Friday, February 15, 2019

LO QUIEREN MÁS OSCURO

En la hermosa y escalofriante canción inicial que da título a su último disco (You want it darker), una elegía estoica quizá única en la historia de la música popular moderna, Leonard Cohen se dirige a Dios ---sea quien sea, esté donde esté, llámese como se llame--- en singular, al modo de un Job sutilmente irónico e imprecante pero entregado con confianza a la divina voluntad: “Si tú eres el que reparte las cartas / Estoy fuera del juego / Si tú eres el que cura / Estoy cojo y hecho trizas / Si tuya es la gloria / Entonces que la vergüenza sea mía / Lo quieres más oscuro / Nosotros asesinamos la llama”. Variantes más, variantes menos de la españolizada (y como siempre, regular) traducción de La llama (Salamandra, Madrid, 2018), un libro póstumo que reúne poemas, canciones, ilustraciones y notas personales inéditas editadas por su hijo Adam junto con dos académicos cercanos, en la canción retumba un coro grave, cantado con la áspera pero tan expresiva y a la vez dulce voz terminal, donde se condensa y resuelve la sincrética y peculiar relación que Cohen tuvo siempre con la divinidad, enunciada esta vez desde su tradición judía de origen. Una entrega, una demanda y una liquidación que clamaría así: “Hineni Hineni / Estoy listo, mi Señor”. Pocos meses antes de fallecer, Cohen confesó en su última entrevista: “Estoy preparado para morir. […] Llegado a cierto punto, y si todavía estás en tus cabales, […] tienes que aprovechar la oportunidad de dejarlo todo atado. Tal vez sea un cliché, pero se subestima su poder analgésico. Dejar todo en orden, si puedes hacerlo, es una de las actividades más reconfortantes, y los beneficios son incalculables.” Cohen no sólo dejó todo atado sino que además lo cantó, haciendo del final de sus días una máxima lección colectiva. Si Yourcenar puso en boca del emperador Adriano la legendaria petición final de la conciencia lúcida: “Entrar a la muerte con los ojos abiertos”, Cohen logró este empeño desde la música que siempre lo había acompañado, un tema inmenso al que habrá que volver. Extrapolando dichas muertes ejemplares, que parecieran volver integral la vida toda de quienes las logran, y también despejando el término Dios, una mera convención lingüística para expresar lo inexpresable, este texto quiere llevar al plural la afirmación del maestro múltiple Cohen. No es un “él” sino un “ellos” lo que enuncia: fuerzas empeñadas en oscurecer aún más nuestra época oscura, aunque se nos presente mediáticamente envuelta por los engañosos y parciales brillos tecnológicos de la bárbara hipermodernidad. Está en curso una batalla de alcances planetarios que, asumiendo especificidades nacionales, enfrenta por todas partes a masas de seres humanos despiadadamente considerados como “población prescindible” por el capitalismo salvaje neoliberal, con aquellas fuerzas, dominantes pero no todas visibles, que hoy los Chalecos Amarillos franceses, última irrupción de una sociedad global harta y enfurecida, llaman una Metamafia, una mafia de mafias responsable del estado de las cosas. El manifiesto “oficial” de los Chalecos Amarillos contiene veinticinco reivindicaciones ante la crisis. Siguiéndolas puede entenderse a quienes conducen como responsables y, de lograrse, a cuántas pequeñas, posibles y legítimas utopías sociales conducirían. Entre ellas se encuentran diversas exigencias sobre Economía, Educación, Política, Salud, Medio Ambiente y Asuntos Exteriores: Tope constitucional del 25 % a los impuestos públicos; aumento a las contrataciones gubernamentales de trabajadores para restablecer servicios públicos; proyectos de construcción masivos para albergar a cinco millones de franceses sin hogar; desagregación de monopolios bancarios y separación entre la banca regular y la de inversión; cancelación de deudas por tasas de rédito usurarias; protección constitucional de los intereses ciudadanos a través de referendos vinculantes; exclusión de grupos de presión e intereses particulares de las decisiones políticas; reducción de la evasión fiscal de los ultra-ricos; cese inmediato de privatizaciones y renacionalización de bienes públicos como aeropuertos, carreteras y ferrocarriles. Eliminación de técnicas educativas destructivas que responden a decisiones trasnacionales; cuadruplicación del presupuesto para el orden público y un sistema de justicia accesible y parejo para todos; desmantelamiento de los monopolios mediáticos y garantías efectivas a la libertad de opinión; prohibición de la obsolescencia planificada en los productos manufacturados; prohibición de envases contaminantes, cultivos transgénicos, plaguicidas cancerígenos, disruptores endocrinos y monocultivos; reindustrialización del país bajo normas sustentables; prevención de los flujos migratorios atendiendo causas y no castigando efectos. La única acción indispensable ante la oscuridad es el esclarecimiento, entre cuyas acepciones está la elucidación. Es un acto personal o colectivo de reconocimiento necesario para vivir. De otro modo, como advierte Cohen en su poema Lo que va a ocurrir, lo siguiente será insoportable: “ah, y otra cosa / no te va a gustar / lo que viene después”. Fernando Solana Olivares

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