Saturday, December 30, 2006

RITUALES DE SUPERFICIE

Uno siempre es otro para los otros, afirmó Freud, el poderoso mitógrafo. Lo mismo los textos que se escriben, pues leídos por terceros se convierten en algo diferente a la intención primaria que alentó su composición. Todo texto es otro para los otros. En suma, todo es otro para los otros. Pensando en ello tal vez fue que el poeta Rimbaud alguna vez estableció, pidiendo disculpas por el juego de palabras: “yo es otro”.
Las certezas son volubles, las evidencias no existen y la literalidad es un juego fársico desde que sabemos sobre la existencia lingüística del enunciado y de la enunciación. Uno e invariable es el primero, pero diversas y mutables son las interpretaciones que admite la segunda, según demuestra la conocida paradoja: “Yo soy un mentiroso”, que en el enunciado posee un sujeto gramatical inequívoco (yo soy), vuelto enigmático y aun contradictorio en la enunciación (yo digo que yo soy). Si la afirmación es cierta, ese sujeto dice la verdad y por tanto niega lo que afirma. Si la sentencia es una mentira, habitual en quien se define como mentiroso, debe entenderse lo contrario: “Yo no soy un mentiroso”.
Utilizando pues la mala hierba de la primera persona gramatical que se cuela en toda pluma (Víctor Hugo), pero que resulta al fin y al cabo un medio cómodo al narrar (Stendhal), debo contestarle al Sr. José María Aldape, quien mediante un correo electrónico me conmina a definirme acerca del momento histórico actual y me exige precisiones leninistas (¿qué hacer?) al respecto, para precisar que no soy un apocalíptico histórico pero tampoco un integrado civilizacional, y menos un optimista a ultranza que un pesimista crítico. Puestos en cristiano hasta donde me es dado (“¿no es posible que escriba usted como se pide una cajetilla de cigarros en el estanquillo?”, demanda mi corresponsal), van mis credos y contracredos a guisa de explicación, meros rituales de superficie para nombrar lo que ocurre, pues es en la palabra, en el decir, que las cosas cobran existencia, conforme me atrevo a sostener.
Creo que el final de un mundo es solamente el final de una ilusión, así que toda escatología (el destino último del ser humano y el universo) promovida por la época a través de su arte, de su cultura popular, de sus medios masivos o de su pensamiento mágico, de sus profetas bíblicos o de sus oráculos nostradámicos, no es otra cosa que la expresión de un agotamiento indicativo a su vez de la necesidad urgente para cambiar el estado de lo real. Creo que la condición planetariamente fatal del sistema capitalista y de su horror económico no significa que la globalización en sí misma sea mala, sino la manera en que ésta ha sido gestionada e impuesta hasta el último rincón del globo como si fuera algo propio de la naturaleza del mundo y no un diseño ideológico de las fuerzas económicas que están detrás de ella. Creo que las izquierdas y las derechas contemporáneas se parecen entre sí mucho más de lo que se diferencian, pues las primeras atemperan un poco la desigualdad y las segundas la administran un mucho, pero ninguna de las dos propone, puede o quiere cambiar la estructura que conduce a esa circunstancia ineluctable. Creo que el racionalismo y su pensamiento científico o causativo (la reducción de cada fenómeno a su causa mediante la observación empírica, al cómo de las cosas) no es, a pesar de su aplicación universal, la forma final del pensamiento o el último resultado mental que los seres humanos están destinados a alcanzar, y que para obtener una nueva síntesis histórica debe volverse también al pensamiento propositivo, al por qué de aquello que ocurre, aunque esta búsqueda se apoye en lo que está más allá de los sentidos, en las facultades del sentimiento, del mito o de las creencias que afirman la existencia de un propósito y un sentido actuantes en lo existente. Creo, en suma, que vivimos una Edad Oscura, un nuevo Medioevo, a pesar de la brillantez tecnológica del materialismo unipolar y nihilista, de los sofisticados juguetes que nos entretienen mientras una decadencia a duras penas ocultable avanza entre las sociedades tardomodernas del espectáculo y el consumo, mediáticamente absortas en los fuegos de artificio terminales de una cultura donde todo, absolutamente todo, se ha vuelto una mercancía, y cuyo alcance geopolítico es mundial.
No creo, sin embargo, que esto obstaculice a aquellos (no importa el número de los mismos pues en estas cuestiones no predomina la cantidad) que se apartan de las corrientes predominantes y saben que toda vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás aunque deba ser vivida mirando hacia adelante, como aconsejaba Kierkegaard, otro más de los maestros anacrónicos adversos a ser engatusados por el tiempo evanescente que fabrican las culturas y que llaman tiempo real. No creo, tampoco, que la doctrina de la aparición simultánea se haya vuelto inoperante y que al surgimiento del veneno no corresponda la afloración simultánea del antídoto, que la cura no esté al lado de la misma enfermedad.
Tiempo horrible y a la vez extraordinario, superficies históricas lisas que pueden ser vistas como estriadas, o al revés. Si uno siempre es otro para los otros, todo acontecimiento puede ser convertido en algo más: el suelo donde caemos es el mismo sitio donde nos podemos incorporar. Está usted servido, Sr. Aldape, pues hay muchos mundos y están en éste, así como existen enunciaciones cuyo enunciado parece nunca cambiar. Por eso Dios creó la realidad con palabras: se transforma igual. Feliz año nuevo, a ver qué vendrá.

Fernando Solana Olivares

0 Comments:

Post a Comment

<< Home