecológico y sus ominosas consecuencias representan al segundo, el mal-estar contemporáneo con todas sus variantes corresponde al tercero, y el armamentismo y la Tercera Guerra Mundial (un Armagedón que para muchos ha iniciado desde el 11-S aunque sea todavía en un curso de baja intensidad) al cuarto y último.

10. “El engaño de las profecías” le llama René Guénon al tema, quien reitera que el término sólo puede aplicarse a los anuncios de acontecimientos futuros contenidos en los libros sagrados de las diversas tradiciones, que provienen de una inspiración de orden “puramente espiritual”. Así, desmonta patrañas tales como las profecías de la Gran Pirámide, construidas y divulgadas, afirma, para aumentar el desorden de nuestro momento histórico sembrando por doquier la turbación y la ansiedad, con la intención no manifiesta de “crear un ‘estado de ánimo’ favorable a la realización de ‘algo’.” No en balde el mismo Guénon advirtió que todo “fin de un mundo” no es nada más que el fin de una ilusión.

11. Tal como la época actual es ciegamente racionalista, también resulta ser enfermizamente sentimental. Pero más allá de la flaccidez intelectual característica de la New Age (partidas equivocadas en dirección correcta o chapoteos en los bajos fondos de la verdad posible), y las vibrantes convocatorias al amor evolutivo que sus adherentes creen atisbar en el solsticio de invierno de 2012, autores como Roberto Vacca no tienen que invocar ningún alineamiento galáctico a suceder próximamente para advertir que la supervivencia de nuestra civilización depende de frágiles supersistemas que están sostenidos por una única fuente energética, el combustible fósil, y cuya interdependencia puede hacer que el colapso de uno de ellos ---información, telecomunicaciones, medicina, transporte, producción y distribución agrícola global, etcétera--- tenga efectos globales irreparables sobre todos los demás.

12. Osho, un controvertido místico y maestro espiritual hindú contemporáneo, afirmó en una de sus obras publicada en 1984 lo siguiente: “Aunque en teoría no hay nada que sea inevitable, en realidad hay cosas que casi lo son. La gente cree que las guerras suceden en el futuro, mientras que de hecho suceden en el pasado: la lucha no es sino una consecuencia de muchos acontecimientos que ya han tenido lugar. Desde esta perspectiva, las causas de la Tercera Guerra Mundial ya han ocurrido. Hay, por tanto, una posibilidad muy remota de que la contienda no llegue a producirse”.

