Friday, May 25, 2012

DEL KITSCH APOCALÍPTICO.

1. Antes que otra cosa, compre Los testamentos traicionados de Milan Kundera. Léalo con gozo, admírese de su eficaz y bien lograda propuesta ensayística, pero sobre todo concéntrese en aquellas partes donde el kitsch ---palabra alemana proveniente del sentimental siglo diecinueve--- es explicado y descrito. Para su uso tendrá que memorizar la definición: “El kitsch es la negación absoluta de la mierda, en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable”. 2. Entrénese en el empleo de la definición y en extenderla a ejemplos de su vida cotidiana y la de sus conocidos. No le será sencillo, por ejemplo, pasar de haber calificado la relación amorosa de A y B como kitsch por creer los dos cándidos amantes que la fidelidad es un valor necesario para la ética de la pareja, a establecer que el último discurso de Peña Nieto no acepta otra denominación que la del kitsch, toda vez que su acartonada retórica derrapó entre promesas que se cumplen al ser prometidas. Pero usted debe insistir en encadenar circunstancias. Sería bastante kitsch si no lo hiciera. 3. El kitsch no es individualidad, diferencia. Escápese por tanto de todo lo que tenga visos de muchedumbre, desde colas de cine hasta vagones de Metro. Si su inevitable precariedad lo obliga a frecuentar aquellos espacios donde el kitsch reina, patentice su disgusto fingiendo que usted está allí por casualidad o equívoco, haga como si fuera un turista displicentemente interesado, un observador circunstancial en el país donde impera la dictadura del corazón, que eso exactamente es el kitsch. 4. Si el ideal estético del kitsch es un mundo donde se renuncia al reconocimiento de la mierda y todos se comportan como si no existiese, usted estará obligado a practicar otro acuerdo categórico: lleve su desencanto nihilista hasta extremos decididos. Recuerde que su tarea ---que no misión histórica: el concepto resulta kitsch--- es detectar la mierda donde quiera que vaya. Quien persevera alcanza. Con el tiempo su olfato será infalible y universal: siempre encontrará lo que el kitsch esconde. 5. El kitsch debe tener una morfología que a usted le toca descifrar: los aires confiados y la alegría simple son parte de ella. Padecerlos eventualmente no debe desanimarlo, usted está luchando contra el número y la tradición. Así que los desfallecimientos en el camino debe vivirlos como estaciones donde los héroes reposan por derrotas que no son todavía la pérdida de la guerra. Y para extinguir la pulsión al kitsch que todos llevamos dentro, practique retiros espirituales en la tierra del enemigo. Lea ---es un caso entre muchos--- El amor en los tiempos del cólera y concédase, sin mayores recriminaciones, la necesaria dosis de kitsch para acompañar el legendario amor de Florentino y Fermina con las emociones del caso. Después haga un exhaustivo examen interior: ¿por qué creyó en aquello que nunca ha visto ni vivido? La respuesta será un rudimento inapreciable para su batalla. 6. Salir del kitsch es una resta constante, nunca una suma. Por eso, usted tiene que reducir la circunferencia de sus asombros, el territorio de sus admiraciones y, desde luego, abolir cualquier esperanza. Su litigio, recuérdelo, es contra el consenso de una lógica de situación compartida por las mayorías. Cosas tales como la democracia deben ser entendidas como lo que son: ficciones kitsch, utopías gregarias. Escarbe entre la saudade contemporánea, encontrará en ella todos los antídotos que requiera para contrarrestar la masificación kitscheana. Si llega hasta ese punto, su aristocracia humana se volverá espiritual y solitaria, como toda diferencia extendida hasta el límite. No se queje al lograrlo, pues tales habrán sido los costos inevitables de contemplar el rostro de la verdad. 7. En su periplo solamente se vislumbra una desventaja. Si no emprende rápidamente el camino contra el kitsch y avanza en él a buen paso, cuando llegue encontrará la plaza ya ocupada por muchos, tantos que entonces lo kitsch será justamente su contrario: la aceptación absoluta de la mierda, la acumulación de aquello que debería de ser esencialmente inaceptable. Perderá usted la memoria propia, cancelará el escepticismo crítico y renunciará a la única manera de comprender cualquier fenómeno: la facultad de comparar. Avance, pues, en el trayecto heredado de su vida. Pero cámbiese a tiempo de acera para no volver existencialmente a tropezar. Fernando Solana Olivares.

