Saturday, April 17, 2010

CRONOTOPO INMÓVIL

El término significa la unidad del tiempo y del espacio tal como son intuidos por el pensamiento divino. El cronotopo es Dios mismo según los filósofos pues contiene las posibilidades infinitas de la creación: en él radica el modelo eterno del tiempo y del espacio. Para los teóricos de la literatura designa la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales que componen la obra narrativa, y expresa además el carácter indisoluble del espacio y el tiempo, entendido el tiempo como la cuarta dimensión del espacio. Se utiliza también en las ciencias matemáticas a partir de la teoría de la relatividad, y la biología o la estética lo consideran en sus análisis y afirmaciones.
Si el horror se manifiesta en el tiempo y en el espacio, el horror habita en el cronotopo. Entonces, para librarse del horror hay que salir de esa unidad crónica y tópica donde suceden los dramas y las tragedias que jalonan las vidas de la gente. Puede creerse que todos los empeños humanos profundos ---la religión, en tanto a su sentido etimológico esencial: religar; el arte, como una estrategia para no morir de realidad; la ciencia, asumida conforme a la necesidad de descifrar el misterio insondable de la existencia; la imaginación, ejercida para mover los goznes limitantes de todos los fenómenos, o aun el amor, suma de una exaltación que saca al sujeto de sí mismo--- obedecen a tal necesidad: escapar de los límites culturales establecidos, escapar del cronotopo ideológico que toda época histórica significa.
Escapar como una marcha de ella, o escapar como una penetración a la misma. Es decir, moverse más allá de la superficie cronotópica de la época, que a fin de cuentas solamente es eso: el mundo superficial. Quienes se pregunten cómo es posible lograr tal empeño quizá deban iniciar una operación compleja (compuesta de varias partes) antes que complicada (aquello que es contradictorio y está revuelto). Una cierta manera chamánica de captar la naturaleza del universo, y con ella la condición verdadera del sujeto al habitarlo, presenta correspondencias directas con las certezas descubiertas por la física cuántica: existe una interconexión fundamental que une a todo lo que existe, a todo lo que es.
“Poco a poco comprendo ---escribe Patrick Drouot, un físico especializado en el tema--- que los chamanes perciben el universo de una manera mucho más amplia que la propuesta por los modelos mecánicos del paradigma cartesiano o de la relatividad galileana. No captan la realidad dentro de una relación de causa a efecto. Es para ellos como una telaraña, una red parecida a las interconexiones observadas en los modelos de la física cuántica. Los antiguos chamanes sajones del norte de Europa llamaban a esa telaraña, especie de Internet espiritual, el wyrd.”
En su origen, la palabra wyrd se refería a una manera de comprender (y eventualmente controlar) el destino, a un modo de vida donde se reconocía que los acontecimientos estaban ligados entre sí como los hilos de una telaraña, y que la influencia de un suceso sobre otro podía ser percibida en cualquier parte de la telaraña pues la totalidad de la misma, interconectada, vibraba. Dicha conexión, nunca evidente para la gente común, era la tarea del chamán, quien a través de rituales y prácticas destinados a modificar su conciencia se movía más allá del universo sensorial, más allá del cronotopo inmediato, más allá de ese mundo del cuerpismo donde el sujeto está apresado en el nivel físico porque cree que las únicas realidades existentes son aquellas registradas por sus sentidos y originadas en su experiencia empírica. Más allá del mundo chato, diría Ken Wilber.
Esta operación compleja: superar el cronotopo actual que parecería inmóvil pues se repite casi idéntico y de forma circular, comienza con el lenguaje. Tanto los chamanes como los científicos creativos, los pensadores auténticos o los poetas genuinos afirmarían que el primer movimiento de tal operación tiene que ver con la semántica, con el ámbito de los significados. El matemático V. V. Nalimov formula el concepto de un universo semántico del cual todo lo existente forma parte, y se sabe que las profundidades de la psique ---que no son la inconsciencia freudiana de la cultura moderna sino la supraconsciencia bien conocida por las antiguas tradiciones de la filosofía perenne--- representan un “campo semántico intemporal” donde residen los grandes descubrimientos, las intuiciones superiores y el milagro de la transformación del sujeto y su realidad inmediata.
Sin embargo, el predominio hegemónico y masivo de lo que Giovanni Sartori define como el postpensamiento del homo videns ---un ser “educado” por la imagen televisiva antes de saber leer y escribir, incapaz entonces de comprender abstracciones o de entender conceptos, sometido por la primacía de la imagen al mundo de lo visible y ajeno al mundo de lo inteligible, el sujeto que ve sin entender--- ha empobrecido el lenguaje en su función connotativa, en su riqueza de significados, y no sólo en el número de palabras empleadas, para sustituirlo por un lenguaje denotativo, elemental y concreto, de muy pobre capacidad cognoscitiva y muy escasa capacidad conceptual.
Toda originalidad supone regresar al origen. Si la casa del ser fue el lenguaje, a ella debemos volver para regresar al ser. En este mundo neo, trans, post e hiper, dice Sartori, “arriesgándome a no existir, yo prefiero resistir”. ¿Cómo se vence al cronotopo, cómo se sale de él? Desde el lenguaje, esa primera línea de la resistencia: así el chamán va más allá.

Fernando Solana Olivares

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