GUÍA DE PERPLEJOS.
Con la invocación de Maimónides y su instructivo sobre la sorpresa paralizante: una casa dividida contra sí misma, y por lo tanto, destinada a derrumbarse.
Aunque la sentencia de la ley de Manu hindú —la legislación conocida más remota de esta edad compuesta de milenios— afirma que “No hay agua lustral mejor que la del conocimiento”, hoy el conocimiento (o re-conocimiento, la aceptación de lo real) lleva a la perplejidad. Como si la psique común fuera un espacio fragmentado, mirar la vida en estos tiempos es mirar un espectáculo excepcional y sombrío que puede conducir a la desesperanza, al sinsentido, a la evasión. O por el contrario, a la afirmación del interés personal al estar aquí ahora, en esta vida episódica que nos ha sido otorgada por el karma, el destino o la casualidad.
Llama la atención cuán desmesuradas algunas, reactivas y significantes otras, han sido las varias respuestas a la multitudinaria Marcha por la Paz del domingo 8 de mayo: una telenovela orwelliana producida, y seguramente financiada, por la Secretaría de Seguridad Pública, que demencialmente pretende resolver desde las pantallas en el inconsciente del público la inseguridad y el flagelo depredador del crimen organizado; el resurgimiento, aunque nunca se ha ido, del género periodístico móndrigo (un sucio panfleto denostador del movimiento estudiantil) y de alcances canallescos, amargamente sardónico y tontamente reductivo; la condescendencia opinativa de los especialistas que le atribuye ingenuidad a las propuestas del movimiento aunque externe su buena disposición hacia quien lo encabeza; la compulsión gubernamental para mediatizar el asunto a través de reuniones privadas; la irritación de los partidos al verse corresponsables de la degradada situación nacional y al ser amenazados electoralmente en 2012; el abundante silencio de iglesias, sindicatos, organismos patronales y de otro carácter en cuanto al tema; la bipartición acrítica del problema entre su solución autoritaria y punitiva, hasta hoy fracasada pero mantenida publicitariamente como solución ideal, y cualquier otra propuesta, que será descrita como favorecedora de las mafias; la reiterada mención, a veces causa, a veces efecto, sobre la antianalítica y autoritaria terquedad presidencial, sobre su aferramiento de género masculino; etcétera.
Desobediencia civil, ha dicho Javier Sicilia, como próximo paso táctico. El término implica una genealogía que va desde Gandhi, el apóstol pacífico y político genial, simplificador supremo de las formas, hasta su alumno Lanza del Vasto, el utopista comunitario creador de El Arca, y la cual alcanza al alumno de éste, el mismo Sicilia, como se ha definido a sí mismo en alguna entrevista. La doctrina de la aparición simultánea afirma que cuando surge el mal también lo hace su remedio. Y la magnitud de la enfermedad social mexicana, la grave patología común que se padece, la violenta deshumanización idiosincrática, la insurrección del odio y el resentimiento colectivos luego de décadas neoliberales de horror económico, todo ello requiere una cura profunda y compleja, compuesta sin duda de muchas acciones. Sin embargo, un algo y un alguien imantadores, cuyo mensaje sea esencialmente sencillo y así distinto, puesto más allá de la enfermedad del lenguaje, un mal correspondiente al momento que prevalece, son necesarios para mover la rueda.
Lo único verificable por ahora es que donde está el problema está la solución. Desobediencia civil también puede ser entendida como una libertad de la mente, de la imaginación, que desobedece las formas usuales de entender lo real sustrayéndose a los tóxicos mentales masificados. Habrá quien le ponga contenido concreto a esta libertad porque el contenido debe ser provisto por cada cual. Tiene que ver con la vida interior del pensamiento y con ciertos aprendizajes simples, anticartesianos: podemos no ser lo que pensamos si aprendemos a no pensarlo más. Es una delicada y atenta autorreferencialidad (la mente serenándose a sí misma) que cuando se descubre otorga poderes personales inapreciables: el primero, liberarse del falso pensar; el segundo, saber que ese pensar viene de la época; el tercero, no ser pensado más por tales pensamientos con los cuales se diseña y refuerza la mente común: zozobra, ansiedad, miedo, angustia. O sus contrarios relativos: entretenimiento, democratización del deseo, consumo, enajenación.
Cuando la marea sube, el barco flota. Es un hecho científico el papel que la conciencia de la persona juega en la percepción y construcción de la realidad. Desobediencia civil: cambiar la conciencia de la persona, ponerla a cargo de sus pensamientos para hacer otra sociedad posible. “No tengo ni hago milagros. Hago de las leyes correctas mis milagros”, dice el credo samurái. También: “No tengo tácticas. Yo hago del vacío y de la plenitud mis tácticas.” Las leyes correctas, no las formales sino las verdaderas, la gramática de una pertenencia mayoritaria. La táctica adaptable que se amolda al surgimiento de las formas y a su desvanecimiento. Y confiesa el samurái: “No tengo armadura. Hago de la benevolencia mi armadura.” Resulta lo mismo que descansar en la Divina Providencia, aceptando con nueva confianza la precariedad.
Perplejo significa dudoso, incierto, irresoluto, confuso. Su antónimo es lo determinado, lo claro, lo firme, lo tranquilo. La guía para salir de dicho estado está allí mismo. La insurrección social ocurre cuando un grupo de personas interrumpe voluntariamente su patrón crónico mental y se deshace del pensamiento común recibido.
