Friday, March 01, 2019

EL MÉTODO DE UN POETA

El método, dijo Hegel, es la organización de la experiencia. Lo que sigue proviene, extractado y casi literal, de las Cartas a un joven poeta escritas por Rainer Maria Rilke, poeta nacido en Praga el cuatro de diciembre de 1875 en medio del trágico imperio austrohúngaro y muerto entre las guerras del siglo veinte, habiendo visto el horror de la primera y percibiendo la segunda por venir. Ahora que se ocupan lecciones de abismo para entender el momento histórico, los poetas siguen siendo los legisladores secretos de la humanidad, los custodios de las metamorfosis de la conciencia, y su lenguaje, cargado de sentido a una máxima posibilidad, continúa protegiendo el sistema inmunológico del espíritu. La poesía resulta necesaria para sobrevivir con sensatez. La poesía de Rilke es existencial: un filosofar en torno al problema de la existencia, tema que acompañaría a la modernidad. Pero el poeta siguió en sus vagabundeos por Europa lo que llamó “la ley de vida propia”. Así su método poético fue una organización de la experiencia, practicable aun para los no poetas. Escúchese su voz. Uno. Acérquese a la naturaleza: trate de expresar como un primer hombre lo que ve y experimenta y ama y pierde. No escriba poesía de amor. Trate de evitar las formas demasiado corrientes y socorridas. Sálvese de los motivos generales yendo hacia aquellos que su vida cotidiana le ofrece. Dos. Diga sus tristezas y deseos, los pensamientos que pasan y su fe en alguna forma de la belleza. Utilice para expresarse las cosas que lo circundan, las imágenes de sus ensueños y los temas de su recuerdo. Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe, cúlpese usted. Para los creadores no hay pobreza ni lugar pobre, indiferente. Tres. Y aun cuando usted estuviese en una prisión: ¿no le quedaría siempre su infancia, esa riqueza imperial, preciosa, arca de sus recuerdos? Vuelva usted a ella su atención: procure hacer emerger las hundidas sensaciones de aquel vasto pasado. Y si de esta vuelta a lo interior, de este descenso al mundo propio surgen objetos creativos, humildemente dé las gracias. Cuatro. Una obra de arte es buena cuando ha sido creada necesariamente. En esta forma de originarse está comprendido un juicio de valor: no hay ningún otro. No sé darle otro consejo que éste: volver sobre sí y sondear las profundidades de donde proviene su vida. La obra de arte se hace con su pesadumbre y su grandeza, sin preguntar jamás por la recompensa que pudiera llegar de afuera. Cinco. Ironía: no se deje llevar por ella, especialmente en los momentos no creadores. En los momentos creativos trate de utilizarla como un medio para comprender la vida. Busque lo profundo de las cosas, hasta ahí no desciende la ironía. Seis. Otra cosa: viva usted en los libros. Aprenda de ellos lo que le parezca digno de ser aprendido; pero sobre todo, ámelos. Este amor le será retribuido mil y mil veces, sea cual sea su vida. Ese amor irá por el tejido de su existir como uno de los más importantes hilos de sus experiencias, decepciones y alegrías. Siete. Al ir por los libros amados uno es un asombrado viandante. Siempre repiten su prodigioso poder y su orden fabuloso sobre el lector. Uno se hace más y más conocedor, más agradecido, mejor y más sencillo en el mirar, más penetrado de fe en la vida. Las obras de arte son de una infinita soledad, y poco abordables por la crítica. Solamente el amor puede comprenderlas y tratarlas y ser justo con ellas. Ocho. Lo encarezco a que tenga paciencia frente a todo lo no resuelto del corazón. Y que trate de amar los problemas mismos como a cerrados aposentos o a libros escritos en un idioma extraño. No busque ahora respuestas: no le pueden ser dadas porque no podría vivirlas. Y de eso se trata: vivirlo todo. Nueve. Viva usted los problemas: poco a poco, sin advertirlo, penetrará en la respuesta. Edúquese para esto, reciba con gran confianza lo que sobrevenga: tómelo sobre sí y no reniegue de nada. Es arduo lo que nos fue encomendado: casi todo lo serio lo es, y todo es serio. Diez. Turbias se han hecho todas las profundas y sencillas necesidades por las cuales la vida se renueva. Pero el individuo puede purificarlas para sí y vivir claramente (y si no el individuo, que está en demasiada dependencia de sí, el solitario). Inclinándose por necesidades que son más grandes que el placer y el dolor. Once. Sea bueno con los que se rezagan. Procure cierto modo de comunión sencilla y leal. Ame en ellos la vida bajo una forma extraña. No pida usted consejo alguno y no cuente con la menor comprensión. Crea en el amor que le está reservado como herencia, de tal fuerza y bendición que serán suficientes. Su soledad, aun en medio de difíciles condiciones, le será sostén y hogar: desde ella encontrará usted todos sus caminos. En su poética Rilke escribió: “Lo aprendo diariamente, lo aprendo en medio de dolores a los que estoy agradecido”. El principio del placer fue opuesto al método que el poeta de Praga construyó para sí mismo. Un vehículo para comprender su vida y alcanzar después la otra orilla. Consistió en encontrar la mirada de la belleza, siempre oculta alrededor. Fernando Solana Olivares

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