SU PATÉTICA POLÍTICA
Mientras más los veo y los oigo y me entero, más me convenzo: no hay a quien irle en la política nacional. El último sainete ocurrido en la video esfera ---único lugar donde estas cosas ocurren--- es otro de los esperpentos “informativos” que suelen administrarse en dosis cada vez mayores al adicto público mexicano: un video donde una diputada local y candidata de Morena recibe de un desconocido medio millón de pesos para entregárselos a López Obrador.
El encargo y su destinatario son clarísimos pero el asunto podría ser un montaje. Se han visto en el pasado otras exhibiciones así o más escandalosas que sin embargo conservan un principio narrativo lógico para darles aspecto de verosimilitud: el corrompido y el corruptor, escena que falta en el material difamatorio.
La mierda de la guerra sucia irá creciendo y las audiencias tendrán que esperar otras sorpresas de todos los contendientes. Pero eso, en nuestra degradación nacional sistémica ---así el lamentable presidente crea que la crisis es un estado mental--- quizá ya no resulte lo más esencial, sino la enésima confirmación de que todos los partidos y todos los candidatos son iguales.
López Obrador y el aparato de Morena proponen el asunto como culpa de sus enemigos, empleando de nuevo la simplificación, la reducción anecdótica y la visión policiaca de la historia conspirativa, la arcaica creencia en la magia negra: esto que pasa es culpa de aquellos. Enunciarlo así es transferirlo, trasladarlo, como hace la religión con los pecados. Es negarse a considerarlo.
El pragmatismo de Morena al dejar entrar a miembros sin control alguno, prefiriendo el número de gentes y no la selección de personas, volvió imposible la construcción de una masa crítica capaz de impulsar otra política, otra moral política.
Parece imposible también construir un proyecto nacional diferente con la carencia de lenguaje, de ideas mínimas que exhibe López Obrador en el video exculpatorio, carencia de alusiones a la generalizada problemática de la corrupción, quizá su bandera política central. La increíble razón tácitamente propuesta es que la corrupción siempre es ajena pues López Obrador y su partido son puros, de ahí que denuncien la corrupción de los demás. Un mundo circular.
No es nuevo ---ahí está el malhadado uso de la rebelión en la granja orwelliana aplicada al país, los cacofónicos adjetivos--- pero es descorazonador por repetirse una y otra vez. En su obsesivo machacar ciertos mantras denunciantes sobre la mafia en el poder (una entidad real que es parte central del problema, pero que no es el problema en sí, hay otros más) y sobre los políticos corruptos, está depositada su campaña. Su propuesta política se ha reducido a una: él. No representando o construyendo nada, sino solamente eligiéndole a él, el denunciante.
Daría pereza mental tomarlo en cuenta de no estar López Obrador en una tercera posibilidad de ganar las elecciones presidenciales. ¿Vale la pena hacer la prueba para que, por primera vez en su existencia moderna, desde la Independencia hasta nuestros días, la izquierda llegue al poder en México?
¿López Obrador es de izquierda? No lo demuestra. ¿Significa algo ahora ser de izquierda? Sí, lo sigue significando. Antes se pedía el programa y después se designaba al candidato. Ahora, si llega a tenerse aquél no importa, pues todo el mundo sabe que sucederá la metamorfosis posmoderna entre quien fue candidato y será presidente. Metamorfosis entre lo dicho y lo hecho.
¿Cómo moralizar la vida política? ¿Cómo conseguir un Pepe Mujica para este ensangrentado y sicótico país cuyas castas políticas dicen una cosa y hacen otra, se corrompen y criminalizan, ganan dinero a manos llenas y hacen negocios fabulosos contra los intereses nacionales? La única alternativa parece estar en una dimensión meramente testimonial: los candidatos del zapatismo y Emilio Álvarez Icaza, propuesto por la organización Ahora. Al ser testimonial puede ser germen de algo mayor más adelante, pero poco podrá hacer en la coyuntura electoral, salvo colectivizar otra posibilidad social, otra reflexión y otra práctica de lo público.
Paradoja mexicana. Por vías negativas: el hartazgo creciente ante la corrupción y la impunidad, el país llega a una disposición de cambio político. Quien podría representarlo no tiene posibilidades reales de ganar. Queda solamente quien denuncia una y otra vez no al sistema sino a los políticos, pero el que en el camino va dejando mucho que desear.
Fernando Solana Olivares
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