Friday, January 08, 2016

CIERTAS CONSIDERACIONES

El privilegio del género. La novela, afirmó Hermann Broch, es la impaciencia del conocimiento. En septiembre de 1848 Gustave Flaubert leyó a un pequeño grupo de amigos el manuscrito de La tentación de san Antonio, su “gran prosa romántica” en la que, según el crítico literario Bardèche citado por Kundera, había depositado todo su corazón y sus ambiciones, “su gran pensamiento”. El rechazo fue tajante y los amigos le aconsejaron deshacerse de sus visajes y efluvios narrativos, de sus “grandes movimientos líricos”. Flaubert hizo caso de las críticas y tiempo después se dedicó a escribir Madame Bovary, pero sin sentir ningún placer estético y viviéndola como un castigo del cual se lamentaría en sus cartas: “Bovary me amodorra, Bovary me aburre, la vulgaridad del tema me da náuseas.” Para Kundera dicha historia no es la de una autodestrucción sino al contrario, la de una conversión: “Flaubert rompe su crisálida lírica”, escribe al elogiar esa operación condicionada, esa positiva frugalidad. Los pecados capitales. Así los llama Franz Kafka en sus consideraciones, quien señala que son dos de ellos los que engendran todos los demás, la impaciencia y la indolencia. Los hombres fueron expulsados del paraíso a causa de la impaciencia y no pueden volver a él debido a la indolencia. Pero acaba concluyendo que quizá sólo existe un pecado capital: la impaciencia. Por ella ocurrió la expulsión, por ella queda impedido el regreso. De ser cierto lo que el autor de La metamorfosis afirma, Broch promulga la novela como una manifestación del pecado del conocimiento. El mismo que llevó a la pareja adánica a desobedecer las órdenes de la divinidad. El divino no. Y con todo, en esto solamente hay virtud. Flaubert purga de sentimentalismos su prosa, concluye con la lírica expresiva y encuentra, según la bella frase de Kundera, la pasión del arte de la novela y su campo de exploración, la prosa de la vida. La supresión de Flaubert ---un sacrificio voluntario--- significa abandonar el mundo interior como materia de la escritura (el contenido de la poesía lírica es el propio poeta, enseña Hegel) para esforzarse “por llegar al alma de las cosas”, como años después responderá a George Sand cuando ella le pida que dé a sus lectores consuelo y no desolación. El alma de las cosas. Ninguna otra es la lucha de Cioran cuando confiesa que su vida sólo se cifra en la aspiración de superar la lírica y alcanzar la prosa alguna vez. La divisa augusta. “Piadosa prosa española”, dice un autor, para llamar pan al pan y vino al vino. Ese adjetivo abarca una voluntad de exactitud cuya analogía es similar a la diferencia entre describir y relatar. La tentación de san Antonio era un relato en el cual la emoción subjetiva del autor contaba la historia e intentaba producir un efecto: era kitsch. Madame Bovary nada más aspiraba a contar bien una historia, transmitirla mediante una mirada ceñida y lacónica, una estrategia de la suprensión condensada donde no decir en exceso se convierte en un decir icástico, imborrable, suficiente, que obliga al tercero involucrado a imaginarlo volviéndolo propio. Así Emma Bovary será siempre la Emma de quien la leyó y no de aquel genio literario que la describió. El origen de este autodominio radica en la divisa augusta del emperador Adriano: Patientia. El antónimo del pecado capital advertido por Kafka. Acéptese una paradoja, una contradicción superior: la novela verdadera, aquella impaciencia del conocimiento, se logra con la paciencia de la escritura, con la contención del yo lírico del escritor. Lo mismo la vida: o entre impulsos automáticos o desde la fuerza de la restricción. Los libres y los presos. El habla nos habla, afirma el filósofo. Usamos el lenguaje o somos usados por él. El maestro camina hacia el aula y escucha un estrépito. Al entrar pregunta qué ha pasado. Uno de los alumnos involucrados en el incidente lo sintetiza: él y yo nos peleamos. El otro naufraga en una dilatada representación dramatúrgica: él me dijo, yo le dije, él me dijo, yo le dije, y así. El primero es libre, el segundo no. Debiéramos ir a las cosas mismas, pero la subjetividad psíquica es adicta a los epifenómenos. De ahí que Byung-Chul Han describa como “pornográfica” toda imagen mediática que invade los sentidos y llega a ellos sin ninguna mediación. “Lo único que nos queda ante esta irremediable derrota que llamamos vida es intentar comprenderla. Ésta es la razón de ser del arte de la novela”. Kundera acierta: sólo el lenguaje pleno lleva a la comprensión. Fernando Solana Olivares

0 Comments:

Post a Comment

<< Home