Friday, May 04, 2018

EDIFICANDO EL MIEDO

Aristóteles creía que el miedo es un dolor o una agitación producida por la perspectiva de un mal futuro que consiga causar muerte o dolor. El miedo es una emoción determinada por algo no existente todavía y que puede o no suceder. Esta condición de inminencia, lo que va a ocurrir y no ocurre, hace que la emoción del miedo sea sobre lo que aún no está, y por ello se vuelve una fuerza paralizante. Quien sufre de miedo queda inmóvil. Un dicho del viejo Montherlant afirmaba que la gente no sabe hasta dónde puede atreverse ---es decir, no tener miedo--- sin peligro alguno, y que si lo supiera se volvería loca de arrepentimiento y pesar. Existen curas para el miedo. Una de ellas, por ejemplo, consistió en una frase de diez palabras con la que un padre educó a su pequeña hija: “No pasa nada, no somos de aquí, nos vamos mañana”. Tal síntesis la llevó, cuenta ella misma, a no sufrir esa parálisis, ese impedimento vital. Una feroz campaña para extender el miedo a López Obrador entre la masa electoral mexicana se sostiene todos los días por diversos y constantes canales: ejércitos de trolls en las redes propalando noticias falsas y contenidos simulados, comentaristas interesados y no objetivos al servicio de terceros, medios de comunicación contratados por la presidencia y los partidos, además de una campaña televisiva inclemente hecha de contenidos y escenas donde un futuro inmediato de miedo y temor se establece en el país ya, de una vez. Antes, López Obrador fue un peligro para México. Ahora pretenden volverlo un miedo para México. La campaña de manipulación y atemorizamiento es una mera proyección psicopolítica. Lo que el régimen y la partidocracia, lo que sus aliados económicos, superiores financieros y dueños geopolíticos trasladan y colocan entre la gente común, como si fuera de ella misma, es su propio miedo ante el riesgo que corren: un presidente que podrá romper por primera vez en mucho tiempo el pacto de impunidad y corrupción que ha envilecido, explotado al país durante décadas, y lo ha llevado más allá de los umbrales de un estado fallido y/o criminalizado donde se encuentra hoy. Un estado desfondado. Toda dominación necesita construir el consentimiento, y lo hace sobresocializando, repitiendo hasta la saciedad “sentidos comunes” o verdades acríticas que legitiman la dominación de las élites y las jerarquías sociales. El miedo está entre esos pensamientos ilusorios, a priori, no fundamentados, sino solamente representados en la pantalla como si la imagen virtual fuera por sí misma la verdad, y repetidos en las redes como si la repetición los convirtiera en hechos verdaderos. Esta fabricación del consentimiento se presenta de varias maneras: aplasta otras cosmovisiones, evapora la memoria histórica, desacredita las utopías, pone en circulación hechos de violencia caótica y de apariencia demencial, imponiendo así a la sociedad, según escribe Carlos Fazio, la cultura “del miedo y la delación”. Como lo hace un maestro de primero de secundaria quien dedica su clase a hablar mal de López Obrador y asustar al grupo con patrañas y dichos calumniantes que intentan fabricar un consenso histérico de temor para impedir su llegada al poder. Cree que las alumnas trasmitirán a sus familias el miedo. Una de ellas, valiente, lo confronta a nombre de todas, y el venal maestro la castiga con una baja calificación. Cuando la madre reclame, él dirá que se equivocó. La vida es seria en sus cosas, cada vez más. Lo que parece irse haciendo predominante es un contra consenso, la construcción de otro consentimiento colectivo dispuesto ---por vindicación, por pobreza, por hartazgo, por radical desconfianza, por ser parte de la población prescindible, por malos gobiernos crónicos, etcétera--- a pagar por ver, a votar por ver. Ni en la Independencia, la Revolución o la época moderna la izquierda mexicana pudo llegar al poder, a pesar de tener la razón histórica de su lado. Aunque Morena no sea del todo de izquierda, y en mucho represente un enigma, encarna la única opción posible para edificar una política de salvación nacional, si la época admite todavía decirlo así. La política es el arte de lo posible. Y la gente que se sabe mal representada, con empleos precarios, vidas cada vez peores en sociedades inseguras y colapsadas, podrá votar ahora más allá de la edificación del miedo. Los estados de gracia electorales surgen cuando el desastre social ha crecido. Fernando Solana Olivares

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