Friday, March 17, 2017

LO POSIBLE / I

Acostumbraba decir Bismarck que la política es el arte de lo posible. También los profetas del marxismo creían que las sociedades humanas resuelven los problemas que se plantean. Y el nuestro inaplazable, en el cual está la sobrevivencia mayoritaria, es desafiar el pacto de impunidad a través del cual se gobierna México desde hace décadas, aquel que enferma al país y parece acercarlo cada vez más a un desastre. Si en la parte está el todo, basten estos ejemplos sociales para documentar, como diría Monsiváis, nuestro optimismo nacional. Todos son política pública y su consecuencia. Un grupo de jóvenes celebra en un concurrido bar el cumpleaños de uno de ellos. Tres chicas, dos varones. El celebrado se dirige al baño. Al ir por el pasillo solicita a un joven desconocido que lo deje pasar. El otro lo increpa por el tono usado y entre varios sujetos comienzan a golpearlo. El 911 nunca contesta a las llamadas de auxilio hechas por sus acompañantes. El padre de una de las chicas llegó a rescatarlos. La golpiza fue muy severa y el chico terminó en el hospital. Algún mesero explicó que los agresores eran malos: un grupo pesado, dijo. A una reunión de dueños de pipas lecheras que llevan años de trabajar en su zona acuden representantes de un grupo fáctico que ambiguamente se identifica, pero actúa con tecnocrático conocimiento de causa: les hacen saber que tomarán para ellos gran parte del mercado. Llegan rodeados de guaruras. Le hablaron de madrugada para pedirle con urgencia que llevara a la cuñada al doctor. Desde que salió de su casa lo siguieron. Hay un toque de queda tácito pero inviolable que han decretado los capos del pueblo a partir de las diez de la noche. La motocicleta lo siguió a no mucha distancia de su trayecto y lo esperó pacientemente en sus paradas. Eso ocurre todas las noches desde hace meses. Una camioneta rebasa por la izquierda a otra que va más lenta. El hombre joven que la maneja conduce apurado para auxiliar a su madre, su mujer y sus dos hijos, quienes se han quedado varados más adelante. La otra lo sigue y llega detrás de él. Se bajan cuatro agresivos sujetos armados con rifles de asalto. Él explica que su familia es la razón de su rebase. Las mujeres y los niños entran en pánico. Por fin se van. Ejemplos de descomposición constante, sistémica: una violencia difusa y primaria sobre la que se sostiene la sanguinaria violencia pública mayor y su imparable carnicería en aumento. El estado mexicano se ha criminalizado, corrompiéndose medularmente, envilecido por una clase política puesta en las últimas tres décadas al servicio de un insaciable neoliberalismo que lleva a cabo un saqueo descomunal. Pareciera necesario exigir que se fueran todos. Tal pretensión no es posible, no es política. Resulta una paradoja no muy alentadora cambiar las cosas ---o intentar hacerlo--- a través del mismo tipo de pensamiento que las produjo. Sin embargo, así va resultando la posmodernidad: debemos emplear los mismos venenos para curarnos de sus tóxicos efectos. La arena pública, aun convertida en espectáculo para compulsivos consumidores que han dejado de ser ciudadanos, continúa siendo el lugar donde se resuelve el interés de todos. Acaba de surgir una iniciativa ciudadana frente al complejo horizonte mexicano y sus circunstancias políticas, económicas y sociales: Ahora. Personas comunes, dicen al presentarse, que quieren enfrentar el pacto de impunidad predominante entre las mafias y grupos de interés para “redefinir el proceso democrático del país”. Una geometría plana afirma que existen tres bloques: la izquierda definida genéricamente y dos partidos bifrontes que para efectos de la descomposición han actuado como si fueran uno solo. Salvo por un socialismo con ciertos visos asistenciales (explicables ante la abismal e incurable desigualdad mexicana), López Obrador es en mucho un populista de derecha, como lo ha definido Roger Bartra. Su terca perseverancia y una honestidad personal cuando menos sensiblemente mayor que la de sus rivales condensan sus alcances electorales y al mismo tiempo sus límites. Desde un fenómeno meramente pendular hasta un voto de confianza, desde una simpatía por el débil hasta la conectividad popular de sus mensajes, para muchos de quienes todavía creen en un cambio del estado de cosas, hasta hoy una modernidad sicótica, López Obrador representa la menos mala de las posibilidades. No es mucho, pero no es poco. Fernando Solana Olivares

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