USTED Y EL CUERPO / y II
La unidad básica. El cuerpo y la mente (el cuerpo físico y el cuerpo mental) forman parte de una entidad esencial e inseparable que constituye la condición humana, así la cultura occidental judeocristiana haya consolidado a lo largo de los siglos una visión dualista donde se afirma que la mente es el verdadero sitio de la conciencia (“pienso, luego existo”), y que la corporeidad, lo somático, solamente representa el vehículo físico donde dicha conciencia está fatalmente confinada. Tal insistencia conceptual ha derivado en una disociación operativa que el sujeto constantemente lleva a cabo entre la mente y el cuerpo, y cuyas consecuencias son visibles en todas las patologías sociales de la época, en el mundo desencantado de nuestros días, donde las esencias han sido reemplazadas por las formas, el amor por el matrimonio, la enseñanza por la escuela, la salud por el hospital, la creatividad por el estilo, la motivación por la carrera, las relaciones civiles por el gobierno, la amistad por el club, la diversión espontánea por el entretenimiento programado, el ser alguien por el ser algo, el existir por el tener. Ahora “la gente se reconoce a sí misma en sus bienes, se han convertido en lo que poseen”, escribiría Herbert Marcuse.
Los cinco cuerpos. El cuerpo físico es el territorio prioritario de la ciencia y la medicina occidentales. Por eso un médico chino, citado por Morris Berman, alguna vez concluyó que la medicina occidental trata esencialmente sobre cadáveres. Y aun cuando la filosofía occidental sólo reconoce la existencia de los dos primeros cuerpos, el físico y el mental, hasta hace muy poco es que la ciencia médica moderna ha comenzado a reconocer el papel que la mente juega en la enfermedad y en la curación, subsanando apenas la distorsión mecánica entre la mente y el cuerpo. El tercer cuerpo, el cuerpo del alma, también descrito como el cuerpo del inconsciente, contiene el destino individual. E ignorarlo significa, según Robert Masters, soñar el sueño de las masas, “tal como se proyecta dentro de la mente desde la pantalla de televisión”. Según la tradición gnóstica, que el autor citado ha traspuesto al lenguaje actual, esa es la diferencia entre los “dormidos” mayoritarios y los pocos “despiertos” que entre nosotros hay: éstos han hecho contacto con sus propios destinos individuales a través de ese nivel mental, que no es un mero reservorio de fuerzas peligrosas y reprimidas, como afirma la mecanicidad freudiana, sino un potencial oculto que bien utilizado permite encontrar el alma de cada quien, o “cultivarla”, como afirmaba la teología medieval, una actividad que distingue a los “dormidos” de los “despiertos”. El cuarto cuerpo, el mágico, puede entenderse como la mente que existe en la materia y explica aquellos fenómenos incomprensibles para el racionalismo común. Y el quinto cuerpo, el espiritual, como la configuración somática y psíquica de una sociedad en un momento histórico específico ---el Zeitgeist o Espíritu de la época postulado por Hegel, hoy descrito como un “campo morfogenético” que está en cada individuo y es común a toda una colectividad. Cinco niveles de existencia, cinco cuerpos interactuantes entre sí, cinco cuerpos en usted o en mí, lo sepamos o no.
El sentido y el significado. Usted puede aceptar que los asuntos fundamentales de su vida personal son sobre todo asuntos de significado. Pero la pérdida de significado del mundo colectivo e individual que hoy ha llegado a límites casi insoportables ---la división tajante entre el hecho que sucede y el valor que se le otorga---, comenzó a ser irreversible desde hace cuatro siglos a partir del cambio de mentalidad originado por la Revolución Científica, la cual enfatizó una rígida distinción entre el observador y lo observado, entre la conciencia individual y el mundo que la rodea, entre los fenómenos de la vida y la importancia mental que les atribuye una cultura ahora generalizada cuyo énfasis cognitivo establece la distancia insalvable entre el sujeto y el objeto e insiste en la discriminación del pensamiento dual (afuera vs. adentro, cuerpo vs. mente, objetividad vs. subjetividad).
Dicen los otros historiadores que antes hubo una conciencia humana participativa en el mundo, diferente a la de ahora cuando el sistema de pensamiento se interesa en los fenómenos existentes sólo en la medida en que puedan ser captados como independientes de la conciencia, como si el fenómeno y su observación fueran categorías separadas. Pero la pauta ideal para cualquiera consistiría en estar en el mundo con una actitud de actividad vivencial y curiosidad, con un gesto de equilibrio y pertenencia, ajeno tanto en la actitud como en el gesto a la idea judeocristiana de un ego dueño y señor de la naturaleza, y cercano, en cambio, a una nueva política de la conciencia que acepta la condición humana de huéspedes de la naturaleza, de cocreadores interdependientes y comprometidos con lo real. Usted habrá hecho una distinción fisiológica, somática y soberana, entre la aclimatación y la adicción.
