COSMOS O LA METAMORFOSIS.
Cosmos, la notable muestra pictórica de Pablo Serrano que se expone desde el 25 de abril hasta el 1 de julio en la Galería Arnold Belkin del Museo Universitario del Chopo, debe su nombre a la última novela del escritor polaco Witold Gombrowicz, una obra “que se crea a sí misma a medida que se escribe”, según la definió el mismo autor en Testamento, el volumen que reúne las conversaciones sostenidas por éste con Dominique de Roux en 1968, un año antes de morir.
Gombrowicz explica, al hablar de Cosmos y su condición temática, la cual abarca la formación misma de la historia que va contándose, la formación de una realidad surgida de las acciones narradas en la “jungla de equívocos e interpretaciones erróneas” padecidos por sus protagonistas al ir viviendo, que la suprema necesidad del arte actual consiste en “desmentir”. ¿Desmentir qué? No sólo los embustes inherentes a la condición de un yo hipotético y artificial, imaginario en gran medida, sino aquella deformación específicamente humana compuesta de recuerdos, pertenencias y definiciones, tan necesaria y a la vez enajenante, que Gombrowicz designaba como “el imperativo de la Forma”.
De un modo parecido, Cosmos de Pablo Serrano representa el talentoso, ejemplar y desde luego valiente “desmentido” estético de la obra plástica anterior de este artista, caracterizada por un figurativismo realista, en ocasiones suavemente fantástico y de vocación narrativa, para alcanzar ahora una esencialidad abstracta, desnuda y directa, sin la mediación de referencias o contenidos específicos, meras formas, trazos, manchas y texturas que componen una metamorfosis tan radical como lograda donde la revelación pictórica y su voluntad creativa se componen sobre todo de una intención antes que de un resultado. Ecos de T. S. Eliot en East Coker resuenan en las cuarenta y tres piezas (óleos sobre tela y papel y dibujos a tinta) que integran la deslumbrante exposición: “Para nosotros sólo existe el intento. Lo demás no es asunto nuestro”.
En dicha intencionalidad se privilegia el proceso del gesto pictórico mismo, la atención al acto en sí y no a sus consecuencias finales, las cuales quedan cumplidas sin retórica alguna, sin persuasión ideológica de ningún tipo, para obtener una alta poética visual que actúa desde el cuadro y sobre el espectador calcinando cualquier mediación ajena al encuentro entre la obra y quien sólo la contempla y no la interpreta pues nada hay y nada hace falta para hacerlo: en lo que se mira sólo está lo que se ve.
La verdadera técnica en el arte es la ausencia de artificio, según considera la tradición estética Zen, lo que el maestro Hasewaga llama el “accidente controlado”, una disciplina espontánea o una espontaneidad disciplinada. Y Cosmos de Pablo Serrano parece provenir directamente de aquellos siete caracteres del arte Zen establecidos por Hisamatu Shin’ichi, donde la obra se concibe como un ejercicio espiritual del artista que la realiza, como un espejo que refleja la imagen mental de su creador: 1. La asimetría, 2. La simplicidad, 3. La austeridad, 4. Lonatural, 5. La sutilidad, 6. La libertad absoluta, 7. La serenidad.
Un desmentido plástico, entonces, un cambio de piel que también alude a aquella legendaria consigna alquímica indispensable para la transformación de la conciencia: “Disuelve y coagula”, en la cual se supera un lenguaje conocido y eficazmente dominado, se trasciende un estilo expresivo y se sacrifica voluntariamente hasta llegar a la cosa en sí, a la forma pictórica despojada, elemental, repentina, que queda cumplida en la mera intención y de tal manera se transforma en un extraordinario resultado.
Cosmos representa, asimismo, una lección superior de sentido y de búsqueda, de fidelidad artística y atrevimiento personales, un símbolo de esas pruebas del espíritu, la opus nigrum alquimista, fase de separación y disolución de la sustancia, que al liberarse de rutinas y prejuicios deja de mirar hacia atrás, como lo hacen el ángel de la historia acostumbrado o la común memoria asociativa de la gente, e ingresa a una psicología de la mutabilidad donde se cifra lo que Gombrowicz intentó y ahora logra con maestría Pablo Serrano: “Por encima de todo, algún día lo humano encontrará de nuevo lo humano”.
Éste el día en el Museo del Chopo: la cósmica felicidad estética de fluir entre y sobre las formas recibidas.
Fernando Solana Olivares.
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