EL AUTORITARISMO DÉBIL
Haciendo cuentas sobre el inepto gobierno de Petronio Máximo, uno más de los tantos ambiciosos que usurparon el poder imperial romano en sus decadentes postrimerías, el historiador Edward Gibbon escribió ciertas líneas que pueden repetirse hoy, pues hacen sentido, a escasos quince días de ostentar Felipe Calderón, mediante un estrecho y dudoso margen electoral, la presidencia del país: “Pero el día mismo de su encumbramiento le anocheció para su felicidad, pues quedó encerrado en su palacio, y tras pasar la noche en vela, suspiró de que había llegado a la cumbre de sus anhelos, y sólo ansiaba ya apearse de tan azarosa elevación”. Es posible que ni él ni sus bisoños asesores ni los poderosos intereses capitalistas a los cuales sirven estén ansiando desde ahora desprenderse de esa azarosa elevación, pero lo que sí resulta harto patente en las tempranas decisiones políticas, económicas y sociales de su régimen es la manifestación de una voluntad autoritaria, de un comportamiento sectario y de un discurso amenazante provenientes del miedo y no de la confianza, de la imposición y no del diálogo, de las represalias y no de la clemencia, del despotismo y no del afán democrático. Una fuerza sobreactuada que compensa y oculta la debilidad real.
La insurrección popular de Oaxaca contra el gangsteril gobierno local y sus élites corruptas derivó en una oleada represiva y cruenta que en adelante marcará, sin remedio, al gobierno calderonista, cuyo estreno no pudo ser más impolítico y antidemocrático. Lo que mal comienza mal acaba, dice el invertido refrán popular. Y este pequeño mandatario prefirió aliarse con lo más envilecido y patológico de la política mexicana, Ulises Ruiz y sus secuaces, aquellos que perseverantemente nos van llevando a la descomposición y al estallido, en lugar de atender (y entender) un fenómeno social legítimo fundado en el hartazgo ante setenta y tantos años de mal gobierno, de robo inconmensurable, de absoluta y violenta impunidad. Los saldos oaxaqueños son dramáticos y ---para desgracia nacional, pues cualquiera habría deseado otra manera de comenzar un nuevo gobierno--- achacables tanto al delincuencial gobernador Ruiz como al endurecido presidente Calderón apenas en sus primeras dos semanas de ejercicio, conforme detalla algún espeluznante reporte local entre tantos que circulan en la red:
“Las semanas que acabamos de concluir han sido terribles para Oaxaca. A partir del 25 de noviembre se desató una oleada brutal de detenciones y secuestros de personas que forman parte del movimiento ciudadano, decenas de casas se allanaron sin orden judicial, más de 150 detenidos fueron trasladados a cárceles de Tamaulipas y Nayarit, varios profesores que impartían clases resultaron detenidos frente a sus alumnos principalmente en la región de Valles Centrales. En estos últimos días también se apresó a personas que realizaban tareas de información sobre el movimiento, como el periodista indígena Juan de Dios Gómez. Una constante han sido las torturas y los maltratos a todos los detenidos. Los primeros reportes desde Nayarit consignaban que 48 compañeras sufrieron abusos físicos humillantes y agresiones sexuales. Hay más de 120 personas desaparecidas, se han detectado entierros clandestinos en el panteón de Santa Lucía y se mencionan entre 40 y 50 cadáveres sin identificar en la morgue. Los grupos oaxaqueños de Derechos Humanos están imposibilitados para actuar pues gran parte de sus integrantes se encuentran escondidos y sus oficinas cerradas ante la amenaza de ser atacados por pistoleros. Una iglesia que era refugio de ciudadanos ha sido baleada, una oficina de auxilio social fue quemada y un sacerdote que colaboraba en ella, como escarmiento, resultó golpeado. En esta semana fueron liberados los asesinos del periodista Bradley Roland Will, miembros del grupo paramilitar que auspicia el gobierno del estado. Los responsables de estos hechos de barbarie y de violación sistemática a las garantías constitucionales han sido elementos de la Policía Federal Preventiva y bandas de sicarios del gobernador Ulises Ruiz formadas por policías vestidos de civil y por porros y golpeadores integrantes del PRI”.
Este atroz retrato ---incompleto, pues la lista de infamias oaxaqueñas es mucho mayor---, propio del autoritarismo debido al proyecto político que definirá a este régimen represivo (el de un México “triunfador”), se vincula directamente con la “mezquina” (como acertadamente la llamó Carlos Marín en su columna de Milenio Diario el 12/XII/06) propuesta presupuestal calderonista de gasto federal donde se propone aumentar escandalosamente el gasto para las fuerzas armadas y el aparato judicial y se reducen las asignaciones en educación, salud, alimentación, indigenismo y cultura. Mezquindad, miopía, insensibilidad, sí, pero además represalias directas contra el interés de aquellos sectores que fueron mayoritariamente proclives a la propuesta electoral de López Obrador, sobre el cual casualmente pesan, pues todavía están vigentes, 79 averiguaciones previas, de acuerdo a la reciente y amenazante filtración periodística hecha por la PGR de Calderón (Jaime Avilés en La Jornada. 9/XII/06). El yunque que tienen por cabeza no les permite a los panistas y a su flamante y autoritario presidente saber que los oráculos llamaron ciegos a quienes llegando a un territorio escogieron el peor sitio a pesar de las bondades evidentes de otra posición. Lo dicho: nadie ve lo que no puede, así el mismo día de su triunfo comience la noche de su felicidad.