Sunday, May 20, 2012

COSMOS O LA METAMORFOSIS.

Cosmos, la notable muestra pictórica de Pablo Serrano que se expone desde el 25 de abril hasta el 1 de julio en la Galería Arnold Belkin del Museo Universitario del Chopo, debe su nombre a la última novela del escritor polaco Witold Gombrowicz, una obra “que se crea a sí misma a medida que se escribe”, según la definió el mismo autor en Testamento, el volumen que reúne las conversaciones sostenidas por éste con Dominique de Roux en 1968, un año antes de morir. Gombrowicz explica, al hablar de Cosmos y su condición temática, la cual abarca la formación misma de la historia que va contándose, la formación de una realidad surgida de las acciones narradas en la “jungla de equívocos e interpretaciones erróneas” padecidos por sus protagonistas al ir viviendo, que la suprema necesidad del arte actual consiste en “desmentir”. ¿Desmentir qué? No sólo los embustes inherentes a la condición de un yo hipotético y artificial, imaginario en gran medida, sino aquella deformación específicamente humana compuesta de recuerdos, pertenencias y definiciones, tan necesaria y a la vez enajenante, que Gombrowicz designaba como “el imperativo de la Forma”. De un modo parecido, Cosmos de Pablo Serrano representa el talentoso, ejemplar y desde luego valiente “desmentido” estético de la obra plástica anterior de este artista, caracterizada por un figurativismo realista, en ocasiones suavemente fantástico y de vocación narrativa, para alcanzar ahora una esencialidad abstracta, desnuda y directa, sin la mediación de referencias o contenidos específicos, meras formas, trazos, manchas y texturas que componen una metamorfosis tan radical como lograda donde la revelación pictórica y su voluntad creativa se componen sobre todo de una intención antes que de un resultado. Ecos de T. S. Eliot en East Coker resuenan en las cuarenta y tres piezas (óleos sobre tela y papel y dibujos a tinta) que integran la deslumbrante exposición: “Para nosotros sólo existe el intento. Lo demás no es asunto nuestro”. En dicha intencionalidad se privilegia el proceso del gesto pictórico mismo, la atención al acto en sí y no a sus consecuencias finales, las cuales quedan cumplidas sin retórica alguna, sin persuasión ideológica de ningún tipo, para obtener una alta poética visual que actúa desde el cuadro y sobre el espectador calcinando cualquier mediación ajena al encuentro entre la obra y quien sólo la contempla y no la interpreta pues nada hay y nada hace falta para hacerlo: en lo que se mira sólo está lo que se ve. La verdadera técnica en el arte es la ausencia de artificio, según considera la tradición estética Zen, lo que el maestro Hasewaga llama el “accidente controlado”, una disciplina espontánea o una espontaneidad disciplinada. Y Cosmos de Pablo Serrano parece provenir directamente de aquellos siete caracteres del arte Zen establecidos por Hisamatu Shin’ichi, donde la obra se concibe como un ejercicio espiritual del artista que la realiza, como un espejo que refleja la imagen mental de su creador: 1. La asimetría, 2. La simplicidad, 3. La austeridad, 4. Lonatural, 5. La sutilidad, 6. La libertad absoluta, 7. La serenidad. Un desmentido plástico, entonces, un cambio de piel que también alude a aquella legendaria consigna alquímica indispensable para la transformación de la conciencia: “Disuelve y coagula”, en la cual se supera un lenguaje conocido y eficazmente dominado, se trasciende un estilo expresivo y se sacrifica voluntariamente hasta llegar a la cosa en sí, a la forma pictórica despojada, elemental, repentina, que queda cumplida en la mera intención y de tal manera se transforma en un extraordinario resultado. Cosmos representa, asimismo, una lección superior de sentido y de búsqueda, de fidelidad artística y atrevimiento personales, un símbolo de esas pruebas del espíritu, la opus nigrum alquimista, fase de separación y disolución de la sustancia, que al liberarse de rutinas y prejuicios deja de mirar hacia atrás, como lo hacen el ángel de la historia acostumbrado o la común memoria asociativa de la gente, e ingresa a una psicología de la mutabilidad donde se cifra lo que Gombrowicz intentó y ahora logra con maestría Pablo Serrano: “Por encima de todo, algún día lo humano encontrará de nuevo lo humano”. Éste el día en el Museo del Chopo: la cósmica felicidad estética de fluir entre y sobre las formas recibidas. Fernando Solana Olivares.

