TOC, TOC: KALI YUGA / y II.
Las visiones terminales de las épocas humanas niegan la interpretación lineal característica de las filosofías progresistas dominantes y en su lugar proponen un perspectiva cíclica o escatológica del tiempo histórico. Hay quienes afirman que el surgimiento de estos enfoques proviene del irracionalismo y que tienden a proliferar en los periodos decadentes de las civilizaciones, en las fases de desintegración transitoria o catastrófica como la actual.
Uno de los pensadores afines a estas concepciones ---propias de una “filosofía de la crisis” opuesta a los valores de la modernidad, como la define acertadamente Francisco Miñarro, un especialista en el tema--- es el historiador de origen ruso Nicolás Berdiaev, quien en 1937 publicó el libro Una nueva Edad Media. Reflexiones acerca de los destinos de Rusia y Europa, en el cual postulaba una concepción orgánica del individuo y la sociedad (el hombre pertenece orgánicamente a conjuntos reales organizados jerárquicamente en el cosmos), descartando la división entre el mundo espiritual y el mundo histórico, entre la historia celestial y la historia terrenal, una separación que para él no sería más que otra trágica y falaz ilusión de la conciencia materialista.
“Todas las señales atestiguan que hemos salido de una era diurna para entrar en una era nocturna”, escribió Berdiaev, una noche histórica donde se exhibirá el abismo del ser humano moderno atraído por centros ilusorios y formas vacías de contenido, meramente superficiales, degradadas y evanescentes. Tal agotamiento espiritual del día racionalista ---humanismo, racionalismo e individualismo como manifestaciones de un proceso que termina: el fin del Renacimiento--- es necesario para transitar hacia un nuevo periodo universal de la historia. Y en dicho tránsito Berdiaev advierte la multiplicación de fuerzas caóticas que traen consigo la barbarización.
Esa barbarización no debe ser interpretada como suele acostumbrarse en términos de la moral recibida o al modo sentimental y nostálgico del mundo que está terminando. Se requiere, señala Berdiaev, un sentido renovado de las viejas nociones categóricas, un nuevo lenguaje, similar en su empeño renovador a aquel que ya en épocas remotas ha surgido para nombrar el tiempo que cambia de modo radical. Los viejos términos como “progreso” o “reacción” (o “derecha” e “izquierda”) deben reemplazarse pues no designan ya la realidad.
Así, un nuevo pensamiento que responda ante la disolución de los valores burgueses ---esa conocida ilusión de la “vida ordinaria”--- surgirá no sin antes enfrentar una posibilidad negativa que ya ocurre a nuestro alrededor: el desarrollo de la civilización técnica hasta sus últimas posibilidades y consecuencias, que Berdiaev, junto con autores como Ernst Jünger, definen como magia negra ---que no otra cosa parece ser la avasallante enajenación que producen las pantallas portátiles y la tecnología virtual.
La nueva Edad Media es un recogimiento intelectual de carácter doble: por un lado el adormecimiento de las mayorías ---para las cuales en sentido estricto no hay nada más que eso--- y el recogimiento intelectual operado en la oscuridad de la época por ciertos grupos e individuos del que surgirá una renovación de la conciencia humana. ¿Los signos? Desde la supresión del individualismo y el colectivismo extremos hasta la irrupción de morfologías más simples y elementales donde el principio de cooperación y la acción gremial irán aumentando la vigencia de los pequeños formatos humanos. La recuperación del ámbito espiritual y aun de las narrativas devocionales arcaicas como ese islam del siglo VII que hoy pretende dominar violentamente el mundo y someterlo. La multidimensionalidad, el multiverso.
Berdiaev advierte sobre la necesidad de armarnos espiritualmente ante el presentimiento de la noche histórica: “la libertad del hombre no es tan sólo una reivindicación, sino una obligación que implica menos lo que exige él mismo que lo que se exige de él”. Es la entropía social de la “cultura domesticada” que debe superarse en nuestra época terminal: todo fin de un mundo, diría Guénon, otro pensador a contracorriente, es el fin de una ilusión.
El narcoterror y la violencia están entre nosotros, los criminales y los políticos que administran la pesadilla son parte del problema. No pueden obviarse, pero sólo son comparsas idiotas de un drama histórico que va mucho más allá. Algo estremece la puerta. Puede derribarla: ya está aquí.
Fernando Solana Olivares.
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