Sunday, October 27, 2013

DEFINICIONES LÍQUIDAS.

La marca registrada. Cuando me lo contaron consideré que era una estupidez propia de quien lo había dicho: un escritor considerado por mi soberbia como menor y no muy agudo, hace años afirmó que él mismo, su nombre y sus textos ya eran una marca, en suma, una rentable mercancía. Hoy es evidente que su dicho no fue un tonto y cosificante despropósito sino una penetrante anticipación de una mente elemental que intuía correctamente el imperativo categórico de nuestros días: en la sociedad consumista nadie puede convertirse en sujeto sin antes volverse un producto, dedicarse a la “interminable tarea” de ser y seguir siendo un artículo vendible (Zygmunt Bauman). Sin duda lo ha logrado, así su literatura sea tan superficial como exitosa. Nunca estará en el canon literario (si es que tal reliquia del valor estético y no del precio comercial continúa existiendo), pero muy a menudo sus prescindibles libros aparecen en las listas de los más vendidos. Los equivocados. Aquella sentencia de Elías Canetti: “Escóndete, pues de otro modo no te enterarás de nada”, o la certidumbre de Nietzsche: “El mundo gira en torno a los pensamientos más escondidos”, ahora significan una invisibilidad que, en palabras de Eugène Enriquez, condena al rechazo, a la exclusión y hasta a la sospecha de algún crimen, porque en una sociedad confesional como la posmoderna, compulsivamente auto exhibida en las redes sociales, se han borrado los límites que antes separaban lo privado de lo público: “la desnudez física, social y psíquica está a la orden del día”. Y la muerte social aguarda a todos aquellos anacrónicos que aún insistan en preservar su intimidad. El asalto neoliberal. Cuenta Zygmunt Bauman (Vida de consumo, FCE, 2007) que el embate de la revolución conservadora contra los principios del Estado social logró implantarse en Gran Bretaña desde el poder político como una descarada apelación literal de Margaret Tatcher sobre los procedimientos de la sociedad de consumo y de las expectativas de los consumidores: “Quiero el médico de mi elección, en el momento de mi elección”. La consolidación del “orden del egoísmo” neoliberal se dio bajo el nombre cifrado de “modernización”, convirtiendo todos los bienes sociales en bienes de lucro para entregarlos al capital privado y “al reinado incuestionable de la mano invisible de los mercados”. Esa invisibilidad ---la única aceptada, a diferencia de la otra inaceptable, la de la persona--- consiste sobre todo, según razona el penetrante sociólogo polaco, en escapar sistemáticamente de las herramientas de intervención política, popular y democrática. A ello deben sumarse las profecías autocumplidas que Tatcher convirtió en nuevos e insuperables dogmas destinados a demoler los lazos sociales y la cohesión comunitaria: el “No hay otra alternativa”, matriz autoritaria del pensamiento único neoliberal, y una atroz declaración de inexistencia histórica: “No existe la así llamada sociedad. Sólo hay individuos y familias”. Lastre cero. En el “nuevo espíritu del capitalismo”, afirma Bauman citando a Russell Hochschild, los empleadores prefieren a empleados “flotantes, desapegados, flexibles y sin ataduras”. El nuevo término laboral, “lastre cero”, es un sinónimo de no tener compromisos más allá del trabajo ni obligaciones familiares o sentimentales que atender, las cuales elevan el “coeficiente de lastre” y disminuyen el valor de un empleado para la empresa. Se trata de individuos dispuestos a aceptar cualquier tarea, preparados para reajustar instantáneamente sus inclinaciones y prioridades y abandonar las adquiridas también instantáneamente: “una persona que no tenga lazos, intereses ni ataduras emocionales preexistentes y que además las rehúya a futuro”. Así, los posmodernos usuarios terminales de sí mismos deben renunciar a todo aquello que antes constituyó la esencia de la conciencia humana: su memoria, su existencialidad. La muerte del tiempo. Entre las erosiones de la época está la noción misma del tiempo, que antes fue cíclico o lineal. En la sociedad líquida de los consumidores el tiempo es “puntillista”, sujeto a rupturas y discontinuidades que lo convierten en algo roto, pulverizado en una multitud de “instantes eternos” compuestos por eventos, incidentes, accidentes, aventuras o episodios, “un encadenamiento de presentes, una colección de instantes”: la cronología pierde su énfasis de conexión entre el pasado y el futuro. Por ello, explica Bauman, la vida “ahorista” es una vida “acelerada” donde los significados inmediatos, las anécdotas, el fragmento, sustituyen a los significantes, a la vida entera como conjunto, como narración. Fernando Solana Olivares.

