SENTIDO BUSCADO
Un artista entre chamanes. En 1943 el piloto alemán Joseph Beuys fue derribado sobre Crimea y tártaros de tribus locales lo rescataron. Entre ellos alcanzó una profunda comprensión del arte chamánico que fundiría después con su propio cristianismo místico para hacer del artista que sería un chamán hermético, “el sabio y sanador de las tribus primitivas”. (El hermetismo tradicional, un pensamiento que está de regreso por muy diversas vías, cree que los distintos niveles de realidad están interconectados y que los hechos psicológicos y espirituales son tan reales y válidos como los del mundo fenoménico, pues la realidad es un tejido sin costuras que incluye y abarca todo.) Beuys asumía el proceso creativo como un acto de magia ritual que permitiría hacer más intensa y profunda la vida interior de cada uno. Creía que el arte era la única fuerza revolucionaria ante la asfixiante hegemonía científico-capitalista. Su mensaje sonaba concluyente: “La cultura del tener ha terminado; la cultura de la cualidad del ser es la forma del futuro.”
Inexpresivas e indiferentes. El temprano horario de la clase no se presta más que a faltar a ella. Así que quienes asisten, no todas, nunca todos, no están completamente ahí. Vinieron en cuerpo pero dejaron atrás el ánimo y su mente vagabundea por lugares lejanos. El ánimo, con él tienen un problema. Por enésima vez se dice en clase que una de las palabras más hermosas del idioma es “entusiasmo”, la cual significa “dios interior”. O sea que el guerrero crea su propio ánimo y cosas así. Les entra por un oído y les sale por el otro. Su depresión parece insalvable, su desinterés también. Todo lo humano, la clase entre ello, les es ajeno, distante, inmaterial. Más que usuarios terminales de sí mismos parecen usuarios ausentes de sí mismos. No hay modo de conmoverlos o interesarlos o provocarlos. A veces como ahora suceden mañanas zombificadas. El vacuo horror de la época y sus generaciones, que sólo se entusiasman y cobran vida ante la opaca virtualidad de una red social, de un mensaje idiota, de una imagen plana. Todavía no saben que la desatención (el ensueño) es la raíz del mal. Quizá nunca lo sepan. ¿Para qué lo querrían saber?
Las implicaciones psíquicas. El arquitecto Christian Norberg-Schulz ha dicho que la exigencia de sentido es una característica propia de la conciencia humana. Esta necesidad se ve satisfecha mediante símbolos, obras de arte que “representen situaciones vitales”. Por eso afirma que la finalidad de la obra de arte es conservar y transmitir sentido, pues ésta es la necesidad humana fundamental. La función del sentido es la de ayudar al hombre a hallar explicación. Cuando el entorno está dotado de sentido, el hombre se siente en casa, asegura. La premisa hermética establece la relación entre el microcosmos y el macrocosmos ---no otra cosa, por cierto, es la literatura. El hombre, dice Norberg-Schulz, debe ser capaz de habitar entre el cielo y la tierra. Para poder hacerlo ha de comprender estos dos elementos y su interacción. Comprender significa una forma de conocimiento que contiene lo que llama “experiencia de sentidos”. El sentido es una función psíquica que desarrolla identificación y un sentimiento de pertenencia. El arquitecto noruego insiste: de las necesidades fundamentales del hombre, la mayor es la de experimentar su existencia como algo dotado de sentido. Aciago tiempo histórico cuando el sentido se encuentra en el entusiasmo del ánimo propio, en el dios interior a invocar o a ser inventado, pero no afuera, donde estos jóvenes crónicamente aburridos esperan inútilmente que se manifieste.
Odaliscas lujuriosas. ¿Pruebas? La dificultad orgánica para contar algo que vaya más allá de un par de sentimientos difusos, subjetivos, estereotipados. No hay contexto de ningún tipo: descripción, narración, trama. No existen escenarios ni personas imaginadas en ellos. Psicología de las mismas, menos. Ni correlato objetivo con su propia biografía ni exhortos como bebe tu sangre, poeta. Los alumnos de esta gélida y retraída mañana no pueden ser poetas, están absorbidos en la vacuidad de su monólogo. Salvo que de pronto ocurra un milagro, suceda una epifanía, llegue una felicidad. Pero tal cosa es creer que cuando se escucha un galope a la distancia podrán ser unicornios en lugar de caballos. Después ellas se irán a desayunar animadamente, luego se maquillarán y así, ojerosas y pintadas, bajarán a la ciudad. No tienen ninguna explicación, tampoco encuentran el sentido.
Fernando Solana Olivares
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