13. Lo que será es porque antes ha sido.

Fernando Solana Olivares

Thursday, July 23, 2009

DESVARÍOS TÓPICO

Conozco a una mujer altamente eficiente en sus espacios de trabajo, amable y creativa, de gran inteligencia intra e interpersonal, casi siempre dueña de su ánimo y capaz de un entusiasmo vital constante y generoso. Tiene un pequeño defecto ---el cual de todas maneras la vuelve más interesante: a veces subjetiviza la experiencia que vive. Todos lo hacemos todo el tiempo, pero ella solamente a veces. ¿Cómo llamarla? “Mística moderna”, la definiría una autora, quien dice que ese es el comportamiento de los místicos en la actualidad.
El término está devaluado. Hoy se habla de “mística deportiva”, y la palabra suena a algo exótico o esotérico. Dicha gente puede llamarse de otro modo: nims, como lo hace Morris Berman: nuevos individuos monásticos, queriendo decir por monástico no encerrado en un monasterio sino protegido culturalmente. O emocionalmente, que para el caso es lo mismo.
Flaubert contó la historia de un alma caritativa y buena, la de la criada Felícitas de su cuento “Un corazón simple”. Conozco a otra mujer que, como la primera mencionada, tiene los atributos antes dichos, quien cuida desde hace años una casa que no es suya ---aunque posee un cuartito de la misma--- y lo hace con una entrega y un entusiasmo sistemáticos y constantes. Como la criada Felícitas, que lo logró, esta mujer también logrará una superación de sí misma, para no ponerlo en términos misticoides y decir que logrará una superación espiritual.
O si no, pues resulta que efectivamente no hay nada luego de morir, esta mujer habrá logrado una vida similar a la que, como se asegura, es el secreto de todo arte: el abandono de sí. Toda felicidad es una obra maestra, escribe Yourcenar, y esta mujer la ha radicado en el servicio a los otros, pues para que se cierre el círculo del sentido, en dicha casa, una amplia propiedad ubicada en la plaza principal de un pueblito, los otros proliferan: hijos de los viejos dueños y nietos y parientes e invitados que llegan por temporadas y a los que sirve sin falta, de excelente modo y con eficacia.
Ha hecho, desde luego, contacto sentimental casi con la mayoría de ellos, pero lo predominante es la acción diaria que realiza en la casa, aun cuando esté vacía, el yoga de lo cotidiano de la limpieza. Y lo hace contenta, sobre todo: siempre contenta. Toda virtud es energía y la suya se cumple diariamente como ritual.
El materialismo neurótico se condolería de esta mujer: una pobre criada, al servicio de los demás. Su acción monótona sería vista como una manía por la psicología, como un objeto transicional para canalizar su frustración. Nada de eso es verdad: la mujer está lúcida y divertida durante sus metódicas tareas, como si fuera la primera ocasión que las llevara a cabo, y tiene muchos alegres años de hacerlo.
Su sentido de lo real opera plenamente. Antier me preguntó el que por qué un candidato panista ---“bien crapuloso”, lo llamó--- que perdió las elecciones locales ---“por de a bola”, dijo, aludiendo a los siete mil votos de diferencia en la elección---, va a ser diputado local. Me enredé explicándole el concepto de repechaje electoral y la burla a la voluntad del voto mayoritario que tal cosa significa. Se rió y me miró dulcemente como si fuera yo quien no comprendiera.
Mente de principiante es otro concepto para definir a la primera mujer, a la criada Felícitas y a la otra mujer que se le parece, siendo que las tres mucho se parecen. La primera mujer se despierta siempre de buenas, convencida de que la infelicidad de la neurosis se hace todos los días: mente de principiante. La criada Felícitas cumple sus devociones domésticas diarias, lo mismo que la tercera mujer, con suma diligencia: mente de principiante. La mente de especialista, en cambio, ya sabe lo que va a encontrar al despertarse, al afrontar las rutinarias obligaciones de la jornada: así, se anticipa a la acción, la vive emocionalmente antes y naufraga en el tedio rutinario de lo esperable ya conocido, se balancea en el aburrido péndulo personal del elogio versus la humillación.
La primera mujer está más cerca del pensamiento budista que la criada Félicitas ---aun cuando Flaubert leyó al respecto y pone a sus personajes Bouvard y Pecuchet a discutir sobre ello---, y la tercera sólo sabe de templos y sacristías, aunque intuitivamente conoce la compasión, por ejemplo. Pero las tres practican, cada cual a su manera, una suerte de desmantelamiento del yo como el propuesto por el budismo, ese disgregar el sentido de la importancia personal en medio de la acción metódica, amable, bien dispuesta, que cumplen todos los días.
Una economía del pensamiento las dirige: no pensar en lo que no se debe o se necesita pensar. La primera mujer aprendió a hacerlo, la criada Felícitas y la otra mujer por alguna vía lo lograron. Su sensación de irrealidad es escasa y por eso nunca tienen tiempo que perder. Estas tres mujeres siempre están ocupadas. Descansan poco aunque intensamente. La energía es una sabia virtud. Y entre tantas cosas que ignoran, tantos irritantes síquicos, está el insomnio. Quizá experimentan la verdadera libertad derivada del hecho de aceptar lo que es. Tres mujeres místicas, nims, menteprincipiantes, que el abusivo estereotipo del malestar en la cultura supondría excepcionales y escasas. Pero si no abundan, hay muchas más de las que se cree. Y acaso, pueden contarse algunos varones también: la gente que está bien donde está. La gente bien.