Friday, May 11, 2012

SISTEMA DE SIGNOS .

Se mostró terco, se vio cansado, no fue su noche. López Obrador perdió el tiempo del debate con su obsesión sobre la mafia oligárquica, las citas históricas de López de Santa Anna y Lucas Alamán, con su aire advertidor y sentencioso, con su foto al revés. En lugar de hablar del país que ha recorrido, de lo que viene y no de lo que hubo, se perdió en un tema que lo parece dominar. La monomanía es necesaria para atreverse a ser político, pero el éxito radica en ocultarla. O trascenderla en función del interés de los demás, algo quizá ingenuamente ideal. Convertirla en oferta política única es un error táctico cuando menos. Si el error es inercial, producto de una visión personal rígida, sucede inevitablemente. Si es funcional, una pérdida de energía, atención y reflejos en el tramo final de una campaña larguísima, López Obrador lo podrá enmendar. Si es parte del drama político que le toca representar, muy poco conseguirá hacer al respecto. Peña Nieto hila, efectivamente, más de tres frases, pero no llega a veinte. Se apoya en muletillas verbales, en modos y lugares comunes ensayados ante asesores y espejos. Su condición de personaje actuando en una escena resulta patente, tanto como la de Vázquez Mota, mecanicidades electorales mediáticas diseñadas para vender el producto político que ofrecen. El maternalismo de una y los compromisos del otro se muestran poco convincentes y nada sustantivos. Apariencias dirigidas al mundo sensible del espectador moldeado por la televisión, y no al mundo de la compresión, de los conceptos, donde el ciudadano debería experimentar y decidir la política si la democracia fuese integral. No importa entonces qué se dice sino cómo se dice. Y ese cómo, siendo visual, está preestablecido. Tan gastada luce la política mexicana que un recién llegado con un estigma de origen sorprende a la sociedad mediante un discurso distinto, exhibiendo el autismo de los políticos y su indiferencia ante los problemas nacionales. Aunque todo lo que diga Quadri, siendo pertinente como lo ha sido en mucho, por desgracia no consigue hacer olvidar que un voto para él es un voto para Elba Esther Gordillo, uno de los grandes esperpentos del horizonte político, cacica de la educación y del magisterio, lastre a remover en cualquier renovación mexicana. Todo fue mediocre en el debate, y hasta la sensual y bella edecán, tan impropia de un acto así, tan inesperada, se volvió desagradable. El desangelado escenario, el rutinario formato, el hieratismo de la conductora, la aparición equívoca de un escote generoso y a continuación un torneo de vaguedades con pocos momentos rescatables, excepción hecha de Quadri, como se ha dicho, el lamentable representante de un falso y cuasi privado aunque formalmente legal partido político. Los signos se interpretan de manera consensual. El sistema de relaciones es el que hace que los signos puedan significar. Ese sistema es un proceso constructivo, culturalmente concertado. De ahí que la muy citada definición de Eco sobre la semiótica, la disciplina que se dedica al desentrañamiento de los signos, afirme que estudia todo lo que puede usarse para mentir. En esa atribución de significaciones, la semiosis televisiva predominante en la campaña electoral induce sin cesar en el electorado la perspectiva de que López Obrador y su proyecto político no lograrán obtener la simpatía mayoritaria, que la elección presidencial está resolviéndose entre el PRI y el PAN, con una incuestionable ventaja para el primero, y que el cambio indispensable para este país consiste, paradójicamente, en la restauración de una hegemonía del pasado responsable durante décadas del deterioro nacional, del neoliberalismo salvaje que mediante desregulaciones, privatizaciones y disminución intencional del gasto público ha multiplicado la miseria y estimulado la insurrección del resentimiento social, responsable de la postración anímica y cultural del país, de su indiferencia ética y moral, de una alternancia a todas luces catastrófica para el interés común. El sistema de interpretación de los signos está dictado, esencialmente, por la televisión, un medio cuya naturaleza (Habermas, Sartori, et al.) atenta contra la democracia pues la degrada volviéndola un espectáculo y así convierte a los ciudadanos en una audiencia. Pero nada es fatal ni permanente, porque toda batalla política es una lucha por la interpretación y el sentido de los significados: éstos siempre pueden cambiar. Fernando Solana Olivares.

Monday, May 07, 2012

BAJO EL VOLCÁN.