Friday, October 18, 2013

AVISO DE INCENDIO.

Hermann Broch, el poeta renuente, como lo llamó Hannah Arendt ---“fue poeta a pesar de sí mismo”, escribe---, afirmaba que la verdadera seducción del mal es un fenómeno estético en el cual los hombres de dinero y los hombres de poder quedan encantados con la consonancia de su propio sistema dogmático, y se convierten en asesinos y depredadores porque están dispuestos a sacrificarlo todo para defender la “hermosa” coherencia que perciben en él. Así identifica el dogmatismo, los sistemas cerrados de la creencia unívoca, con el mismo mal. Para Walter Benjamin, otra mente intelectual dolorida y brillante ---quien también vivió, en palabras de Arendt, ese periodo de la noche histórica donde el reino público se ve oscurecido y se torna tan dudoso que la gente no pide a la política otra cosa que “demostrar una verdadera consideración por sus intereses vitales y la libertad personal”--- el mal se manifiesta en un estado particular del tiempo presente, que ya ocurrió en el pasado aunque nunca con la unanimidad de ahora: la eterna repetición de lo mismo. El marxismo comparó la interminable tortura del obrero moderno, condenado a repetir sin descanso el mismo movimiento mecánico, con el castigo infernal de Sísifo para empujar penosamente hasta la cima de una colina un bloque de mármol que volvería a caer, obligándolo a bajar y comenzar de nuevo. Para Benjamin no sólo el obrero sino toda la sociedad moderna, dominada por la mercancía, está esclavizadamente sometida a la repetición, a un “siempre lo mismo” disfrazado de novedad y moda, a este mundo de las envolturas y las apariencias en febril mutación del mundo mercantil donde la humanidad hace el papel de condenada. El dogmatismo es un sistema cerrado, repetitivo. Y Benjamin sugiere en varios textos la correspondencia entre modernidad y progreso y condena infernal. Cita una idea de Strindberg que Borges después mencionará: “el infierno no es en absoluto lo que nos espera, sino esta vida”. Tan espantosa constatación no obsta para que Benjamin proponga la organización del pesimismo junto con una interpretación inédita de la historia en el pensamiento humano, una lectura a contrapelo: el punto de vista de los vencidos, de los parias de todas las épocas. Reuniendo por primera vez su propia tradición teológica judía con el marxismo, Benjamin se planteó la visión de una historia donde una cruenta guerra de clases no ha dejado de suceder desde las rebeliones de los esclavos de Espartaco hasta las últimas insurrecciones magisteriales, y en la cual uno de los polos, la clase dirigente, no ha cesado de imponerse a los oprimidos y elaborar, desde la antigüedad hasta ahora, una “filosofía del éxito y la victoria” que considera los logros obtenidos siempre a costa de los otros como necesarios, útiles, justos y morales. De alguna manera, cambiando el singular por el plural, el estado de excepción de la historia va llegando a su final cíclico, y en dicho escenario el Mesías, encarnado por los oprimidos, se enfrentará al Anticristo representado por las clases dirigentes y sus sistemas cerrados, hoy el capitalismo terminal, para fundar otro destino humano posible, la sociedad sin clases. Esa redención, sin embargo, no es algo que Benjamin asuma como un desenlace histórico inevitable porque las derrotas pasadas y presentes de los desposeídos y miserables en el combate emancipador humano ocurren desde hace milenios. Las negativas a “seguir el tren del mundo moderno” fueron vistas por Benjamin como poderosas virtudes de los movimientos culturales de vanguardia, del surrealismo sobre todo, lo mismo que del pensamiento independiente. Tanto Broch como Benjamin se parecen en el alcance de un soberbio fracaso, pues los dos murieron sin poder apreciar los resultados de su reflexionar de otra manera sobre cuestiones como el progreso, la religión, la historia, la utopía, la política, el arte y la literatura. El pensamiento cerrado, dogmático, una forma de la repetición mecánica, representa lo opuesto de la “inescapable tarea” que Broch postuló: el carácter imperativo del reclamo ético humano. En dicha tesitura Benjamin lanzó sobre la época su legendario aviso de incendio: “es preciso cortar la mecha encendida antes de que la chispa llegue a la dinamita”. Pareciera que ya llegó, así sigamos aferrados a la pesadilla, a contemporizar con lo que nos amenaza, a ser ávidos de lo que nos aplasta, así el vuelco de la historia sobrevenga mañana. Fernando Solana Olivares.

Sunday, October 13, 2013

SURREALIZANDO.