Fernando Solana Olivares.
Aunque la sentencia de la ley de Manu hindú —la legislación conocida más remota de esta edad compuesta de milenios— afirma que “No hay agua lustral mejor que la del conocimiento”, hoy el conocimiento (o re-conocimiento, la aceptación de lo real) lleva a la perplejidad. Como si la psique común fuera un espacio fragmentado, mirar la vida en estos tiempos es mirar un espectáculo excepcional y sombrío que puede conducir a la desesperanza, al sinsentido, a la evasión. O por el contrario, a la afirmación del interés personal al estar aquí ahora, en esta vida episódica que nos ha sido otorgada por el karma, el destino o la casualidad.
Llama la atención cuán desmesuradas algunas, reactivas y significantes otras, han sido las varias respuestas a la multitudinaria Marcha por la Paz del domingo 8 de mayo: una telenovela orwelliana producida, y seguramente financiada, por la Secretaría de Seguridad Pública, que demencialmente pretende resolver desde las pantallas en el inconsciente del público la inseguridad y el flagelo depredador del crimen organizado; el resurgimiento, aunque nunca se ha ido, del género periodístico móndrigo (un sucio panfleto denostador del movimiento estudiantil) y de alcances canallescos, amargamente sardónico y tontamente reductivo; la condescendencia opinativa de los especialistas que le atribuye ingenuidad a las propuestas del movimiento aunque externe su buena disposición hacia quien lo encabeza; la compulsión gubernamental para mediatizar el asunto a través de reuniones privadas; la irritación de los partidos al verse corresponsables de la degradada situación nacional y al ser amenazados electoralmente en 2012; el abundante silencio de iglesias, sindicatos, organismos patronales y de otro carácter en cuanto al tema; la bipartición acrítica del problema entre su solución autoritaria y punitiva, hasta hoy fracasada pero mantenida publicitariamente como solución ideal, y cualquier otra propuesta, que será descrita como favorecedora de las mafias; la reiterada mención, a veces causa, a veces efecto, sobre la antianalítica y autoritaria terquedad presidencial, sobre su aferramiento de género masculino; etcétera.
Desobediencia civil, ha dicho Javier Sicilia, como próximo paso táctico. El término implica una genealogía que va desde Gandhi, el apóstol pacífico y político genial, simplificador supremo de las formas, hasta su alumno Lanza del Vasto, el utopista comunitario creador de El Arca, y la cual alcanza al alumno de éste, el mismo Sicilia, como se ha definido a sí mismo en alguna entrevista. La doctrina de la aparición simultánea afirma que cuando surge el mal también lo hace su remedio. Y la magnitud de la enfermedad social mexicana, la grave patología común que se padece, la violenta deshumanización idiosincrática, la insurrección del odio y el resentimiento colectivos luego de décadas neoliberales de horror económico, todo ello requiere una cura profunda y compleja, compuesta sin duda de muchas acciones. Sin embargo, un algo y un alguien imantadores, cuyo mensaje sea esencialmente sencillo y así distinto, puesto más allá de la enfermedad del lenguaje, un mal correspondiente al momento que prevalece, son necesarios para mover la rueda.
Lo único verificable por ahora es que donde está el problema está la solución. Desobediencia civil también puede ser entendida como una libertad de la mente, de la imaginación, que desobedece las formas usuales de entender lo real sustrayéndose a los tóxicos mentales masificados. Habrá quien le ponga contenido concreto a esta libertad porque el contenido debe ser provisto por cada cual. Tiene que ver con la vida interior del pensamiento y con ciertos aprendizajes simples, anticartesianos: podemos no ser lo que pensamos si aprendemos a no pensarlo más. Es una delicada y atenta autorreferencialidad (la mente serenándose a sí misma) que cuando se descubre otorga poderes personales inapreciables: el primero, liberarse del falso pensar; el segundo, saber que ese pensar viene de la época; el tercero, no ser pensado más por tales pensamientos con los cuales se diseña y refuerza la mente común: zozobra, ansiedad, miedo, angustia. O sus contrarios relativos: entretenimiento, democratización del deseo, consumo, enajenación.
Cuando la marea sube, el barco flota. Es un hecho científico el papel que la conciencia de la persona juega en la percepción y construcción de la realidad. Desobediencia civil: cambiar la conciencia de la persona, ponerla a cargo de sus pensamientos para hacer otra sociedad posible. “No tengo ni hago milagros. Hago de las leyes correctas mis milagros”, dice el credo samurái. También: “No tengo tácticas. Yo hago del vacío y de la plenitud mis tácticas.” Las leyes correctas, no las formales sino las verdaderas, la gramática de una pertenencia mayoritaria. La táctica adaptable que se amolda al surgimiento de las formas y a su desvanecimiento. Y confiesa el samurái: “No tengo armadura. Hago de la benevolencia mi armadura.” Resulta lo mismo que descansar en la Divina Providencia, aceptando con nueva confianza la precariedad.
Perplejo significa dudoso, incierto, irresoluto, confuso. Su antónimo es lo determinado, lo claro, lo firme, lo tranquilo. La guía para salir de dicho estado está allí mismo. La insurrección social ocurre cuando un grupo de personas interrumpe voluntariamente su patrón crónico mental y se deshace del pensamiento común recibido.
Fernando Solana Olivares.
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