Wednesday, April 06, 2016

DEGRADACIÓN Y LENGUAJE.

George Steiner recuerda en su hermoso ensayo “Mito y lenguaje” que antes de que lo hiciera George Orwell, ya el pensador monárquico y tradicionalista del siglo dieciocho Joseph de Maistre había advertido que “toda degradación individual o nacional es anunciada en el acto por una degradación rigurosamente proporcional en el leguaje”. Una tesis parecida está en Antonio Gramsci, para quien la hegemonía de un sistema ---esa captura del pensamiento, el corazón y la voluntad de las personas--- se va imponiendo también a través de las transformaciones del lenguaje. La leyenda cuenta que Confucio aconsejó al Emperador Amarillo la “rectificación de los nombres” como una primera y esencial acción política para lograr la coincidencia de las cosas con las cualidades que sus nombres les asignan, buscando establecer así una relación básica de congruencia entre el estado del lenguaje y la salud del cuerpo público y social. Entre las tres o cuatro grandes antiutopías literarias del siglo veinte (Nosotros de Yevgeni Zamiatin, Un mundo feliz de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury), producto del pesimismo histórico, o del realismo lúcido, más bien, es la novela 1984 de Georges Orwell la que se concentra en la corrupción del lenguaje y su contradicción flagrante con la retórica del poder. En Oceanía, aquel mundo imaginado por el autor, existe una neolengua, un neodecir cuyos significantes cínicos y vacíos no se corresponden con los significados de lo realmente existente. Sus palabras talismánicas: newspeak (neolengua), reality control (control de la realidad) y doublethink (doblepensar) parecen haber pasado acríticamente tanto al lenguaje político cotidiano de nuestros días como a la resignada e indiferente aceptación colectiva de tan siniestra realidad. Como si todos nos hubiéramos convertido en Winston Smith, el protagonista de 1984: conocemos el proceso de fingimiento y manipulación al que nos someten pero el régimen océanico sigue saliéndose con la suya y nosotros aceptándolo. La neolengua elimina el complejo de las ideas y sus conceptos integrales en el lenguaje para ser neutralizados y sustituidos por una simplificación, una enajenante reducción. Es un lenguaje descuidado, intencionalmente inexacto y deliberadamente empobrecido que inhibe el pensamiento crítico y convierte a la gente en víctima inerme de los manipuladores del poder. Las palabras no son cosas y gran parte del lenguaje con que nos enfrentamos no trasmite ningún contenido sino meras abstracciones sin valor. De ahí que los eufemismos de la fraseología política sean necesarios, escribió Orwell, “para nombrar cosas sin evocar imágenes mentales de ellas”. El doblepensar consiste en un saber y no saber simultáneos, en ser consciente de la verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, en sostener dos opiniones contradictorias pero creyendo en ambas, en emplear la lógica contra la lógica, en olvidar cuanto sea necesario y no obstante recurrir a ello y luego olvidarlo de nuevo. Y sobre todo en aplicar el mismo procedimiento al procedimiento mismo como “la más refinada sutileza del sistema”: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se ha realizado un acto de autosugestión. Comprender entonces la palabra doblepensar implica el uso del doblepensar. Lo conozcan o no directamente, los funcionarios del gobierno mexicano actual (y también los del pasado) han sido entrenados en ese doblepensar que les permite mentir sistemáticamente y envilecer, corrompiéndolo, al lenguaje. No se explica de otra manera la obscena descalificación de la Secretaría de Gobernación al lapidario informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos donde se documenta la grave crisis de violencia y seguridad que afecta radicalmente los derechos humanos en México: “una y otra vez en todo el país ---señala dicho documento---, la CIDH escuchó de las víctimas que la procuración de justicia es una ‘simulación’.” El gobierno afirma que no se vive una crisis de la legalidad y que el informe “parte de premisas y diagnósticos erróneos que no se comparten”. Así, el lenguaje juega un papel decisivo para controlar la realidad. No hay decenas de miles de desapariciones ni existe una justicia irremediablemente corrupta y venal ni una impunidad crónica. Nada de eso. Sólo las “verdades históricas” que difunde la neolengua del doblepensar: “Mover a México”. Fernando Solana Olivares

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