SECUENCIALIDAD
“Cercano es sólo lo interior; todo lo demás, lejano. / Y esto, lo interior, apretado y lleno en exceso / diariamente con todo, y totalmente indecible.” Son versos de Rainer Maria Rilke que vienen al caso porque en esta época sólo lo interno está cerca, pues constituye el último refugio alcanzable, aunque resulte, como dice el poeta, incapaz de ser dicho.
Lo de afuera tampoco es fácilmente enunciado pues avanza quién sabe a dónde, a qué tipo de futuro inmediato, y no se conoce bien a bien cuál es su denominación: ¿cambio morfogenético, edad de hierro, edad oscura, época sin síntesis, cambio de estación, ajustes antes de la catástrofe, crujidos de la edad acuariana, preludio a otra cultura o, de plano y escatológicamente, el comienzo de la tribulación bíblica? El simple diría que es un problema de enfoque. El optimista diría que todo es cuestión de echarle ganas. El pesimista no diría nada, salvo densidades así: “¡despéñate, torrente de la inutilidad!”, al hablar de cómo pintan las cosas. Acaso el realismo solamente consista en reconocer el estado confuso de la realidad y aceptar que todo lo sólido se desvanece en el aire (Marx), con nosotros incluidos. (Anoto una cuestión que últimamente me planteo: ¿es el sujeto un “ser para la muerte”, según establece la filosofía contemporánea, o es un “ser para después de la muerte”, según afirman las tradiciones espirituales?)
El caso es que ayer llegó a verme mi amigo Pietro, La Piedra, al lugar donde vivo y que a veces, poniéndome lírico, llamo mi abadía ---“sólo he tenido una aspiración: pasar de la lírica a la prosa”, escribe Cioran---. A estas alturas de mi vida, la amistad ha sido tanto la sombra de una sombra como el escenario donde se ha cumplido aquella sentencia de que no hay peor enemigo que quien fue el mejor amigo. Pero conservo algunos camaradas entrañables, varios de los cuales son mis héroes personales. Pietro (sin apellido, como va deambulando por el mundo, y no sólo por razones de seguridad e independencia, sino también porque La Piedra dejó hace mucho tiempo de ser Fulano, hijo de Zutano), es uno de ellos al cual veo cada cinco años o más, cuando sus constantes viajes lo traen de vuelta al país.
El periplo periodístico de esta ocasión incluyó Bagdad, durante el comienzo de la ocupación yanqui, luego Argentina y Uruguay, Venezuela, después Centroamérica, antier Oaxaca, ahora los Altos de Jalisco y mañana Ciudad de México. No conozco a nadie que viaje tanto como él. En términos formales: a nadie más que tenga vivenciado un panorama internacional de ese tamaño. En términos objetivos: a nadie más que posea esa mirada poliédrica y global. Pietro es la antítesis del idiota encerrado en lo particular. Desde luego cuenta con un refugio rural donde vive en alguna parte de Europa, pero suele estar a gusto y completamente despierto e indagante en cualquier sitio, visitando sus intersticios, su vera realidad.
Entonces él cuenta que el imperio unipolar anglosajón en alianza simbiótica con los israelíes prepara una tercera guerra mundial nuclear; que en todas partes se va corroyendo el proceso civilizatorio y deteriorándose las relaciones humanas; que el neoliberalismo enfrenta una oposición mundial creciente; que Centroamérica es una zona de desastre a punto de sufrir una nueva desestabilización violenta; que Oaxaca es el episodio de un conflicto que recién comienza a proliferar.
Dos condiciones pueden ser necesarias en este recuento de calamidades: ver la historia como un espectáculo, aunque nos involucre, y practicar frecuentemente, sea con la imaginación o mediante otras técnicas, la anacronía voluntaria, es decir, la salida mental del tiempo histórico. Para ello debe requerirse conocer lo que algunos llaman Doctrina de la Aparición Simultánea, comprobar su manifestación en la realidad tangible, que de otra manera resultaría insoportable. Surge la enfermedad colectiva, el aciago tiempo que nos ha sido dado para vivir, y al mismo tiempo aparecen las respuestas, las tácticas y las resistencias pertinentes: la vida y sus antídotos, instrucciones de uso.
Hablamos de los monjes copistas del momento actual, de aquellos que en la edad oscura todavía se esmeran por cuidar del conocimiento y la sensibilidad. Hablamos de los placeres que desaparecen, tal vez inspirados en Graves: “pocas casas tienen jardines, poca gente sabe cocinar, pocos leen, pocos juegan, pocos toman paseos largos, pocos piensan por sí mismos, pocos tienen convicciones religiosas y pocos aman seriamente”. Una mención de Pietro a la Mara Salvatrucha coloca la amable lista anterior de placeres perdidos en su debido contexto. Me da copia de un artículo de Jane’s Intelligence Review sobre el tema, y en él abundamos.
Resulta curioso. Aunque Pietro atestigua los incidentes de esa geopolítica planetaria delirante, ahora que lo veo caminar por la abadía me inspira una inmensa tranquilidad humana. Este héroe personal no tiene pies de barro. Bajo bombardeo en Líbano, con la guerrilla sandinista en el monte, desde la Persia balcanizada por los bushitas, entre chamanes mongoles de Morón o en el cielo cuajado de estrellas de Rulfiana, Pietro de algún modo transforma los conflictos que cubre desde hace décadas: por mirarlos los hace humanos y los fija en la memoria. Tragedias como las guerras dan lugar a lo peor y a lo mejor de la especie. Quién sabe para qué hace lo que hace (para vivir, además), pero lo hace. Secuencialidad. Siempre habrá gente así entre nosotros. Sonrío y escucho a mi amigo con atención: la vida, instrucciones de uso.