André Breton quiso darle a Antonin Artaud un apaciguamiento, pues a éste le afectaba mucho que el otro no pudiera corroborar sus exaltados recuerdos. Artaud aseguraba que en octubre de 1937 Breton había perdido la vida bajo las balas de las ametralladoras de la policía al querer liberarlo de su internamiento en el hospital psiquiátrico del Havre, donde lo tenían sometido en camisa de fuerza y con los pies atados a la cama. Casi diez años después del suceso, Artaud escribía a Breton: “Sin embargo fue ciertamente usted quien vino a dejarse matar (digo matar). Dejó usted allí más que su conciencia, y conservó el cuerpo, pero apenas, porque después de la muerte se regresa mal”. Al día siguiente del envío de esa carta, los dos conversaron sentados a la mesa de la terraza de un café. Artaud conminaba a Breton para que validara el relato. Cuando Breton lo negó, explicando que entonces se encontraba en la galería Gradiva en París, los ojos de Artaud se llenaron de lágrimas. Durante todo el encuentro, Artaud insistió en que Breton ocultaba la verdad, bien fuera por tener el mismo interés de los otros, una posibilidad que lo desgarraba, o porque mediante maniobras inexplicables lo habían despojado de sus recuerdos reales y puesto unos ajenos en su lugar. Hay locos extraordinariamente corteses. Artaud lo fue. En una siguiente misiva enviada a Breton, según él mismo anotó en el texto que años después escribiría como homenaje, reconoció la versión de su amigo pero dejó en claro lo siguiente: “Afirmo que nunca deliré, nunca perdí el sentido de lo real y que mis recuerdos en lo que me queda de ellos después de cincuenta comas son reales”. Artaud realmente había vivido el sacrificio de Breton, y éste efectivamente había estado en la galería Gradiva. Simultaneidad, universos múltiples y/o la condición de la que Breton escribió sobre su camarada: “Sé que Antonin Artaud ha visto”. Otros poetas como Rimbaud o Novalis hablaron de ver, pero Artaud lo había logrado, “así lo que ha sido visto no concuerde con lo que es objetivamente visible”. El crimen de Artaud, según Breton, consistía en ser un hombre que hubiera pasado del otro lado del espejo ---las cursivas son suyas. Una descolocación actúa en esta historia y se contradicen las fechas que Breton da sobre sus sucesos: así habría ocurrido primero lo que realmente pasaría al final. Ello no tiene importancia porque el orden de los sucesos no altera el producto. Surrealismo: supra realidad. Cuando Breton habló en honor de Artaud, con tanta prudencia que se negó a mencionar, a rendir cuentas, como dijo, ni de lo que vivió aquel poeta insólito ni de todo lo que sufrió, dijo que en los días de 1946 que corrían Artaud era quien había ido a solas más lejos por el camino de un objetivo triple e indivisible abierto por el surrealismo. Uno, transformar el mundo. Dos, cambiar la vida. Tres, rehacer de cabo a rabo el entendimiento humano. La intención parecería utópica y hasta ingenua de no sostenerse en un cambio de estado mental, el cual estaba dirigido por el lenguaje, la asociación espontánea y una sensibilidad que constantemente se alimentaba para romper con el orden lógico de las cosas y ganar lo que se quiera: penetración, imaginación desaforada (“en la alta fantasía llueve”) o mera ludicidad existencial. Las cosas están vinculadas, aun las cosas espantosas que ahora suceden sin cesar. La densa y demoniaca sombra que oscurece estos días posmodernos podría ser iluminada por uno de los valores clave que Breton y Artaud, cada uno a su manera, encarnaron al vivir: el amor, la razón del ser humano, según orgullosamente cantaría Breton. Tal vez la tristeza y hasta el púdico espanto de Artaud ante la honorable negativa de Breton a confirmar el amoroso sacrificio por el amigo pudo deberse a una condición del amor: la verdad. Sólo que ésta era relativa: la verdad de Breton, la verdad de Artaud. Compartían, sin embargo, la transparente intención. Como esas líneas poéticas: “En el arroyo hay una canción que fluye”, “El día se ha desplegado como un mantel blanco”, “El mundo entra en un saco”, tomadas de Reverdy por Breton para ilustrar el punto proclamado: la no premeditación, la fusión de dos estados, el sueño y la vigilia, que si no se disocian mecánicamente llevan a conseguir otro estado mental y sensible. La existencia está en otra parte, anunció el Primer Manifiesto Surrealista. Esa otra parte está aquí. Fernando Solana Olivares.