Fernando Solana Olivares

Friday, July 17, 2009

SABIDURÍA POPULAR

Suelo frecuentar profetas terminales y visitar crepúsculos en esta maquiladora de utopías, como diría Robert Valerio, que anuncian una y otra vez la condición mutante de la época, su complicada complejidad, el tránsito de nuestra civilización hacia una zona desconocida. Y sin embargo, en ella ocurren sucesos que podrían confirmar la existencia de un sentido común, prevaleciente incluso en medio de una atmósfera mediática tan inducida y manipulada como la que nos rodea, donde la televisión misma participó en el resultado electoral reciente “posicionando” a su producto presidencial, Enrique Peña Nieto, y embolsándose además millones de pesos de dinero público, inmoral, tontamente gastado en anuncios instantáneamente olvidables.
El voto de castigo, el voto de advertencia y el voto nulo que arrojan las elecciones han sido una táctica de lo posible mexicano, un realismo triste, si se quiere, pero realismo al fin ante un hecho vernáculo irreparable: hay lo que hay. Se castiga la ineptitud y la corrupción panistas, tan histerizadas; el perredismo, fratricida y maniobrero, se desfonda; el voto nulo avanza (en cifras reales llega mucho más allá del 6% reconocido); y el priísmo, ese ominoso y cuasi-inmóvil presente de nuestro pasado nacional, se enfila para conseguir una restauración presidencial en 2012 gracias al voto de advertencia que le otorgó la ciudadanía, la cual aprendió a quitar y poner gobernantes, única acción política que reconoce en sus manos.
Al tiempo aparecen fenómenos más morbosos, también, y sobre todo, televisivos, como la campaña del verde ecologista (expulsado de entre los otros partidos verdes por defender la pena de muerte), basada en mentiras elementales dichas desde un autoritarismo juvenil apenas encubierto con el peluche mercadológico. Su semiótica es atroz y el número de votos que produjo, escandaloso: una extensa franja social engañada mediante comerciales fraudulentos. Si la democracia electoral mexicana quiere permanecer debería retirar el registro a tales empresas familiares y mercenarias.
Y la ofensiva del narco, cuya participación en el financiamiento de candidaturas es desconocido aunque evidente, y dejó transcurrir casi en total paz la jornada política. Dentro de los costos de este circo dirigido desde la jaula de los monos que se llama democracia (Merkel), está la pérdida de registro de los socialdemócratas, no tanto por ellos mismos como por una demanda estratégica que solamente su plataforma legislativa planteaba: la legalización controlada de las drogas por el Estado. Un paso radical, el único posible para vencer el brutal poder del narcotráfico: legalizarlo todo. Pero sólo lo entiende un pequeño partido que ya desaparece.
Todo poder es local, y una escoba local se encargó de barrer un gran número de gobiernos panistas, harta la gente de la ostentación del enriquecimiento inexplicable de sus funcionarios. En la zona alteña así ocurrió, cuando menos. Contra todo pronóstico, pueblos panistas por un decenio como Lagos votaron masivamente por el PRI, el cual no se esperaba tal resultado. La razón de ello obedece al gobierno de los peores. Ya no son brahmanes ni guerreros, tampoco burgueses sino parias, la clase humana última. Esto, que puede sonar exagerado o pintoresco, se comprueba al conocer a un presidente municipal panista-populista-corruptista promedio: uno no le encargaría ni estacionar los coches.
Los junguianos podrían afirmar que el domingo 5 de julio actuó un inconsciente colectivo, cuyas causas, si se buscan, son visibles y conspicuas. Agradeciendo, sin duda alguna, que dentro de la turbulenta realidad mexicana se celebren elecciones pacíficas y más o menos limpias, la crisis de la representación política muestra ser muy profunda en el país. Los partidos se comportan como instituciones endógenas a los intereses de los votantes y la clase política ---of all people--- sufre un justo y merecido descrédito, hasta desprecio, así se llegue a votar por alguno de sus miembros para evitar que otro, sabidamente malo, se quede todavía más. De estas circunstancias pueden derivarse, sí, fenómenos antidemocráticos; pero lo mismo pueden surgir mejores formas de la representación democrática horizontalizando un sistema corporativo que hoy monopoliza campañas y candidatos.
Siempre y cuando, claro, haya tiempo para todo ello, pues una fecha va citándose como alud de nieve respecto al día final de esta era: 21 de diciembre de 2012, cuando sucederá un fenómeno astronómico que ocurre cada 26,000 años, precisamente lo que dura el ciclo hindú de las cuatro edades del mundo, el mavantara: el sol se alineará con el centro de la Vía Láctea, lo que los hopis llaman el ombligo, donde hay un agujero negro, fabricante y destructor de estrellas. Los mayas señalan ese día como fecha final en su calendario. Y mientras llega, dentro de algo más de mil mañanas, habrá que irlo aguardando con cierta incredulidad crítica: un ojo al gato, otro a la predicción. Si todo termina, bien; si no, también.
El sentido común de la sabiduría popular continúa siendo una espera de lo concreto, y si se convirtiera en método de gobierno podría articular otra realidad social. Ahí está su limitante: sólo de tanto en tanto se deja ver. Pero cuando comienza a actuar puede seguir haciéndolo. La letra sólo con sangre entra. El mal gobierno se paga. La gente cada vez aguanta menos pues menos es lo que puede aguantar. Del frágil hay al increíble había, diría el poeta Eliseo Diego.

