Friday, February 03, 2017

LO SUSCITATIVO

Nunca había llegado a mí el término madre escritura. Me doy cuenta que trae consigo la dureza, la cabronería de la época, su creciente dificultad; pero también el amparo, la necesidad de verdad y sentido que claman estos días. Las grandes narrativas terminaron y regresamos a los fragmentos, al tiempo puntilloso. Como nuestra civilización racionalista se originó en fragmentos, ahora volvemos a ellos. El círculo se cierra y, en efecto, o se están terminando las cosas o están en profunda mutación. Los fenómenos no suceden linealmente y es complejo, quizá imposible, conocer sus causas profundas, su geometría intangible. Pero como nuestra conciencia está hecha mayoritariamente de palabras, algo hay que decir sobre ellos para intentar encontrar esa necesidad humana de verdad y sentido. El horror trumpiano ha sido una inversión de polos magnéticos políticos: demencialmente consistente, cumplidor hasta ahora de sus insensatas promesas, hiperactivo con mucha prisa, con una agenda que parece ser de ocurrencias, ideas fijas y fobias radicales contra los otros, pero que tiene un proceso de planeación, algo más grave todavía; rodeado de matones de cuello blanco que amagan a la ONU y comienzan a anotar los nombres de quienes no estén con ellos, de patanes de extrema derecha que declaran a la prensa independiente como una deshonesta oposición e invocan el silencio que quisieran imponerle. El medio sigue siendo el mensaje, y gobernar el imperio a punta de histéricos e incontrolados tuitazos es un detalle esencial del autócrata que surgió lleno de sí desde las pantallas televisivas y el dios Dinero. No es casual ---nada es casual, pero todo parece serlo--- que la novela distópica 1984 de Orwell se haya convertido en superventas en los Estados Unidos desde la llegada de Trump al poder. Tanto el neodecir que en ella sucede (una corrupción del lenguaje donde el significante es cínico y está vacío, y no se corresponde con el significado de lo realmente existente, nótese el uso amanerado del terrific que hace, entre otras de sus no más de ¿setenta? palabras), tanto su asfixiante y dictatorial poder político lo mismo que su tecnología de la persuasión dominante ejercida a través de la telepantalla, todo eso y bastante más es posible ahora. Si no es que está sucediendo ya. Deconstruir la cuestión de lo que ocurre, resolver el difícil acertijo de lo que vendrá, puede estar en las diferencias entre la contra utopía literaria y las condiciones de ahora. Una determinante: la conciencia humana que sí se defiende del Gran Hermano y resiste colectivamente, como viene sucediendo porque la percepción de muchos es que surgió una agresiva oscuridad histórica y que aun durará. Somos el ser que irremediablemente somos y estamos arrojados a esta existencia, dicen los filósofos. Luchar por la dignidad humana es ir hacia esa búsqueda de verdad y sentido, hacia la realización de cada quien que una corriente hermenéutica llama comprender: el ser se realiza así en su propia vida, comprendiendo. Comprender es alta resistencia, como una acción defensiva. Según Orwell, en el pasado la dictadura era la garantía de la desigualdad, pero en su Oceanía imaginaria es la desigualdad la que garantiza la dictadura, y fue la desigualdad la que llevó a los votantes norteamericanos a decidir por Trump y su dictadura híbrida. El lado irracional del totalitarismo aparece en el lenguaje. Las metáforas muertas y las palabras pretenciosas o fraudulentas hacen del lenguaje un catálogo de estafas y perversiones a gran escala, de actos de engaño calculados. El doblepensar de 1984 y su neolengua son básicos para los procedimientos de censura y de control de la realidad. Ese doblepensar orwelliano conduce a una fragmentación de significados parciales que no pueden interpretarse correctamente. Conocer es comprender, comprender es realizar una fusión de horizontes. Los muros cercenan los horizontes, sólo dejan un plano fijo, monótonamente igual en su arquitectura malvada. ¿Qué hacer? Repetir el mantra de santa Teresa: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa”. Tramitamos nuestra turbación, procesamos nuestro espanto y esperamos la coyuntura. Actuando, resistiendo, pensando. Un oráculo anticipó que este año sería Lo Suscitativo, cuando se multiplican los impensables. Al fin ocurrió el profético koan mexicano: agárrense de la brocha, porque vamos a quitarles la escalera. El único modo de mantener la calma es adoptar una postura apocalíptica y sobreponerse después. Fernando Solana OlivaresLO SUSCITATIVO

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