Sunday, October 06, 2013

LA IMPERMANENCIA.

Era un viernes por la noche con luna nueva. Las estrellas brillaban a plenitud. Terminaba un encargo equivocado, una necedad juvenil de un año, y la noche se vivía liberadora. Cuando llegué a la casa, mi adorada perra Quiara murió a mis pies. Milou, su hijo y compañero, tan querido como ella, salió corriendo despavorido y apareció muerto por la mañana detrás del corral de las cabras. La agonía de Quiara fue corta pero muy dolorosa. La impotencia ante su sufrimiento también. Esperamos el regreso de Milou durante horas, estupefactos por el hecho, rotos de tragedia, ese paso repentino y violento de la felicidad a la infelicidad. El veterinario llamado con urgencia vio los síntomas de Quiara, la lengua amoratada y el rigor mortis repentino, y habló de un poderoso veneno, algo prohibido para matar coyotes que se consigue con facilidad. El sábado por la mañana celebramos los funerales de nuestros perros en el panteón donde están los restos de Petra y Galleta junto a un pino azul. Las galas del campo llovido y sus florecillas multicolores fueron el marco del tristísimo momento, su imposible compensación. ¿Qué se hace con el dolor? ¿Desde qué dice el poeta: umbrío por la pena, casi bruno, porque la pena tizna cuando estalla, donde yo me hallo no se halla hombre más apenado que ninguno? Hay dolor profundo y dolor permanente. Éste es equivocado y el otro es necesario. De todos modos resulta inexplicable. Ahora que escribo estas líneas catárticas vuelve a mi mente la imagen de la cruel agonía y la fiel nobleza de Quiara y Milou que resistirían el veneno hasta esperar mi llegada para morir una delante de mí y el otro habiéndose despedido, y debo despojarla del corrosivo sentimiento de dolor que me causa en las entrañas, del llanto que me provoca y no sé cómo sacar: así es la oscura desbandada de los seres y las cosas, todos episódicos, no duraderos, efímeros. Lo único permanente es la impermanencia de cuanto hay. O el factor estoico: Dios nos los dio, Dios nos los quitó, bendito sea Dios. No encuentro otro arreglo posible ante la fatalidad. Me digo que buscarle causas es incurrir en una distracción epifenoménica para aceptar el suceso, una distracción causal: ¿quién fue, cómo fue? Es el apego, el deseo desesperado porque nuestros guardianes y compañeros vuelvan a estar aquí. Una imaginaria operación sentimental sobre el tiempo: cuánto quisiéramos que estuvieran. Veo volar una garza blanca que despega de la pequeña poza de agua. Pienso que es el alma de Quiara y Milou yéndose de aquí hasta ese lugar de la alta fantasía donde llueve, otro plano de la conciencia u otro estado del ser. Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma. Y los dioses se burlan de los hombres quitándoles sus bienes más preciados. Mi mujer habló del dolor que vivió Quiara y dijo algo que me llamó la atención: ---Qué bueno que lo sacó, que no se lo llevó. Creyendo en la existencia de un orden providente, sabemos que Milou también sufrió y se liberó. Por eso la garza blanca alzó el vuelo y una segunda pasó después. Los dos se fueron a un estado desconocido donde hay eso: lo desconocido, una promesa común a cualquier entidad o ser compuesto, que no tiene esencia propia pero cuyas cualidades son percibidas y se toman por verdaderas: todos conocerán sin falta en qué consiste esa desconocida condición evaporada de ya no estar en el mundo más. Siendo así, el mundo es un escenario donde la representación se va haciendo por sí misma como un fluido ininterrumpido en constante movimiento. ¿Cómo convencer al deseo que se resigne a desprenderse de lo que ama, que se conforme a su perentoriedad súbita, y que no reclame como Fausto: detente, instante, eres tan hermoso? Es un arte supremo aprender a soltar. No puede tenerse pan sin cocción: el conocimiento es el agua, el cuerpo es la harina y la emoción es el fuego. Todo dolor es una emoción. Esa advertencia es antigua y dura: nos hacemos en el dolor, aunque en él nos deshacemos. Dice el proverbio árabe que el azar es el nombre de Dios. Aunque lo que ocurre es una fatalidad necesaria, entonces lo que ocurre es la sombra de Dios. He vuelto a ver la luna nueva, pequeña y brillante. Las tardes se suceden entre nubes y crepúsculos luminosos. La vida sigue, por eso desaparece. Mientras uno se hace viejo lo va sabiendo: existir es un misterio para la razón. Y el dolor quema, purifica. Fernando Solana Olivares.