BÁSTELE SU AFÁN.
La oración es bíblica: bástele a cada día su afán. Puede imaginarse un día circular, completo, integrado. Pero para ello el tiempo debiera ser continuo y generalmente no transcurre así. Más bien es sobresaltado, intermitente. Los sociólogos hablan del “ahoritismo” contemporáneo: momentos existenciales intensos y en medio de ellos el vacío del nada sucede que debe llenarse con entretenimiento. Dice un personaje literario: “Y por aquí, nada de particular, sólo este tedio que enerva los sentidos carentes de sensaciones”.
“Me lo sé todo de memoria”, se quejaba Valéry citado por Calasso, hablando de la enfermedad más tediosa: la “ciclosis”, la “ciclomanía de nuestra esencia”, la repetición. Ante una mesa que llevaba 39 años repitiéndose ante sus ojos, el poeta francés confesaba: “He nacido, a los veinte años, exasperado contra la repetición, es decir, contra la vida. Levantarse, vestirse, comer, eliminar, acostarse, y siempre estas estaciones, estos astros. ¡Y la historia!”
El último elemento de la mitología freudiana fue “la coacción a repetir”. Varias circunstancias llevaron a Freud a integrar esa hipótesis en su interpretación de la psique y la conducta. Hablando de personas no acorazadas contra las tentaciones de la superstición, él mismo, quien en un viaje hecho a Grecia en 1909 se obsesionó con la idea de que moriría a los 62 años y encontró esa cifra una y otra vez, Freud teorizó sobre dicha coacción o compulsión a repetir, que según él se impone al principio del placer.
Se trata de un paralelo entre las manifestaciones incesantes y repetidas que construye la naturaleza en sus formas y la vida psíquica, la vida de la mente, de la percepción y sus emociones, también determinada por la repetición. Una de sus formas errabundas, pues éstas van y vienen, son las señales casuales que se amontonan en la vida diaria, aquellas coincidencias repetidas a menudo. Dice Calasso que la repetición de una señal del mundo exterior la convierte en presagio, en algo que alude a un significado desconocido, donde está el destino que también desconocemos. Y como nos perturban los significados no producidos por nosotros, tales presagios son perturbadores.
La sospecha más intolerable para Freud, la sospecha de que entre el mundo externo y la psique existe una complicidad, la confirmó en el espacio donde se mezclan las aguas del inconsciente y las del mundo, espacio mostrado a Freud por efecto de la repetición. No es fortuito que se utilice la metáfora del agua para nombrar ese encuentro, pues simbólicamente el inconsciente es un líquido que toma la forma de aquello que lo contenga.
Otra manera de pensar considera la repetición no como un imperativo inconsciente sino como la perseverancia de una incorrecta elección, por ejemplo, caminar por el mismo lado de la acera. Una técnica de desdoblamiento llamada correlato objetivo sirve para conseguir lo que su manera de pensar propone: cambiar de acera. O sea, reimaginarnos tal cuales somos pero siendo otros, desaprendernos, desprendernos. Otra manera de pensar más, vinculada con esta última, hace de la repetición una simplificación. Los varios votos e impedimentos del renunciante, la ritualidad a la que se ve impuesto, le sirven para reducir considerablemente la distracción. Simplificar repitiendo.
La repetición, además, tranquiliza. El mediocre cuadrito costumbrista de las casas familiares trata de significar un tiempo ideal e inalterable, repetido igual que los días anteriores. La repetición es el sostén de la memoria asociativa y, contradiciendo a Freud, puede creerse que en ella se funda el principio del placer, que quiere una duración permanente. Es el “¡Detente, instante: eres tan hermoso!” de Fausto, la demanda para que no deje de ser, para que otra vez se repita.
La única forma de conocer una ciudad es perdiéndose en ella. Una propuesta creativa para no caer en la repetición: conocer mediante lo que se va descubriendo. Acaso se trate de una táctica similar a la variación del itinerario personal en previsión de secuestros. El secuestro de la repetición.
Es una tarea casi imposible mirar las cosas sin la causa contaminante de la repetición cuando las miramos. Ver las cosas solamente en ellas mismas. Por eso de noche todos los gatos son pardos, repitiendo el lugar común. El afán que le basta al día.
Fernando Solana Olivares.
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