Déjese guiar entonces por su cuerpo integral (cinco en uno): el mundo volverá a ser un lugar encantado, tendrá sentido y significado. Lo anterior es complejo, pero no complicado. Si sigue a ese cuerpo con fidelidad no habrá tenido una carrera sino una vida, no habrá tenido una biografía colectiva sino un destino personal. Su ego será un participante agradecido de lo existente y no un demonio neurótico de lo inhumano. Todo conocimiento se produce en términos de significado y cada conocedor está implicado en lo conocido. Haga la prueba usted.
Fernando Solana Olivares
Los cinco cuerpos. El cuerpo físico es el territorio prioritario de la ciencia y la medicina occidentales. Por eso un médico chino, citado por Morris Berman, alguna vez concluyó que la medicina occidental trata esencialmente sobre cadáveres. Y aun cuando la filosofía occidental sólo reconoce la existencia de los dos primeros cuerpos, el físico y el mental, hasta hace muy poco es que la ciencia médica moderna ha comenzado a reconocer el papel que la mente juega en la enfermedad y en la curación, subsanando apenas la distorsión mecánica entre la mente y el cuerpo. El tercer cuerpo, el cuerpo del alma, también descrito como el cuerpo del inconsciente, contiene el destino individual. E ignorarlo significa, según Robert Masters, soñar el sueño de las masas, “tal como se proyecta dentro de la mente desde la pantalla de televisión”. Según la tradición gnóstica, que el autor citado ha traspuesto al lenguaje actual, esa es la diferencia entre los “dormidos” mayoritarios y los pocos “despiertos” que entre nosotros hay: éstos han hecho contacto con sus propios destinos individuales a través de ese nivel mental, que no es un mero reservorio de fuerzas peligrosas y reprimidas, como afirma la mecanicidad freudiana, sino un potencial oculto que bien utilizado permite encontrar el alma de cada quien, o “cultivarla”, como afirmaba la teología medieval, una actividad que distingue a los “dormidos” de los “despiertos”. El cuarto cuerpo, el mágico, puede entenderse como la mente que existe en la materia y explica aquellos fenómenos incomprensibles para el racionalismo común. Y el quinto cuerpo, el espiritual, como la configuración somática y psíquica de una sociedad en un momento histórico específico ---el Zeitgeist o Espíritu de la época postulado por Hegel, hoy descrito como un “campo morfogenético” que está en cada individuo y es común a toda una colectividad. Cinco niveles de existencia, cinco cuerpos interactuantes entre sí, cinco cuerpos en usted o en mí, lo sepamos o no.
El sentido y el significado. Usted puede aceptar que los asuntos fundamentales de su vida personal son sobre todo asuntos de significado. Pero la pérdida de significado del mundo colectivo e individual que hoy ha llegado a límites casi insoportables ---la división tajante entre el hecho que sucede y el valor que se le otorga---, comenzó a ser irreversible desde hace cuatro siglos a partir del cambio de mentalidad originado por la Revolución Científica, la cual enfatizó una rígida distinción entre el observador y lo observado, entre la conciencia individual y el mundo que la rodea, entre los fenómenos de la vida y la importancia mental que les atribuye una cultura ahora generalizada cuyo énfasis cognitivo establece la distancia insalvable entre el sujeto y el objeto e insiste en la discriminación del pensamiento dual (afuera vs. adentro, cuerpo vs. mente, objetividad vs. subjetividad).
Dicen los otros historiadores que antes hubo una conciencia humana participativa en el mundo, diferente a la de ahora cuando el sistema de pensamiento se interesa en los fenómenos existentes sólo en la medida en que puedan ser captados como independientes de la conciencia, como si el fenómeno y su observación fueran categorías separadas. Pero la pauta ideal para cualquiera consistiría en estar en el mundo con una actitud de actividad vivencial y curiosidad, con un gesto de equilibrio y pertenencia, ajeno tanto en la actitud como en el gesto a la idea judeocristiana de un ego dueño y señor de la naturaleza, y cercano, en cambio, a una nueva política de la conciencia que acepta la condición humana de huéspedes de la naturaleza, de cocreadores interdependientes y comprometidos con lo real. Usted habrá hecho una distinción fisiológica, somática y soberana, entre la aclimatación y la adicción.
Déjese guiar entonces por su cuerpo integral (cinco en uno): el mundo volverá a ser un lugar encantado, tendrá sentido y significado. Lo anterior es complejo, pero no complicado. Si sigue a ese cuerpo con fidelidad no habrá tenido una carrera sino una vida, no habrá tenido una biografía colectiva sino un destino personal. Su ego será un participante agradecido de lo existente y no un demonio neurótico de lo inhumano. Todo conocimiento se produce en términos de significado y cada conocedor está implicado en lo conocido. Haga la prueba usted.
Fernando Solana Olivares
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