Fernando Solana Olivares

Saturday, July 11, 2009

LAS REGLAS DEL DESEO

Desear es una costumbre de la gente, un vicio de la conciencia. Me lo vengo diciendo mientras camino con cierto disgusto hasta el lugar. Una vieja casa provinciana de decadentes aires patricios. Entro en una alta estancia tapizada donde están el fotógrafo, su asistente y la modelo. Me explican la mecánica de la sesión: ella se irá desnudando poco a poco, se irá moviendo a mi alrededor, habrá música ambiental, yo podré tocarla ligeramente e interactuar con sus posiciones.
Comenzamos. Me he vestido de negro, como los fondos de la escena black is black donde hay un sillón virreinal para sentarse. Ella se quita la blusa y hace algunos movimientos cerca de mí. Observo su piel color canela, veo su epidermis, el erguido pezón, y a contraluz los pelillos de oro que cubren, como un microcampo de trigo, sus redondos senos. Aspiro su aroma y éste es bueno. El cuerpo delgado sigue haciendo circunvoluciones en torno mío. Y me pregunto qué hago ahí.
Me chingo: principio de razón suficiente: si estoy aquí es por algo, sobre todo porque dije que sí. Lucho para suspender temporalmente mi incredulidad: estoy para representar, delante de un fotógrafo inquisitivo que viene haciendo su propia historia, que va leyendo ---eso cree él--- el encuentro entre mi cuerpo y el de ella. Es la representación del deseo y debo actuarla. Entonces me engarroto. Entiéndase el término, no supone ninguna enunciación.
Robotizándose: recuerdo alguna lectura donde se habla de la pose cuando uno se siente observado. Pero luego pienso qué haría con aquella mujer si estuviéramos a solas. ¿Practicaría carezza, aquella técnica amatoria que ocupa mucho tiempo, largos minutos, en intercambiar los campos biomagnéticos de los amantes y llevarlos a alcanzar un goce sacramental? No, en todo caso lo haría con mi mujer. Su cabello ensortijado roza mi barbilla y su perfume llega hasta mi nariz.
Me siento envuelto por una telaraña suavemente pornográfica y forzadamente erótica. Y la suavización viene de que hay una declaración artística previa, una voluntad estética dicha: la escritura y el deseo. Pero como se trata de exacerbarlo, de hacerlo aparecer, uno debe simularlo. Me observo a mí mismo y me doy cuenta que acabo de comprender somáticamente algo que sabía teóricamente: la técnica de la distanciación. Otra en ella y otro en mí llevan a cabo la puesta en escena.
¿Para quién? Sobre todo para el fotógrafo que dirige las acciones y se acerca a las mismas con su cámara inclemente y golosa. Acaso para quien lo asiste, la encargada de la atmósfera y de fotografiar todo el proceso, aquello sí represente un laboratorio de tres vidrios: ella, el fotógrafo, los modelos, pero no está exento de un vicaratio patente en toda la cuestión: la construcción del deseo.
