Friday, July 05, 2019

LA CAPITANA RACKETE

La línea argumental de la bondad es simple. La de la maldad, en cambio, se disfraza de leyes, argumentos y retórica. Se ampara en genes “egoístas”, fatalidades instintivas y determinaciones ideológicas así. Las heladas aguas del egoísmo capitalista, como las llamó Marx, son contrarias a la bondad. La bondad, dicen los viejos textos, es la determinación de la voluntad para hacer bien a los demás. La bondad sugiere la acción útil para otro. Tales fueron los argumentos de la capitana del barco humanitario Carola Rackete, marinera alemana de 31 años, al recoger a cuarenta y dos migrantes africanos que iban a bordo de un bote no apto para el mar lanzado al Mediterráneo por traficantes de personas en Libia ---otro país más deshecho hace no mucho por Estados Unidos y sus aliados europeos, que ahora se compone de campos de esclavitud dominados por mafias criminales y clanes guerreros---, y tenerlos a bordo por 17 días ante la negativa o demora de varios países de la Unión Europea al recibirlos como refugiados. De ahí su decisión de amarrar en el puerto de Lampedusa y tener que embestir una lancha de la policía italiana para forzar el desembarco de los migrantes agotados. Después de ser arrestada por la policía, Rackete enfrenta, además de la ira del ministro ultraderechista Matteo Salvini y sus seguidores ante su desafío, una posible condena de 10 años, una multa de 58 mil dólares debida a una ley contra los barcos de rescate privados y hasta la confiscación del barco que manda, Sea Watch 3. La joven capitana estudió Ciencias Náuticas y Protección del Medio Ambiente en Alemania e Inglaterra y durante ocho años ha navegado rompehielos para investigación polar en el Ártico y la Antártida. Esas regiones le parecen hermosas e inspiradoras según sus propias palabras, pero muy tristes porque muestran lo que los humanos estamos haciendo con el planeta. Efectivamente: después de la tragedia de la migración humana que semeja un éxodo bíblico, pocas cosas más tristes hay en los últimos días como la foto de un oso polar a ciento cincuenta kilómetros de su territorio buscando comida entre la basura. Los barcos humanitarios que asumieron la asistencia a los migrantes ante la retirada de los buques militares en el Mediterráneo ahora son considerados cómplices de los traficantes de seres humanos por el maligno gobierno xenofóbico de Salvini. San Jerónimo, padre latino de la Iglesia, paisano de tal político cruel, estableció que el mayor mal es la corrupción del bien. La mezcla tóxica de la ultraderecha italiana y el movimiento antisistema castiga, criminaliza, corrompe la acción correcta: “No importa cómo te has metido en una situación de peligro. A los bomberos eso no les importa, en los hospitales tampoco. Para la ley marítima tampoco eso importa. Si se necesita rescatar a alguien en el mar, tienes el deber de rescatarlo”, declaró la marinera Carola Rackete al sitio El Clarín. Una vez más el mito que teledirige los pasos humanos: esta primera capitana de un barco humanitario actúa como Antígona, quien desafiando al tirano Creonte entierra a su hermano Polinices convencida de estar haciendo lo correcto. Dicha certeza moral es la misma que la de aquel hombre bueno contado en esta columna, el francés Cédric Herrou juzgado hace unos meses por ayudar a migrantes en peligro a ingresar a Francia: “Usted me está juzgando por saltarme un semáforo en rojo y no quiere escuchar por qué lo hice. Me lo salté para dejar pasar a la ambulancia que venía detrás”, explicó el agricultor de 39 años y activista humanitario ante la esquemática literalidad legaloide del juez. Rackete y Herrou serían parte de aquella última estructura grupal de participación solidaria, alrededor de un tótem y un clan cuya deidad era femenina, que el poeta y mitólogo Graves llamó Nosotros. Sus integrantes no se conocen entre sí salvo cuando emprenden una tarea de beneficio común, cuando hacen el bien. Este espacio común representa lo que el nuevo realismo filosófico intenta: reparar, más allá de diagnosticar el estado de las cosas. La bondad, la acción correcta son mandatos morales que se eligen éticamente junto con sus consecuencias. La capitana Rackete está dispuesta a ir a la cárcel y defenderse en la corte por su auxilio a seres en estado de necesidad extrema, a las puertas de la muerte, y después su desembarco forzado. “Lo que estamos haciendo es lo correcto”, ha repetido. A riesgo de darle un sesgo idealizado, anticínico ---indispensable a veces para beber pycros, el agua amarga del reconocimiento---, la bondad es una fuerza humana que sigue actuando entre nosotros a pesar del discurso cultural hegemónico de la indiferencia y el egoísmo personales como bien mayor. Ahora, cuando como dice el ecologista Hulot tenemos que combinar el llegar a fin de mes con el fin del mundo, todo es simultáneo y se afecta entre sí. La bondad, la conducta correcta, el cumplimiento del deber, decididos por la persona como imperativo categórico para sí misma, son propios de la fuerza y el valor. También de la alegría. La bondad es la pasión de los fuertes. La capitana Rackete está alegre, nadie ayuda con tristeza. Fernando Solana Olivares

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