Tuesday, June 02, 2015

TOC, TOC: KALI YUGA / I

El movimiento de la comprensión, dice el hermeneuta Gadamer, va continuamente de la totalidad a la parte para regresar a la totalidad. La tarea de la comprensión consiste en armonizar los fragmentos con la totalidad, una acción de circularidad cuyo fracaso significa el fracaso de la comprensión. Cuando se piensa en el hostil tiempo presente suelen perderse de vista las causas, las totalidades del mismo, ante la conspicua condición de sus atroces consecuencias, de los cada vez más a menudo insoportables fragmentos de lo que ocurre. Por ejemplo, el violento e insurreccional ataque narco del 2 de mayo en Jalisco, un estado criminalizado por las mafias delictivas y las autoridades estatales y municipales, las cuales por omisión inepta o por comisión activa resultan completamente responsables de la situación prevaleciente. Y ésta es, quizá, una de las peores circunstancias posibles: la inermidad ciudadana, la indefensión de la gente agredida por los delincuentes en su semiótica del terror, desamparada por policías, ministerios públicos, jueces y funcionarios públicos que voltean la vista ante los delitos que debieran perseguir o que impúdicamente se ostentan como cómplices de los facinerosos dado que ellos delinquen también. Se lo dice el taxista a la señora que lleva a bordo: en esta colonia habitan los maleantes. ¿Y por qué no los denuncia? pregunta ella. Porque a sus fiestas asisten los policías, explica el chofer. Durante la comida un empresario cuenta que detrás de su negocio hay algunas bodegas donde frecuentemente llegan individuos armados para descargar mercancía. De tanto en tanto incursiona por ahí el ejército pero siempre cuando las bodegas están solas: nunca detienen a nadie. ¿Y tú qué haces? inquiere algún amigo. Convivo con ellos rogándole a Dios que no reparen en mí, contesta él. La extorsión telefónica a la directora de la secundaria del pueblo la atemorizó por la precisa información que sobre su vida, sus costumbres y las de su familia ostentó quien la llamaba. Pagó la cobarde gabela exigida, que trastornó a toda la comunidad porque amenazaba atentar contra la vida de los alumnos, y pronto supo que provino de un pariente de la familia que dinásticamente ha monopolizado la presidencia municipal. Un increíble candidato por tercera ocasión al puesto en el cual ya fue señalado por vender la plaza a un cártel de la droga se muestra indiferente ante la indagación de su entrevistadora: no niega la imputación, nada más dice que nunca se ha comprobado. ¿Su eslogan de campaña? Tú me conoces. Y podría ganar otra vez. El método que busca las pautas circulares de las partes y la totalidad en el proceso de comprensión e interpretación sugiere llevar a cabo una operación cognitiva para obtener lo que se define como conocimiento fundado: “sólo relaciona”. El jueves 30 de abril el presidente Peña Nieto volvió a exhibir su lastimosa y ofensiva ignorancia durante la inauguración de la carretera León-Lagos de Moreno, al referirse a esos dos municipios como estados y enredarse en un trabalenguas de pena ajena plagado de dislates. Y el lenguaje es la casa del Ser. ¿Tal incompetencia cultural, tal menosprecio por el rigor expresivo y la exactitud verbal ---que pareciera no importar gran cosa ni al presidente ni a sus asesores, ya que ha sido una característica sistemática de su retórica discursiva--- está relacionada con la incompetente gobernanza que dos días después sufriría el ataque más devastador y espectacular en los últimos tiempos de un cártel del narcotráfico a las fuerzas policiacas? ¿Con la criminalización del estado nacional y la degradación creciente de sus oligarquías? ¿Con la corrupción inatacable y la impunidad orgánica que la fomenta y la protege, así se promulguen leyes que prometen ahora sí erradicar, o cuando menos castigar, tales patologías sociales? En su expresión inmediata, la realidad se degrada por causas que parecieran deberse sobre todo a la triste historia nacional: el idiosincrático karma mexicano. En otro nivel, el tiempo de un capitalismo financiero especulativo e inhumano, adorador del dinero como única deidad existente, acaso explica la irrupción de un período que va volviéndose opresivo. Pero desde otra escala, desde aquella perspectiva de la filosofía perenne que habla de cuatro edades en el tiempo, las razones de este crepúsculo histórico se encuentran en su misma condición terminal: la “Edad tristemente triste” que anticipó la tradición. Fernando Solana Olivares.

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