Friday, December 08, 2006

EL PRIMER DÍA DEL FINAL

No será ni venturoso ni edificante lo que hoy viernes ocurra en San Lázaro, pero sin duda será inevitable. Las lecturas litúrgicas del domingo repetirán en los templos católicos una frase de Lucas que puede alterarse ---cometiendo un abuso de la interpretación--- para determinar estos días turbulentos iniciados muchos meses antes del 2 de julio: “Que el Señor los fortalezca hasta que la democracia vuelva”. Tal vez sea del todo inexacto reemplazar la mención evangelista del regreso de Jesús con el término laico “democracia”, pero mucho más al convocarse una circunstancia republicana que no existe entre nosotros: elecciones limpias y confiables, aplicación de las leyes, autonomía de los poderes públicos, derechos inconfiscables de los ciudadanos, recursos electorales transparentes, autoridades honorables y objetivas.
Sin haber mostrado una mínima imaginación política, algún talento negociador o cierta sensibilidad, aunque fuera discursiva, frente a la cada vez más delicada situación general del país; fugándose hacia adelante con un tecnocrático plan de gobierno seudofuturista llamado 20-30, aludiendo a esas décadas por venir bien sea por incompetencia para considerar la grave naturaleza de lo inmediato o bien por manifestar desde ahora el aferramiento sectario al poder; incapaz de entender el inmenso y atávico problema social de Oaxaca como algo mucho más complejo que un asunto a “resolver” por el inepto gobierno de Vicente Fox y no por el suyo, ya no se diga a participar en él mediante el diálogo con los insurrectos, una brillante acción de estadista que le hubiera comenzado a dar aquella legitimidad política que para varios millones de mexicanos no posee, Felipe Calderón llega a la Presidencia a terminar el ciclo político nacional que inició el PRI hace ya casi ochenta años y que ahora concluirá el mustio y travestido PAN: este viernes es el primer día de esa fecha límite, pues lo que siga, sea lo que sea, ya no será igual.
Después de nombrar un gabinete en nada diferente al anterior, y aún peor en algunas áreas, que visiblemente continuará las tóxicas prácticas económicas privatizadoras dictadas por el neoliberalismo y contrarias al verdadero interés nacional, que no establecerá diálogos políticos sino impondrá sus designios, con gente como el salinista Luis Téllez al frente de la SCT, representante del grupo Carlyle ---inversionistas transnacionales adictos al petróleo y a la economía de casino, comerciantes de armas y fabricantes de guerras, parte del gobierno secreto planetario cuyos miembros se ajustan a aquella confesión del ideólogo estadounidense Zbigniew Brzezinski: “La sociedad será dominada por una élite de personas libres de valores tradicionales, que no dudarán en realizar sus objetivos mediante técnicas depuradas con las que influirán en el comportamiento del pueblo y controlarán a la sociedad”---; o con otro voluminoso personero del FMI en Hacienda, Agustín Carstens, quien aplicará a conciencia las políticas económicas que en los países “liberalizados y privatizados de Iberoamérica en el último decenio sólo han beneficiado al 10% de la población, y donde los pobres, hoy, lo son aún más que antes de que se aplicaran sus recomendaciones”, en palabras netas del Nobel de Economía Joseph Stiglitz; o con una señora encargada de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, de la cual solamente se conoce una ruborizante obrita intelectual (es un decir) donde clama a Dios para volverse viuda; o con un exgobernador declaradamente autoritario, sabidamente despótico y retadoramente represivo como Francisco Ramírez Acuña a cargo ni más ni menos que de Gobernación, Felipe Calderón demuestra que la tara sociológica del PAN es una perseverante y lamentable disfuncionalidad cognitiva respecto a lo real. En breve, que ellos no viven entre nosotros o que simple y sencillamente no entienden qué pasa y por qué en este país.
No celebro, pero tampoco condeno, la actitud del PRD en la toma de protesta del último (insisto en una percepción que me avasalla) gobernante mexicano proveniente de tal genealogía. La suma de agravios es muy grande como para esperar civilidad donde no la hubo: hace apenas unas semanas la inútil fiscal para delitos electorales reconocía la emisión impune de más de siete millones de correos electrónicos contra López Obrador provenientes de secretarías de Estado y oficinas públicas, hace días el lenguaraz Vicente Fox se jactaba en público de haber ganado dos veces las elecciones presidenciales, sin que hubiera en ninguno de los dos casos consecuencia alguna, como no la hubo en otras irregularidades tanto o más cuestionables.
¿De qué sorprenderse entonces, cuando se han muerto las virtudes y solamente quedan en pie los ritos formales, como en esta legal pero no legítima juramentación presidencial? ¿Por qué no aceptar que cuando un cierto orden se derrumba y otro distinto todavía no lo reemplaza, en medio ocurren (Gramsci dixit) fenómenos morbosos? O fiebres máximas, o infecciones agudas, o tumefacciones patológicas en ese cuerpo común que constituye una república y que también se enferma. Queda por saber cuándo y cómo vendrá la cura colectiva, pues la postración del país no solamente es un quebranto sino sobre todo representa un urgente, terminal mensaje. Y los médicos no parecen contarse entre las élites, la enfermedad son ellas. ¿Nos curará la gente, será la historia? Sabe, como suelen decir por estas tierras yermas. Hoy, mientras tanto, en San Lázaro ocurre el esperpéntico espectáculo de la política doméstica. O sea: tengan, para que se entretengan.

Fernando Solana Olivares

0 Comments:

Post a Comment

<< Home