LA SOCIEDAD FILISTEA / I
De la sobresocialización. “Con el paso de los años, los mensajes de la derecha fueron cuidadosamente orquestados y amplificados, a través de las organizaciones creadas, como un movimiento de masas. Las técnicas de marketing, de relaciones políticas y de gestión se ponían en práctica para repetir machaconamente esos mensajes hasta convertirse, para la mayoría de la opinión pública, en la voz de la prudencia y de la evidencia […] que penetraba en el espíritu del ciudadano a través de múltiples canales. […] Esta orquestación descansaba sobre la técnica del Migthy Wurlitzer, una formulación enigmática empleada por la CIA para calificar una propaganda incansablemente repetida y transmitida, […] hasta que la opinión pública considera lo que oye como la verdad”. Eric Laurent.
De lo hoy irremediable. El capitalismo salvaje neoliberal es producto de una cruel abstracción, el dinero, que continúa siendo hegemónica a través de los medios masivos de comunicación y de las estructuras reproductoras de ideología: familia, religión, escuela, opinión pública. Ha implantado una mente colectiva basada en el pensamiento único del consumo desenfrenado, en la democratización del deseo (no en su satisfacción), en la consagración del principio del placer como fin vivencial, en el tener materialista en lugar del ser ontológico. Ha teorizado el fin de la historia queriendo persuadir a todos de que el tiempo actual es la suprema realización de lo deseable; ha convencido a los oprimidos para admirar enajenados a los opresores, introyectando en ello, desde la sociedad del espectáculo, los tóxicos del miedo, la violencia y la banalidad. Las inquietantes distopías sociales (Orwell, Huxley, Wells) del pasado inmediato, las advertencias escritas, ya son realidad.
De la realidad como función. “No existe prácticamente ningún pensamiento importante que la estupidez no esté en condiciones de utilizar, es móvil de todos los sentidos y puede ponerse todos los vestidos de la verdad. En cambio, la verdad sólo tiene un vestido en cualquier ocasión, y sólo un camino, y siempre está en desventaja. La estupidez no es una enfermedad mental, y, sin embargo, es la enfermedad más peligrosa de la mente, peligrosa hasta para la vida”. Robert Musil.
De la persistencia en el error. Empero, la orquesta civilizacional del Titanic sigue tocando mientras el agua del naufragio va aumentando sin cesar. Se suceden angustiantes conferencias, ahora celebradas en un barco hipermoderno que surca un mar de ahogados, según la dislocante imagen de Peter Sloterdijk, discursos tardíos sobre qué hacer en un sistema mundo cuya biósfera parece haber llegado a un punto de no retorno en tanto el desenfrenado consumo, un ritmo nihilista y terminal hasta hoy impuesto a sangre, televisión y fuego por el fascismo social de las democracias modernas y la globalización financiera imperial, entre la brutal desigualdad de la gente cuyo diseño anunciado responde a los juegos del hambre: una élite planetaria dueña de todo, una mayoría poblacional en estado de creciente necesidad.
De la doble lengua orwelliana. “Los términos del discurso político básicamente tienen dos significados. Uno es el que le da el diccionario, y el otro es el significado útil para servir al poder, el significado doctrinal. […] Tomemos libertad de empresa, un término que se refiere, en la práctica, a un sistema de subsidio público y ganancia privada, con intervención masiva en la economía para mantener un estado de bienestar para los ricos. En realidad, en el uso doctrinal, casi cualquier frase que contenga la palabra ‘libre’ probablemente significa algo como lo contrario de su significado real”. Noam Chomsky.
De lo que hay hacia muy pocos. Existe un pensamiento articulado para comprender y quizá transitar por la catástrofe civilizacional en curso. Aunque como suele suceder en los crepúsculos históricos, la lucidez es una posesión minoritaria. Corresponde al axioma sociológico propuesto por varios autores: cuando las grandes estructuras se colapsan, su reemplazo ocurre desde los pequeños formatos. La sobresocialización, el sobreabundamiento de la cultura normativa y del consenso sólo oculta el verdadero estado de las cosas. Una nueva inteligencia puede lograr la construcción de lo nuevo. Algún pensador la define como una “democracia cognitiva”: aprender no qué pensar sino cómo pensar. Se compone de cuatro dominios y su eje es uno: la atención.
De lo actual evidente. “El futuro es lo peor que hay en el presente”. Gustave Flaubert.
Fernando Solana Olivares
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