La campaña parece entrar a su segunda parte de tres. La candidata panista viene cayendo y la disputa va perfilándose entre López Obrador y Peña Nieto. Éste último es un diseño mediático que concentra la red de intereses agrupados en y alrededor del PRI. La restauración del tiempo oligárquico y mafioso, ahora, en esta etapa posmoimpredecible. Tal vez lo más dudoso del producto sea justamente su condición de producto, un logro televisivo: hacer del ciudadano un consumidor. Atenta contra las bases de una democracia fabricar, inducir mediáticamente un consenso político. Pero sucede aquí y allá. Véanse las polaridades: ningún político mexicano ha sido tan denostado como López Obrador, ningún político mexicano ha sido tan vendido como Peña Nieto, una mera decoración de exteriores. Las dos, la denostación y el elogio mercadotécnico, son ingenierías de opinión que determinan resultados políticos. Los ejes de la elección se han movido hacia quienes convencen visualmente a las masas de votar en uno u otro sentido. Videocracia. Pero su poder no es absoluto ni siquiera en esta sociedad aplanada por tóxicos visuales ---rasgo que vuelve a acercar a los humanos hacia los animales--- pues hay otras sustancias contrarrestantes. Sigo convencido: no confío en las encuestas. A veces soy tan arcaico que le creo a Guénon cuando advierte que contar y contar, hacer estadísticas, sólo es un sustituto mecánico de lo real. Y tengo en mi experiencia una prueba que considero suficiente: ni yo, a mi avanzada edad, he sido encuestado nunca ni nadie que conozca. ¿Dónde hacen las encuestas? Sabe, como dicen en el pueblo. Se ven metodológicamente forzadas a resultar iguales o parecidas para ganar credibilidad por repetición. Y en ellas, las seis o siete principales, los resultados han venido siendo invariables: Peña Nieto, Vázquez Mota, López Obrador, con distancias de hasta veinte puntos entre uno y otro. El argumento de que no puede concertarse un resultado así es falso. En las encuestas levantadas entre cibernautas y redes sociales los resultados son abrumadoramente opuestos y López Obrador cuenta con el voto de las mayorías. Es cierto que no ha levantado ningún entusiasmo en este México triste, que su conversión amorosa produjo contraefectos, que está rodeado de varios crapulosos compañeros de ruta, que los partidos que lo postulan son de horror, tanto como los otros. Pero aun así, concentra también gran parte de la inteligencia nacional, no solamente en colaboradores específicos sino en cuanto a los verdaderos sentimientos y necesidades del país, sus posibles soluciones. Nada providencial ni mágico, sólo una política múltiple que comience a atemperar el horror neoliberal y sus destructivos y esclavistas efectos. Aunque el carisma luzca diluido, aquel que descansaba en la pasión de un personaje político opositor y victimado, la perseverancia coherente ha provisto a López Obrador de otra significación en el imaginario público. Abordar vuelos en clase turista, tomar el metro. Una lírica del tema quizá recoja los pequeños actos políticos como éstos hechos de sentido común por ambas partes: el candidato que así viaja y la gente que lo aborda, lo alienta, lo aplaude. ¿Cuán grande es el número de esas personas, son convencidos que a su vez a cuántos convencen? Las encuestas hechas por televisoras e instituciones en internet, un 20 a 30 % y tal vez más del universo de votantes, muestra una percepción del todo opuesta a la versión hegemónica en televisión, radio, periódicos y propaganda. Esa condición contraria culturalmente significa, además, una resistencia individual y crítica ante el pensamiento impuesto, las prostitutas de la razón, los sacerdotes comprados, los tópicos inducidos, las formas oculto/visibles de la persuasión. Los indignados y la primavera árabe, junto con Obama, surgieron desde las redes sociales y los celulares. Ese sector emergente, usuario de otra tecnología, ha marcado la agenda de la acción colectiva, horizontal y organizada al inicio del siglo. No es descabellado pensar que pueda hacer lo mismo en la elección mexicana y contradecir los cálculos, las inducciones, las prospecciones, los análisis, las apuestas, los intereses, los préstamos y participaciones mafioso-oligárquicas en la candidatura de Peña Nieto. Va volviéndose clave la dirección que tome el voto útil del PAN: el parecido con Peña Nieto o la opción con López Obrador. Este país debe darse a sí mismo otra, y no de nuevo la misma, oportunidad. Fernando Solana Olivares.