Friday, December 22, 2017

VARIANTES NAVIDEÑAS

A) La historia la relata el príncipe Lampedusa, también autor de dos libros como Homero y Rulfo, en el cuento “La alegría y la ley”. Algún crítico la ha llamado una lección operativa sobre el arte de narrar lo cotidiano, que versa sobre el viaje de un modesto contable hacia su casa después del trabajo en vísperas de Navidad. Sube al autobús cargado de cosas: una cartera llena de papeles ajenos, un enorme paquete que contiene el panettone de siete kilos que le han dado de premio por designación unánime de sus compañeros de oficina como el mejor empleado del año, y un paraguas a punto de abrirse. Molesta a todos los pasajeros del autobús de extremo a extremo como lo haría una monja vestida con siete enaguas. Después de remontar las tantas escaleras de su humilde morada e ir enumerando mentalmente a los pretensiosos y acomodados vecinos habitantes de cada piso, llega a casa con su mujer e hijos. La alegría del premio, que alrededor de la mesa los niños ven con ávido interés sin atreverse a tocarlo, se disuelve en la ley de la obligación. El pan será entregado como regalo de agradecimiento a un hombre poderoso, acreedor de algunos favores, que seguramente lo recibirá con indiferencia. Los compañeros de oficina decidieron el premio como un acto de consideración. Sin embargo, un pequeño panettone de un kilo adornará por unos instantes, antes de ser devorado, la mesa de la hambrienta familia. Nadie sabe para quién trabaja. B) Enoch Soames murió, literalmente, “por falta de éxito”. Y por la misma razón vendió su alma al diablo. Era un poeta fracasado que entre la gente dejaba una sensación “imprecisa”, un bohemio triste y bebedor de ajenjo, autor de dos obras poéticas absolutamente olvidables ---la última de título atroz: Fungoides---, que en su necesidad de reconocimiento ahora, y no después de muerto, a cambio de su alma pacta con el diablo, el cual en un restaurante lo escucha quejarse sobre su suerte literaria con quien escribirá esta misma historia años después, Max Beerbohm. La frase de Soames, murmurada como en un trance, es: “De aquí cien años”. El diablo entonces se sienta a su mesa y le hace un ofrecimiento: visitar esa misma tarde dentro de cien años la sala de lectura del Museo Británico, dejarlo ahí hasta la hora del cierre a las siete de la noche y después traerlo de vuelta a esa mesa para llevárselo. Cuando es materializado de nuevo en el restaurante, su desencajado rostro muestra que la opinión unánime sobre su obra ha acertado: ni ella ni él existen en memorias, anales o antologías. Algunos hombres son póstumos, pero Enoch Soames, como casi todos, no. Buscaba en el reconocimiento de los otros lo que sólo debió haber esperado encontrar en el acto de escribir. Su viático, su compensación. C) Kafka dejó escritas cuatro reflexiones enigmáticas: los leopardos que irrumpen en el templo, beben de los cálices del sacrificio y acaban siendo parte del ritual; los cuervos que afirman que uno solo de ellos podría destruir los cielos, sin considerar que los cielos son esencialmente la imposibilidad de los cuervos; los perros de caza que juegan en el patio pero no dejan escapar a la veloz liebre; la elección entre ser reyes o correos de los reyes, que infantilmente se decide por ser correos todos, la desaparición de los reyes y el aburrimiento al hacer algo que no tiene sentido, insensato y anticuado. Las cuatro son enigmáticas por dos razones: su nombre mismo, reflexiones, y sus abstractos temas. Pareciera que para Kafka pensar es el acto de narrar con imágenes. D) Los ritos reiteran que el tiempo es circular, y las celebraciones vuelven a significar una promesa de duración para la gente. Pero no será así en Al-Quds, alrededor del cual en 1974 la cumbre de países islámicos acordó una resolución que a la letra dice: “La retirada de Israel de Jerusalén es la condición inicial más importante e insustituible para restablecer la paz en el Cercano Oriente”. La Asamblea General de la ONU resolvió que Palestina se dividiría en un Estado árabe y en otro judío, y que Jerusalén sería un corpus separatum bajo un régimen especial administrado por la ONU. El sionismo no ha respetado estos acuerdos y mediante las armas ocupó Jerusalén Oeste en 1948 y su sector oriental en 1967. Ahora, con el provocador reconocimiento de Trump como “capital eterna e indivisible de Israel”, las puertas del caos parecen haberse abierto aún más. Armagedón, escenario apocalíptico final, está en Palestina. ¿Feliz Navidad? Fernando Solana Olivares

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