Friday, January 15, 2010

LEYENDO A KEN WILBER / y III

La práctica integral de Ken Wilber, bosquejada en El ojo del espíritu (Kairós, Barcelona, 1998), consiste en un enfoque diseñado para ejercitar simultáneamente todos los niveles y dimensiones del cuerpomente de la persona, y al nivel físico ya mencionado sigue el trabajo en el nivel emocional.
Wilber cita diversas técnicas de respiración y movimiento (entre las cuales debe elegirse una y ser perseverante y sistémico en ella: fenomenal problema): t’ai chi, yoga, bioenergética, circulación de prana o energía-sensación (ejercicios de resensibilización corporal), así como el adiestramiento de una sexualidad encarnada en la totalidad del cuerpo y autotrascendente, que se puede aprender en las fuentes debidas.
En el nivel mental, el autor propone la incursión en alguna terapia psicoterapéutica o cognitiva, así como desarrollar el trabajo de contacto e incorporación de la sombra personal, la parte oscura de la psique. Sugiere además que la adopción de una filosofía consciente de la vida, el empleo de las visualizaciones mentales (que sirven al sujeto para cobrar conciencia de su conducta), y la construcción de afirmaciones vitales positivas, permiten el desarrollo humano en tal nivel.
En el nivel social, que llama interobjetivo, Wilber señala como indispensable el asumir la responsabilidad propia y personal con Gaia: “la naturaleza, la biósfera y las infraestructuras geopolíticas a todos los niveles”. Y en cuanto al terreno de las instituciones, indica que deben ejercerse “los deberes educativos, políticos y cívicos desde la familia hasta la ciudad, el estado, la nación y el mundo”.
En el nivel cultural (intersubjetivo, según lo designa) menciona el plano de las relaciones con la familia, los amigos y todos los seres sensibles, y el establecimiento de las mismas como parte del desarrollo propio, de la superación del egoísmo del yo. Asimismo, recomienda involucrarse en trabajos de voluntariado social y comprometerse “con el mundo intersubjetivo de la Bondad ejerciendo la compasión con todos los seres sensibles”.
Y por último, en el nivel espiritual, que estructura y explica como psíquico, sutil, causal y no dual, cuatro grados específicos y tangibles de dicha dimensión absolutamente verdadera y habitable, Wilber menciona diversas meditaciones y escuelas contemplativas pertinentes para cada uno de ellos, cuyos métodos psicofisiológicos de acceso a otros estados de conciencia están acreditados por la tradición y ahora, además, comprobados experimentalmente por la ciencia occidental.
La idea central de “cualquier abordaje auténticamente integral” (o sea, de un heroísmo, un malestar y una fuerza tales que lleven al sujeto a proponerse una transformación tan radical como vivir conscientemente en la multidimensionalidad) consiste en la elección de una práctica de cada categoría, de tantas categorías a la vez como se pueda, y de practicarlas sistemática y simultáneamente. Mientras más categorías se ensayen, más eficaz y redituable será la práctica personal, el despliegue de “los diversos potenciales del cuerpomente”, pues todos los niveles forman parte del ser humano, así éste lo sepa o no.
En la perspectiva de Wilber, una puesta al día de nociones provenientes de aquello que se llama Filosofía Perenne, la evolución integral supone que todo estado es absorbido, nunca destruido, por el nivel siguiente, y que los seis: el físico, el emocional, el mental, el social, el cultural y el espiritual, son indispensables para lograr que esos diversos potenciales del cuerpomente se obtengan aquí y ahora en la vida concreta del sujeto, en su acción cotidiana, en el momento histórico que le fue dado, cualquiera que éste sea.
“El cuerpismo (un rasgo distintivo del mundo moderno y postmoderno que nos mantiene atados al nivel corporal) es, de hecho ---escribe Wilber---, otro término para referirse al mundo chato, a la creencia de que las únicas realidades verdaderas son las sensoriales y empíricas, algo que afecta por igual a la cultura dominante y a la contracultura”. Este es uno de los obstáculos centrales para conseguir una práctica personal integral: el mundo de la superficie y sus envolturas brillantes que contienen nada pero embaucan a todos, el mundo chato. Y es el cuerpo físico el que nos coloca ahí.
En suma, Wilber, “el primero en haber desarrollado una teoría de campo unificado de la conciencia”, abre una vía distinta que permite comprender y poner en práctica otra forma cultural posible donde se incluye y se integra al cuerpo, a la mente, al alma y al espíritu. Su mera aparición y su notable consistencia, su reunión teórico y práctica, son sin duda parte de un proceso cognitivo, también integral, que viene sucediendo en estos tiempos culturalmente terminales: hay muchos mundos, están en éste, se deben integrar.
Así aceptamos que la casa del ser está hecha de varias habitaciones y que las mismas se deben visitar con frecuencia regular. Entonces, aunque suene lírico o aparentemente indemostrable, todo suceso vuelve a tener sentido, todo vivir se convierte en una aventura prodigiosa y todo sujeto sabe que está delante de su propio espectáculo personal, en ocasiones trágico, a veces feliz, a veces aburrido, donde cumple como actor y espectador de un guión ajeno. Pero si comprende cómo lograrlo y persevera en ello puede volverse codirector y escribirlo distinto, puede cambiar el guión. Ya es dueño de su espectáculo.

Fernando Solana Olivares

0 Comments:

Post a Comment

<< Home