Fernando Solana Olivares
Lo de afuera tampoco es fácilmente enunciado pues avanza quién sabe a dónde, a qué tipo de futuro inmediato, y no se conoce bien a bien cuál es su denominación: ¿cambio morfogenético, edad de hierro, edad oscura, época sin síntesis, cambio de estación, ajustes antes de la catástrofe, crujidos de la edad acuariana, preludio a otra cultura o, de plano y escatológicamente, el comienzo de la tribulación bíblica? El simple diría que es un problema de enfoque. El optimista diría que todo es cuestión de echarle ganas. El pesimista no diría nada, salvo densidades así: “¡despéñate, torrente de la inutilidad!”, al hablar de cómo pintan las cosas. Acaso el realismo solamente consista en reconocer el estado confuso de la realidad y aceptar que todo lo sólido se desvanece en el aire (Marx), con nosotros incluidos. (Anoto una cuestión que últimamente me planteo: ¿es el sujeto un “ser para la muerte”, según establece la filosofía contemporánea, o es un “ser para después de la muerte”, según afirman las tradiciones espirituales?)
El caso es que ayer llegó a verme mi amigo Pietro, La Piedra, al lugar donde vivo y que a veces, poniéndome lírico, llamo mi abadía ---“sólo he tenido una aspiración: pasar de la lírica a la prosa”, escribe Cioran---. A estas alturas de mi vida, la amistad ha sido tanto la sombra de una sombra como el escenario donde se ha cumplido aquella sentencia de que no hay peor enemigo que quien fue el mejor amigo. Pero conservo algunos camaradas entrañables, varios de los cuales son mis héroes personales. Pietro (sin apellido, como va deambulando por el mundo, y no sólo por razones de seguridad e independencia, sino también porque La Piedra dejó hace mucho tiempo de ser Fulano, hijo de Zutano), es uno de ellos al cual veo cada cinco años o más, cuando sus constantes viajes lo traen de vuelta al país.
El periplo periodístico de esta ocasión incluyó Bagdad, durante el comienzo de la ocupación yanqui, luego Argentina y Uruguay, Venezuela, después Centroamérica, antier Oaxaca, ahora los Altos de Jalisco y mañana Ciudad de México. No conozco a nadie que viaje tanto como él. En términos formales: a nadie más que tenga vivenciado un panorama internacional de ese tamaño. En términos objetivos: a nadie más que posea esa mirada poliédrica y global. Pietro es la antítesis del idiota encerrado en lo particular. Desde luego cuenta con un refugio rural donde vive en alguna parte de Europa, pero suele estar a gusto y completamente despierto e indagante en cualquier sitio, visitando sus intersticios, su vera realidad.
Entonces él cuenta que el imperio unipolar anglosajón en alianza simbiótica con los israelíes prepara una tercera guerra mundial nuclear; que en todas partes se va corroyendo el proceso civilizatorio y deteriorándose las relaciones humanas; que el neoliberalismo enfrenta una oposición mundial creciente; que Centroamérica es una zona de desastre a punto de sufrir una nueva desestabilización violenta; que Oaxaca es el episodio de un conflicto que recién comienza a proliferar.
Dos condiciones pueden ser necesarias en este recuento de calamidades: ver la historia como un espectáculo, aunque nos involucre, y practicar frecuentemente, sea con la imaginación o mediante otras técnicas, la anacronía voluntaria, es decir, la salida mental del tiempo histórico. Para ello debe requerirse conocer lo que algunos llaman Doctrina de la Aparición Simultánea, comprobar su manifestación en la realidad tangible, que de otra manera resultaría insoportable. Surge la enfermedad colectiva, el aciago tiempo que nos ha sido dado para vivir, y al mismo tiempo aparecen las respuestas, las tácticas y las resistencias pertinentes: la vida y sus antídotos, instrucciones de uso.
Hablamos de los monjes copistas del momento actual, de aquellos que en la edad oscura todavía se esmeran por cuidar del conocimiento y la sensibilidad. Hablamos de los placeres que desaparecen, tal vez inspirados en Graves: “pocas casas tienen jardines, poca gente sabe cocinar, pocos leen, pocos juegan, pocos toman paseos largos, pocos piensan por sí mismos, pocos tienen convicciones religiosas y pocos aman seriamente”. Una mención de Pietro a la Mara Salvatrucha coloca la amable lista anterior de placeres perdidos en su debido contexto. Me da copia de un artículo de Jane’s Intelligence Review sobre el tema, y en él abundamos.
Resulta curioso. Aunque Pietro atestigua los incidentes de esa geopolítica planetaria delirante, ahora que lo veo caminar por la abadía me inspira una inmensa tranquilidad humana. Este héroe personal no tiene pies de barro. Bajo bombardeo en Líbano, con la guerrilla sandinista en el monte, desde la Persia balcanizada por los bushitas, entre chamanes mongoles de Morón o en el cielo cuajado de estrellas de Rulfiana, Pietro de algún modo transforma los conflictos que cubre desde hace décadas: por mirarlos los hace humanos y los fija en la memoria. Tragedias como las guerras dan lugar a lo peor y a lo mejor de la especie. Quién sabe para qué hace lo que hace (para vivir, además), pero lo hace. Secuencialidad. Siempre habrá gente así entre nosotros. Sonrío y escucho a mi amigo con atención: la vida, instrucciones de uso.
Fernando Solana Olivares
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