Wednesday, September 07, 2016

BITÁCORA PARALELA

Viernes, 11 a.m. El avión a Oaxaca sale del aeropuerto de Guadalajara con una hora de retraso. El retraso crónico de costumbre. Al desplegar la mesita del respaldo se le desprende un tornillo ¿Así pasará en todo el avión? 17 hrs. Algunas calles del centro de la ciudad están tomadas por el campamento de plástico, precarismo, basura, lazos, mecates y meados de los maestros de la sección 22. El zócalo está cedido o alquilado por ellos a los vendedores ambulantes, instalados de forma que parece permanente. El gran zoco de Oaxaca. Como el agua, cuando vuelve a sus cauces naturales, el centro fundacional de la ciudad regresa a su origen: un sucio e intenso mercado. Mientras tanto los negocios establecidos cierran, malviven, se angustian y ven acercarse a los fantasmas lánguidos de la quiebra. La plaga turística, esa némesis de Oacaca, Xashaca, Oaxaca, devora los productos varios que se ofrecen en ese zoco, desde tacos hasta mierda china. Y hoteles también sin huéspedes, menos por el efecto imitativo predominante ahí. Se cuentan historias de calles oaxaqueñas donde uno puso una tienda y compró una camioneta y todos los vecinos hicieron lo mismo. Entonces aquí hay un hotel y junto otro y otro más allá. Y allá una galería y otra y otra y muchos museos e instalaciones que levantan el parque temático de diversiones culturales fundado en una retórica arquitectónica de persuasión y filantropía mostrada a través del rescate de muy opulentos y hermosos edificios coloniales. De mecenazgos plutocráticos y fundaciones que alguna vez habrán de someterse al escrutinio público. 20 hrs. An exquisite taste de Francisco Toledo y su gran genio, influencia principal pero no única en la transformación moderna de la ciudad, generó una impronta visual y máterica que abrumadoramente viene repitiéndose hasta convertirse en este manierismo cada vez más kitsch, ornamental y hueco. Un neobarroco, un horror vacui. De la negada Escuela Oaxaqueña de Pintura se pasó a la actual tendencia múltiple de pintores yoicos y narcisos, pocos buenos, la mayoría estereotipados entre sí. Hacemos arte para no morir de realidad. El estilito Oaxaca. 23 hrs. Dos pintas en los muros que protegen las nauseabundas tiendas del plantón: “La calle arde cada tanto, la memoria no ha dejado de hervir.” Otra más abajo completa: “La sangre no ha dejado de correr para revivir a los muertos.” ¿Cuáles son las pintas apócrifas, invisibles sobre la piel de la ciudad? Camino por la noche, como el poeta, y al llegar a mi cuarto no hay espejos. Sábado 20. 12 a.m. El destino de la gente, ¿quién lo decide? Encuentro por la calle un escritor que vende su obra en fotocopias editadas por él. Es la perfección del fracaso: su belleza, su pureza, su dificultad. Destruye y purifica. Una cierta locura y marginalidad, estrategia ante una situación insoportable. Acepta venderme uno de los ejemplares. Le doy cien pesos. Los agradece, hace cuentas mentales y dice: tenía treinta y siete pesos de presupuesto hasta el lunes, para sonreír iluminado. 18 hrs. Se presenta una meritoria novela de Jorge Martínez Gracida, escritor local. El ciclópeo ex convento restaurado que alberga el acto y su asistencia, la clase patricia vallista de Oaxaca, confirman la drástica división entre este sector y los maestros de la 22. Además de esta gente blanca y decente, prácticamente todos los sectores de la sociedad oaxaqueña han pedido a los maestros que vuelvan a clases y levanten el funesto plantón. Su negativa hace crecer un rechazo cada vez más irritado y harto, un repudio general. Oaxaca hierve, desencantada y expectante, desigual y nerviosa. Pero también veloz y múltiple, como una colmena de última hora en sus juegos del intercambio. Siempre ha habido muchas cosas en esta tierra, ahora más, así algunas sean estereotipadas. Ya avisaba Robert Valerio del atardecer en su maquiladora de utopías. Lunes 22, 18:25 hrs. El vuelo de regreso sale adelantado. Otra irregularidad regular: a destiempo. Todo crece bárbaramente y el número incontrolado lo derrota. Lo que fue no vuelve a ser. ¿A dónde va Oaxaca? La imagen de Lawrence escrita hace noventa años sobre la ciudad sigue vigente: las clases sociales se pudren una sobre otra. Una sensibilidad dominante es como una profecía autocumplida y nadie quiere apostar por el curso que tomarán las cosas. “Oaxaca: tierra de la resistencia donde Dios nunca muere”, dice una pinta hiperbólica. Como si fuera un dios hostil. El avión toca tierra. Ajustó su adelanto de tiempo durante el vuelo. Fernando Solana Olivares

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