Friday, July 13, 2018

PORTALES DEL TIEMPO

Existen momentos históricos que al suceder condensan diversos tiempos anteriores y futuros. Borges se refirió a ellos como fechas púdicas, secretas, no porque pasaran inadvertidos ---siempre son fenómenos colectivos--- sino porque sus alcances profundos resultan imposibles de saber. Fechas bisagra, las llamó un autor ruso empleando una metáfora mecánica. Representan goznes, umbrales o dinteles. Puertas del tiempo. Se caracterizan, entre otras cosas, porque quienes los viven participan de un sentimiento común: estar ante el inicio de algo nuevo, distinto a lo anterior conocido. Ello genera entusiasmo, palabra calificada por algunos filólogos como la más bella del idioma dado que significa “dios interior”. Sobre todo cuando eso que se reemplaza está corrompido y ha llegado a su límite. Nada es estático ni duradero: tal entusiasmo irá modificándose al paso de los meses, pues no proviene del interior de las personas sino de su entorno exterior. A pesar de ello, una catarsis colectiva de gran escala ha tenido lugar en el país, conjurando pronósticos de conflicto y violencia, barriendo fuerzas políticas anquilosadas, suprimiendo hegemonías de décadas y cambiando de golpe la mayoría estadística que apenas hace unos meses desconfiaba acremente del futuro nacional. Por ahora los mexicanos vuelven a confiar en los días que vienen gracias al gobierno electo y al desenlace de la elección. Entre ellos muchos quienes no votaron por López Obrador. La sabiduría oriental aconseja que quien no quiera desilusionarse debe procurar no ilusionarse. Además, lo que se ha puesto en curso rebasa a sus mismos actores, y con toda su luminosidad positiva, esperanzadora, también es una recomposición política hecha de mezclas, pedazos, oportunismos y luchas por el poder. La clase política, en un vuelco electoral inesperado, se ha reconstruido, los mercados han descontado el triunfo antes temido y los señores del dinero ahora aman lo que ayer veían como un peligro. Muchos de los riesgos del porvenir pueden parecer similares a aquel que cuenta El Gatopardo de Lampedusa: que todo cambie para que todo siga igual. La preceptiva literaria afirma que un pueblito normando puede contarse tanto como Constantinopla, la gran capital. El drama humano ocurre en cualquier parte y la base del poder invariablemente se origina en lo local. Así por ejemplo, en la endógena y ensimismada región de Los Altos de Jalisco, Morena no recibió una votación proporcional al avasallador empuje que tuvo en el resto del país. Las razones fueron varias. Una muy mala y casi inexistente campaña, erráticamente dirigida y sin ninguna creatividad discursiva ni social respecto a los problemas de la zona. Ninguna imaginación política. A pesar de eso, la fuerza de López Obrador fue tanta que obtuvo algunas regidurías en pueblos ancestralmente malgobernados por panistas y priistas cristeros. Los fundadores de Morena en la zona, pioneros heroicos y solitarios, gente decente aunque limitada, tan exóticos al paisaje que sólo con varios tequilas encima se atrevían a entonar su cántico de guerra en fiestas de rancho: “Es un honor estar con Obrador”, ahora están sufriendo los embates de astutos y recientes expriistas que quieren echarlos de la dirección regional para quedarse con la rentable franquicia política, travestirse en ella y seguir medrando. Todo indica que lo podrían conseguir. Volteando entonces la perspectiva, y no haciendo de lo particular algo general, el pacífico y civilizado cambio de régimen ha significado una conmoción, un salir del pasmo indiferente, el miedo inducido y el interés egoísta que paralizaban al país. Un cuerpo colectivo (que la teoría de los cinco cuerpos de Morris Berman llama cuerpo espiritual) se ha puesto en movimiento y sus manifestaciones no pueden asumirse más que críticamente, lo mismo que sus mutaciones, esperando de ellas lo posible antes que lo deseable. El repentino poder alcanzado por López Obrador y Morena ---un fenómeno propio de estos años de desencanto político público y redes sociales denunciantes--- traerá consigo grandes expectativas y fuertes demandas sociales. Su inmenso capital político no será permanente y enfrentará a una sociedad de muchas maneras más democrática, que ha dado y aprendido una lección electoral histórica: los votos cambian circunstancias públicas. Vencer es avanzar. Los portales del tiempo se abrieron. Fernando Solana Olivares

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