CONTRAPOPULISMO
In memoriam Sergio González Rodríguez
Rutger Bregman, un historiador y escritor holandés de 20 años, es autor del ensayo Utopía para realistas (Salamandra, Madrid), en el cual propone, según entrevista de Lluís Pellicer publicada hace unos días en El País, la promulgación de la renta básica universal, la reducción de las jornadas laborales a 15 horas semanales y la apertura de fronteras para acabar con la desigualdad.
Según su hipótesis, la renta básica universal es una de las partes fundamentales de la sociedad del bienestar, como la salud y la educación. Su aplicación reemplazaría subsidios del desempleo, entre varios otros, que han desembocado en un sistema ineficaz, paternalista y corrupto. La renta sería incondicional y la obtendría todos, pobres y ricos.
Se financiaría a través de la restructuración presupuestal del gesto público porque representa una inversión social. Bregman alude a pruebas científicas que demuestran cuan cara es la pobreza: genera delincuentes, deficientes resultados académicos, enfermedades mentales, malestar existencial. “Sería mucho más económico erradicar la pobreza que combatir lo que provoca”, dice.
El autor es un liberal convencido de la libertad individual y de que la gente sabe lo que debe hacer con su vida. Investigaciones demuestran que lo mejor es entregar directamente el dinero a quien lo necesita y no destinarlo a burocracias e inspectores. Experiencias anteriores también indican que el riesgo de que la gente derroche ese dinero es mínimo, pues “ ha funcionado sobradamente bien”.
Bregman señala que el problema de la izquierda hoy es que solo sabe a qué se opone y se ha quedado en el paternalismo asistencialista. Al mismo tiempo, la percepción de que los hombres con trajes, los tecnócratas saben mejor lo que conviene a las sociedades, ha derivado en la irrupción del populismo de derecha. Tanto la tecnocracia como el que ellos aplican. En cambio, lo que el mundo necesita es el pluralismo.
La transformación de ese discurso inoperante pasa por la reivindicación de la meritpcracia (lo mismo que acaba de proponer en una asamblea un joven universitario mexicano aún más joven que Bregman). “Muchos maestros deberían cobrar más y muchos banqueros tener un sueldo negativo por destruir riqueza. Ese es el discurso que necesitamos para combatir la desigualdad”. Confucio asentiría si lo hubiera escuchado.
Este pensador precoz opina que la jornada laboral de 15 horas semanales, defendida por Keynes y por la mayoría de los economistas y sociólogos de los años setenta, es también un alcance posible. Bregman llama al capitalismo un motor de prosperidad, de ahí su reflexión de que la renta básica universal significa una plataforma que concedería a todos la posibilidad de arriesgarse y emprender. En eso consiste el capitalismo, afirma.
La apertura de fronteras, la más utópica de sus propuestas según el entrevistador, y la más radical según el mismo Bregman, se funda en pruebas duras de que la inmigración sin duda inviable en el corto plazo. Pero el historiador cree otra cosa, que “todo empieza por contar una historia distinta. Lo mismo sucede con la renta básica. A menudo me dicen que la gente está en contra, pero en el siglo XVII la mayoría también estaba en contra de la democracia”.
Esa historia que cuéntase distinta tendría poco que ver con la características empíricas negativas del populismo y mucho con aquello que Balmes, filósofo del sentido común y de la certeza en el siglo XIX, formulaban así: el mayo bien para el mayor número. Desde una perspectiva excluyentes y sin matices, todo populismo se parece. Pero el Estado de bienestar y la existencia de una Estado que vele por el bien común en sus decisiones básicas es popular e ideológico, entonces no estratégico ni populista, no discursivo o retórico ni instrumento demagógico de llegada al poder.
Algunos rasgos necesarios se comparten: el rechazo a los políticos y la desconfianza hacia las instituciones caducas. Parece indispensable rescatar entonces la correcta denominación de la cosa: lo popular no es lo populista, así la sobresocialización mediática quera establecer que sí.
Empecemos a contarnos una historia distinta: la política es una tarea común. Contrapopulismo popular.
Fernando Solana Olivares
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