Fernando Solana Olivares
La insurrección popular de Oaxaca contra el gangsteril gobierno local y sus élites corruptas derivó en una oleada represiva y cruenta que en adelante marcará, sin remedio, al gobierno calderonista, cuyo estreno no pudo ser más impolítico y antidemocrático. Lo que mal comienza mal acaba, dice el invertido refrán popular. Y este pequeño mandatario prefirió aliarse con lo más envilecido y patológico de la política mexicana, Ulises Ruiz y sus secuaces, aquellos que perseverantemente nos van llevando a la descomposición y al estallido, en lugar de atender (y entender) un fenómeno social legítimo fundado en el hartazgo ante setenta y tantos años de mal gobierno, de robo inconmensurable, de absoluta y violenta impunidad. Los saldos oaxaqueños son dramáticos y ---para desgracia nacional, pues cualquiera habría deseado otra manera de comenzar un nuevo gobierno--- achacables tanto al delincuencial gobernador Ruiz como al endurecido presidente Calderón apenas en sus primeras dos semanas de ejercicio, conforme detalla algún espeluznante reporte local entre tantos que circulan en la red:
“Las semanas que acabamos de concluir han sido terribles para Oaxaca. A partir del 25 de noviembre se desató una oleada brutal de detenciones y secuestros de personas que forman parte del movimiento ciudadano, decenas de casas se allanaron sin orden judicial, más de 150 detenidos fueron trasladados a cárceles de Tamaulipas y Nayarit, varios profesores que impartían clases resultaron detenidos frente a sus alumnos principalmente en la región de Valles Centrales. En estos últimos días también se apresó a personas que realizaban tareas de información sobre el movimiento, como el periodista indígena Juan de Dios Gómez. Una constante han sido las torturas y los maltratos a todos los detenidos. Los primeros reportes desde Nayarit consignaban que 48 compañeras sufrieron abusos físicos humillantes y agresiones sexuales. Hay más de 120 personas desaparecidas, se han detectado entierros clandestinos en el panteón de Santa Lucía y se mencionan entre 40 y 50 cadáveres sin identificar en la morgue. Los grupos oaxaqueños de Derechos Humanos están imposibilitados para actuar pues gran parte de sus integrantes se encuentran escondidos y sus oficinas cerradas ante la amenaza de ser atacados por pistoleros. Una iglesia que era refugio de ciudadanos ha sido baleada, una oficina de auxilio social fue quemada y un sacerdote que colaboraba en ella, como escarmiento, resultó golpeado. En esta semana fueron liberados los asesinos del periodista Bradley Roland Will, miembros del grupo paramilitar que auspicia el gobierno del estado. Los responsables de estos hechos de barbarie y de violación sistemática a las garantías constitucionales han sido elementos de la Policía Federal Preventiva y bandas de sicarios del gobernador Ulises Ruiz formadas por policías vestidos de civil y por porros y golpeadores integrantes del PRI”.
Este atroz retrato ---incompleto, pues la lista de infamias oaxaqueñas es mucho mayor---, propio del autoritarismo debido al proyecto político que definirá a este régimen represivo (el de un México “triunfador”), se vincula directamente con la “mezquina” (como acertadamente la llamó Carlos Marín en su columna de Milenio Diario el 12/XII/06) propuesta presupuestal calderonista de gasto federal donde se propone aumentar escandalosamente el gasto para las fuerzas armadas y el aparato judicial y se reducen las asignaciones en educación, salud, alimentación, indigenismo y cultura. Mezquindad, miopía, insensibilidad, sí, pero además represalias directas contra el interés de aquellos sectores que fueron mayoritariamente proclives a la propuesta electoral de López Obrador, sobre el cual casualmente pesan, pues todavía están vigentes, 79 averiguaciones previas, de acuerdo a la reciente y amenazante filtración periodística hecha por la PGR de Calderón (Jaime Avilés en La Jornada. 9/XII/06). El yunque que tienen por cabeza no les permite a los panistas y a su flamante y autoritario presidente saber que los oráculos llamaron ciegos a quienes llegando a un territorio escogieron el peor sitio a pesar de las bondades evidentes de otra posición. Lo dicho: nadie ve lo que no puede, así el mismo día de su triunfo comience la noche de su felicidad.
Fernando Solana Olivares
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