MENTE PLENA Y ATENTA
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao ha tomado un término hindú para definir el estilo de atención actual que lleva a la mente a saltar de una cosa a otra, en un ir y venir permanente donde se interrumpe a sí misma y a los demás: monkeymind. La mente es un mono, dice la enseñanza tradicional, que va de un objeto mental a otro como el mono va de rama en rama. Si no tiene objetos para desplazarse los inventa. Los científicos hablan del “yo vertical” que exige la lectura, contra el “yo difuso” que embebido se hunde en la pantalla.
Una excelente nota de Joseba Elola (El País, 25.06.17), “La era de las mentes dispersas”, congrega opiniones autorizadas sobre el tema, una plaga de descerebramiento colectivo según muchos, o un nuevo horizonte conceptual dicen otros. La profesora Gloria Mark compara la compulsiva tendencia a checar el teléfono ---entre 80 y 110 veces al día, dice el periodista de acuerdo a estudios--- con la búsqueda de una gratificación. La expectativa de la misma es suficiente para volver una y otra vez a buscarla.
La última no muy conseguida novela de Aldous Huxley, La isla, pone en escena unos pájaros cuya función es repetir a todas horas una sola consigna: “Atención, atención”. El budismo zen afirma que todos los problemas son por falta de atención. Y la profesora Mark completa esta idea: mientras más neurótica e impulsiva es una persona menor es su capacidad de concentración. Hace no mucho Ginsberg escribió que había visto a las mejores mentes de su generación destruidas por las drogas, luego tuvimos que decir: destruidas por el poder y el dinero. Ahora escasamente diremos: destruidas por el teléfono inteligente para usuarios embrujados (el término es de Heidegger respecto a la tecnología).
La filósofa Simone Weil va más allá de todo esto para afirmar que la raíz del mal es el ensueño, y que todo ensueño es un acto de desatención. En la atención ella contempla un esfuerzo moral sostenido, una virtud mediante la cual cada quien cuida mentalmente de sí mismo y así cuida a todos los demás (esta es una fórmula del budismo antiguo).
Para ella, esa virgen roja, la mente errante es una mente infeliz. La atención representa el soporte y el vehículo para alcanzar estados de felicidad. El viejo I Ching advierte que los pensamientos del hombre noble no van más allá de su situación. Concentrarse es estar en la situación. Byung-Chul Han recicla con brillantez lacónica la imagen de la desaparición de los umbrales en el mundo actual: las distinciones entre ahí y aquí, invisible y visible, conocido y desconocido, inhóspito y familiar. De ahí la visibilidad total y la disponibilidad absoluta en el mundo actual.
El mundo de la red, escribe este pensador, no tiene historia, es un “tiempo-ahora” que va de una cosa a otra y sin duración, un veloz encadenamiento de fragmentos que impide cualquier demora contemplativa, cualquier atención sostenida, la única que hay. El arcaísmo al que suenan términos como verdad y conocimiento consiste en que remiten a la duración. Nada dura, salvo la desatención, calculada en ocho, nueve segundos para que aparezca en el televidente cada vez.
Una hipótesis hermenéutica avanzada propone que la caída contada por el Génesis alude a la pérdida de la atención, del nivel mental unificado que debió caracterizar alguna vez a los seres humanos. Kafka cuenta que los hombres fueron expulsados del paraíso por impacientes, y que no pueden volver a él por lo mismo. Impaciencia=desatención.
Lo paradójico del tema es que el desarrollo de la atención es casi democráticamente accesible, y cualquiera puede practicar todos los días el desarrollo de la atención y la concentración ---funciones asociadas--- poniendo al cuerpo en una posición fija determinada y atendiendo la entrada y la salida del flujo respiratorio más las percepciones, las sensaciones y los pensamientos.
Doctrina de la aparición simultánea modificada: cuando se extiende el entretenimiento desatento de la mente masiva, muchos se entrenan en cultivar la atención plena en el momento presente, una psicofisiología de la atención. Es un nuevo capital social que definirá abruptamente a las personas: serán los dormidos y los despiertos de los gnósticos. En eso consiste la resistencia tardomoderna de la aristocracia del espíritu, accesible a cualquiera que la practique. Junto con la lectura, es el superpoder que nos queda. La mente está en calma cuando está atenta. Dice el gatta meditativo que entonces todas las cosas lo son.
Fernando Solana Olivares
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