Luego me asaltan mis fantasmas literarios y me siento un viejo en la casa de las bellas durmientes. Se activa el principio cavafiano de: recuerda, cuerpo. Ahora se cierra un ciclo, si puedo verlo así. Y además por escrito, porque debe consignarse la experiencia: la escritura y el deseo. Pero los focos, el vouyerismo, la ficción. Y mi edad. Un respetable número de años en los cuales debe superarse el deseo, así tantas opiniones digan que es irrenunciable.
Depende. Henry Miller confesó que cuando tuvo sesenta años dijo que llegando a a los setenta habría vencido su obsesión por el sexo, por el deseo. A dicha edad se prometió que lo lograría cerca de los ochenta. Después de esa fecha, aceptó que nunca lo remediaría. Ella acerca su cuerpo al mío en posturas que de pronto se han vuelto interesantes, como si se hubiera alcanzado ya el sentido de la representación.
Por un impulso la cargo en mis brazos, su cuerpo se abandona en ellos y lo sostengo delante de la cámara. Un rapto griego me estremece, siento ser el héroe que lleva un cuerpo más joven e inerte ante los dioses. Tal imagen se me presenta cerrando un ciclo. Sé que éste es el mejor momento de la sesión, pero también que no será una buena fotografía. Soy Ulises que carga el cuerpo deshilvanado de una mujer temprana.
Los caballeros medievales y los trovadores atendían el imperativo del amor cortés: adorar a la dama, pero nunca tocarla. Así yo. Hago de cuenta que mis ojos ven la belleza y basta con ello. No es la operación terciaria del fotógrafo que gira y gira sobre el cuadro, sino una satisfacción distinta: ver y no tocar y no desear.
La abolición del deseo. Primera regla: todo asunto se puede resolver si se plantea. La abolición del deseo se llama contemplación, es la vía seca para dejar una etapa existencial y seguir a la siguiente. El deseo radica en la vía húmeda, que es la acción. El Buda transforma a la lasciva y hermosa cortesana seductora en huesos y carnes descompuestas. La ilusión separativa está en la mecánica que nos lleva a desear, pues nos fascina lo que vemos y tomamos por real-real.
La abolición del deseo. Segunda regla: velados son más deseables los senos, desnudos solamente son contemplables. La febrilidad mecánica de la cámara, su ojo virtual haciendo clic, danza como una polilla a nuestro alrededor. La luz cae a plomo sobre nuestras sombras puestas en sutiles posiciones.
La obrita sería kitsch, aunque la salva la voluntad de la modelo, muy aplicada en moverse conforme al acuerdo; la voluntad de él, director del cuadro plástico y febril disparador de tomas; la voluntad de ella, asistente que podría pasar por orquestadora secreta del proscenio. (...)

