Friday, June 21, 2019

EL DESIERTO QUE VIENE

Es en Encarnación de Díaz, La Chona, pueblo de los Altos Norte de Jalisco, donde comienza el circuito. Son una treintena de jóvenes asistentes a una plática sobre qué es históricamente la izquierda, cuál su sensibilidad y cómo su modo de pensar (sus “piensos”, dicen por acá en español castizo y rulfiano, correctamente rural). Casi hay paridad de género entre el público. Como preludio, el platicante explica el origen de la denominación: izquierda, porque quienes en la Asamblea Constituyente a que dio lugar la Revolución Francesa estaban en contra del derecho de veto del rey a las leyes que ahí aprobaran, se pusieron de pie a ese lado de la mesa de debates. Aquellos que querían mantener el poder absoluto del monarca fueron situándose a la derecha. En la charla se habla de características ideológicas, de posiciones que buscan el cambio político y social, de progresismo (fea palabra que se matiza para saber qué es y qué no es el progreso) e igualdad esencial. En tono didáctico se mienta que la izquierda es laica. Que laica no significa ser atea sino separativa (“El señor cura a sus misas”, explica el platicante sin avisar que está citando a Machado), porque en la devota zona cristera los sacerdotes, las oligarquías, las buenas costumbres y la memoria herida de una guerra religiosa han hecho creer que la izquierda es enemiga de Dios, dado que las cuestiones del gobierno también debieran ser competencia suya. Y con eso han tundido a la izquierda sin piedad. Que la izquierda es internacionalista e intercultural. Que considera la desigualdad social como una aberración, una patología nihilista del sistema neoliberal. Que la base filosófica del capitalismo: el egoísmo compulsivo del beneficio y la rentabilidad, conduce no al progreso social sino a la concentración de la riqueza, a la legitimización de la desigualdad, al dolor humano y al colapso ambiental. Que la teoría de juegos matemática demuestra que es más eficaz un grupo estructurado por el interés común que otro conformado por ambiciones individuales. Se habla de aprender a pensar distinto, de que mirar es rodear el objeto, del desaprendizaje necesario para integrar otras perspectivas, otras reflexiones en cada quien. De la democracia cognitiva, como la explica quien está en uso de la voz. También hay temas de coyuntura e interculturalidad: la preferencia sexual diferente, la impostergable legalización de todas las drogas y, asunto local grave, los hechos ecológicos, esta catástrofe en curso diseñada para la región. Con variantes e improvisaciones, los mismos tópicos se tocarán de nuevo en otros sitios de la región cuatro o cinco domingos más, ante públicos atentos que parecen escuchar de quien habla lo que ellos mismos piensan pero no habían sabido decir. Predominará el depredador cultivo de agave que desde hace meses y sin ningún estudio de impacto ambiental se viene plantando en cientos, miles de hectáreas de los Altos Norte, ahora deforestadas y “selladas” con herbicidas y venenos que esterilizan la tierra, aniquilan fauna y flora de miles de años, vital en el frágil equilibrio ecológico, para dejar un desierto detrás de sí. Será comentado que hay comunidades tan extensas como la de El Vizcaíno donde este año solo una parcela producirá maíz, el resto habrá sido alquilado para plantíos de agave. Los cinco mil pesos por hectárea que los propietarios de la tierra recibirán durante cinco o siete años no compensarán los daños ecológicos ni las costosas pérdidas que el depredador cultivo ya está causando: contaminación de mantos freáticos y aguajes, muerte de peces en presas y bordos, intoxicación de ganado, disminución drástica de insectos, sequía y calor más intensos, desaparición de forrajes producidos en la zona a precios razonables, encarecimientos varios que afectarán la economía regional y su vocación agropecuaria. Después quedará el narco como único empleador. El platicante insiste una y otra vez en que ya no hay tiempo, más que para actuar. Asombra a la audiencia con la historia de la adolescente sueca Greta Thunberg, la líder ecologista de la última hora, y recuerda su grito de batalla “La casa se quema”. Habla del más viejo arte que se conoce, el de hacer seres humanos, y se disculpa ante las audiencias por el mundo que su generación les está dejando para vivir. En todas las sesiones participa la gente. Abunda en datos, en precios de producción de leche pagados a un precio menor de su costo por litro, en robo de ganado por la región, en colusión policiaca con la delincuencia. Intervienen mujeres lúcidas, concretas. Las mujeres sabias de Los Altos. Jóvenes, viejas. Todo esto se trata de un pequeño formato, una reconstitución celular provocada por la crisis ecológica y el alcoholismo de la cultura nacional. En algún intercambio de opiniones, el participante es escueto: ---Son alcohólicos, por eso los dejan hacer ---dice, sobre la inmovilidad de las autoridades del pueblo. Una barda en San Julián reza: “La batalla es nuestra. La victoria pertenece a Dios”. Suena a un ensalmo para detener el desierto. (Ojo: diálogo sobre funcionarios alcohólicos) Fernando Solana Olivares

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