Saturday, April 11, 2009

INTRASCENDENCIAS / y II

Pequeñas cuestiones que lucen como si fueran ordinarias o grandes circunstancias que se toman por mera normalidad. Son las preguntas paranoicas a enunciarse cual un carrusel: ¿la realidad es real o responde a una construcción deliberada y hecha a propósito para parecer tal?, ¿esto que vemos es solamente lo que vemos o significa algo más?, ¿las cosas suceden por ellas mismas o se les hace suceder?, ¿estamos vivos o acaso estamos muertos creyendo estar vivos?, ¿el sistema mundo capitalista sobreviene espontáneamente o existe un diseño oculto y secreto que lo hace acontecer?
No hablamos de asuntos filosóficos tan abtrusos como del velo de Maya hindú que nubla las percepciones cognitivas de la conciencia, o de la caverna platónica en la que yacemos encerrados y donde se toman por sustanciales las sombras proyectadas en la pared, tampoco de la cosa en sí kantiana que está más allá del mecanismo sensitivo puesto en acción y que no percibe la cosa misma sino el mero mecanismo perceptor. Hablamos de algo menos abstracto, negativamente llamado como “causalidad diabólica” o “visión policiaca de la historia”, y que es descrito así por el cartesiano racionalismo de Karl Popper: “La teoría de la conspiración es una perspectiva según la cual todo lo que se produce en la sociedad ---incluidas las cosas que por regla general disgustan a la gente, como la guerra, el paro, la miseria, la penuria--- es resultado directo de los designios de ciertos individuos o grupos poderosos. (...) Según la teoría de la conspiración, todo lo que ocurre lo ha sido por deseo de aquellos que se benefician con ello”.
Quizá Anton Szandor LaVey recusaría ese énfasis en “todo lo que ocurre”, pero sin duda sostendría que muchos de los fenómenos tardomodernos sí provienen de ciertas voluntades secretas y desconocidas que conspiran para generar, y luego administrar como mentalidad establecida, ese control social cuyo objetivo principal, según afirma, es la “desmoralización generalizada”. Además del ocio público como escenario de intervención, de agentes víricos y bacterianos y de la saturación ultrasónica, tres factores ya mencionados, Szandor LaVey menciona otras supuestas plagas de la manipulación intencional:
4) Saturación o bombardeo subsónico, conocido como “Ruido negro”, utilizado para unir a la gente en momentos como vacaciones, fines de semana o acontecimientos especiales, el cual provoca, además del agotamiento propio de las reuniones masivas, ansiedad, comportamiento hiperactivo, agitación y tensión crecientes. 5) Radiación de microondas enviada por transmisores satelitales o terrestres cuyos síntomas son enfermedades respiratorias, problemas circulatorios, disfunciones del riñón y de la menbrana mucosa, sed excesiva, retrasos mentales, pérdida de memoria. 6) Descomposición de alimentos y bebidas a partir de la producción en masa de las mismos, y de la recepción, por parte de restaurantes, cadenas de comida rápida y supermercados, de suministros precombinados y preenvasados: territorio propicio para la integración de aditivos químicos desconocidos. “Aprovisionarse ---escribe el detector de tantos peligros--- en estos establecimientos puede inducir y mantener la debilidad y promover la incapacidad mental y la insensibilidad”. 7) Pantallas de humo psicológicas que utilizan el encubrimiento y la desorientación para distraer a la gente de asuntos tales como los enunciados líneas atrás: la amenaza de un ataque nuclear, los escándalos mediáticos y políticos, la histeria inducida de las campañas electorales, la preocupación ante guerras prefabricadas, las revueltas artificiales, el temor a la contaminación de las reservas de agua por grupos desconocidos (“lo que provoca el aumento de ventas de las bebidas cargadas de productos químicos”), el miedo al Enemigo Declarado cualquiera que éste sea: las influencias satánicas, los ovnis, los neonazis, los terroristas islámicos, etcétera. Todos ellos temas sobre los que se discute públicamente y se alzan protestas, por ende, tópicos altamente eficaces como distracción dirigida. 8) El fin de semana alargado, un patrón laboral que con el pretexto del derecho moderno al tiempo recreativo y al “descanso” permite ver intensivamente la televisión y acudir a los centros de consumo, esos aparatos de indoctrinamiento indispensables para mantener a punto la mentalidad gregaria y la ilusión común. 9) La guerra urbana producto de esa inexplicable permisividad, de ese doble discurso gubernamental contemporáneo sobre las drogas duras, y la existencia tolerada, así se afirme lo contrario, de una poderosísima red clandestina de ventas y distribución de las mismas. Las drogas duras llevan al deterioro mental y las refriegas de los grupos criminales que las controlan reducen y atemorizan a la población: formas jamás reconocidas por el pensamiento políticamente correcto acerca de un inverosímil y secreto régimen de dominación general.
Szandor LaVey postula que hacerse consciente de todo lo anterior puede minimizar la desmoralización innecesaria en aquellos que desean conservar su instinto de supervivencia y preservar su propia individualidad. ¿Será verdad o será mentira lo que dice? Que cada quien concluya lo que quiera o lo que pueda concluir: a) sí, la realidad actual es auténtica y espontánea; b) no, la realidad actual es una conspiración.
Me fascinan los paranoicos, pues yo mismo lo soy bien mucho, como dicen por aquí. Y cuando me pregunto si estoy vivo o estoy muerto, muchas veces no lo sé.

Fernando Solana Olivares

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