Fernando Solana Olivares

Saturday, July 04, 2009

ENTRE AQUELLAS RAZONES, OTRAS

1. Este texto querría terciar entre las consideraciones expuestas por Denise Dresser para promover el voto nulo (“23 razones para anular”, Proceso 1704), y la respuesta a las mismas de José Woldenberg (“23 razones para votar”, Reforma, 25/VI/09). Terciar no para interceder, mediar o arbitrar entre ellas, pues desde su propia perspectiva cada cual tiene razón, así yo mismo prefiera la lógica más audaz y concreta de Dresser al formalismo siempre tan propio de Woldenberg, sino para interponer entre ambas una causa profunda del envilecimiento y la descomposición de la clase política mexicana, que no veo señalada en ninguna de las dos.

2. “Cuando una población se distrae en lo trivial ---escribe Neil Postman, citado por Morris Berman---, cuando la vida mental es redefinida como una perpetua ronda de entretenimientos, cuando el discurso público serio se vuelve una especie de balbuceo, cuando, en breve, la gente se convierte en una audiencia y su involucramiento en lo público un acto teatral, entonces una nación se halla a sí misma en riesgo: la muerte cultural es una clara posibilidad”.

3. La cita anterior puede condensarse en una palabra: televisión. La pregunta de uno de los protagonistas de la novela White Noise de Don DeLillo: “¿Éramos así de estúpidos antes de la televisión?”, debe trasladarse directamente a los partidos políticos, sus telegénicos candidatos y sus mercadotécnicas propuestas: ¿Eran así de estúpidos (o se mostraban como tales) nuestros políticos antes de que la televisión se convirtiera en el Gran Elector nacional?
4. Es en ese territorio omnipresente y avasallador, cuyos contenidos mayoritariamente asumen una audiencia de idiotas, que crea en sus espectadores un esfuerzo de atención sostenida por no más de diez segundos, que asume que la reflexión crítica y el aprendizaje verdadero pueden tener lugar mediante imágenes visuales, y que convierte todo en una mercancía mediante un discurso ideológico no reconocido como tal, donde opera la banalización profunda de la política, la mimetización que vuelve sustancialmente idénticos a los partidos entre sí, aunque esto parezca una falacia intelectual: no sólo están ahí los lamentables comerciales políticos pagados con dinero público para confirmarlo, sino la acción misma de los partidos y sus candidatos, su inoperancia legislativa y, como producto de todo ello, el estado real de una nación que se va pulverizando.

5. Se dirá que este “orden ingrávido”, este proceso planetario de estupidización ---una nueva forma de censura hacia abajo: el “totalitarismo por default” como lo llama Benjamin Barber--- resulta un signo de la época presente en cualquier sociedad tardomoderna, aquella legendaria confusión entre la urna y el orinal. Pero en México se carece de cualquier contrapeso ante el incuestionable poder de los concesionarios monópolicos de la radio y la televisión que llevan décadas de hacer, decir y mostrar lo que les plazca, y que hasta hoy han subordinado al espectro político en pleno: aquí los interlocutores acaban siendo locutores.

6. La oposición descrita por Woldenberg entre “una clase política cerrada, amafiada, incapaz” y un pueblo “noble, incorruptible, virtuoso” es un falso silogismo. Señalar la pervertida naturaleza de los políticos mexicanos ---demostrable porque está fundada en hechos múltiples y por desgracia constantes--- no supone exaltar a cambio las supuestas cualidades de la gente común (uno de cuyos grandes defectos es precisamente tener a tales partidos e individuos como “representantes populares”), como tampoco significa condenar la política en general, sino sobre todo esa política ajena y con frecuencia adversa al interés colectivo.

7. La historia registra que todo surgimiento de un sistema de realidad alternativa es percibido siempre como una amenaza en aquellos sitios donde están involucrados el poder o la autoridad. ¿Será por ello que a pesar de que la anulación del voto o la abstención son un derecho ciudadano reconocido por el sistema democrático ahora se alzan tantas voces e instituciones interesadas para cuestionarlo? ¿Cuán democráticas son tales posturas cuando reprueban una decisión que en sí misma es un acto mayor de civilidad: abstenerse de participar donde no se quiere y con los que no se quiere, así sean éstos los únicos que hay?

8. De no haber emergido un movimiento masivo y espontáneo ---aunque pueda reconocerse, sin conceder, que existan en su interior algunas “agendas ocultas”--- por el voto nulo, cuyo mensaje consiste no solamente en la expresión del malestar (una condición de la conciencia crítica) sino además de la desconfianza y el hartazgo (una prerrogativa de la moral pública) ante la clase política y sus resultados prácticos, esta elección no hubiera significado otra cosa que la trivialidad mediática y el engaño masivo, la consagración del reality show como instrumento electoral y la franca espectacularización promocional de la política: el mejor rostro, el más envaselinado copete, la sonrisa más dentrífica y el eslogan más hueco, más televisivamente superficial: “así si gana la gente”, “primero tú”, “acciones responsables”, “beneficios para ti”, etcétera.

9. Las raíces de la civilización occidental provienen de una tradición de sano escepticismo, de creatividad individual y de elección libre. En ella la inteligencia es una facultad que se abstiene. Ahora se requiere hacerlo para detener la decadencia política, un huevo de serpiente que disfraza lo que se incuba en su interior. “Deja que tu vida hable”, aconsejaban los antiguos. “Deja que tu voto no hable”, dicen hoy demócratas que sí lo son.

Fernando Solana Olivares