ESTRATEGIAS DEL OCASO
Los antipsiquiatras afirman que la esquizofrenia es la estrategia de un sujeto que vive ante una situación insoportable. Corazón roto, eso significa la etimología de tal aflicción terrible que confisca la conciencia de quien la padece para aislarlo de sí mismo y de los demás. Nos interesa aquí no el efecto de un corazón roto, la esquizofrenia, que supone una dramática fuga de la realidad, sino su causa: la elaboración de una estrategia ante una situación que es percibida como insoportable.
La gente común y corriente suele considerar las cosas que le ocurren en términos de bendición o maldición, de fatalidad o fortuna. En cambio, la gente superior, los atletas del espíritu, conciben dichos sucesos como desafíos personales ante los que se debe actuar coherentemente, y nada más. Es cierto que una actitud así requiere dejar atrás las pautas del sentimentalismo, los vicios de la autoconmisceración y las adicciones del autoconcepto. En suma, dejar atrás el ego, una hipótesis inútil que sin embargo es considerada como esencial en nuestra cultura (hoy los gimnasios así se llaman: ego). Y dejar atrás también otro tópico poderosísimo: aquello que se conoce como sujeto histórico, es decir, la condición mental inescapable que obliga a casi todos a vivir emocional y espiritualmente en la época que les ha sido cronológicamente dada, como si fuera la única existente, la única habitable, la única real.
Si esto suena a autoayuda, es porque lo es. No en balde prolifera ahora, en este momento crepuscular de desorientación social e incertidumbre globalizada, una literatura muy inferior cuya oferta radica en decirle a los habitantes de la tardomodernidad qué hacer, cómo hacerlo y para qué hacerlo, o sea, en mostrarles un camino de salvación existencial. El que en su abrumadora mayoría estos productos representen una manifestación de la misma enfermedad que pretenden curar, que sean meras formas irracionales, mercadotécnicas y vitalistas del autoengaño, no cancela la antigua y profunda procedencia que tienen: se originan en aquella tendencia del género humano que se llama gnosis (conocimiento), y que sobre todo es una herramienta utilizada por el sujeto para cumplir con una tarea, la auténticamente humana, según dicen múltiples tradiciones y filosofías: cultivarse a sí mismo mediante el empleo del conocimiento y en ánimo de comprender, o meramente atisbar, el enigmático misterio de lo que llamamos realidad.
Estrategias ante una situación insoportable. Estrategias ante la vida, pues la vida puede resultar insoportable. Máxime ahora, cuando tantos signos muestran una descomposición atmosférica creciente, de crisis crónicas que abarcan todos los ámbitos: la propiedad, la alimentación, el medio físico, la economía, la política, la seguridad personal, el presente, el futuro, y hasta el pasado con su horrible fuerza retroactiva donde se incubó lo que hoy acontece: los huevos de la serpiente están delante de todos desde hace tiempo.
Una verdad sociológica establece que las sociedades humanas tienen éxito (perdurabilidad y vigencia) mientras la mayoría de sus miembros así lo creen. En México, la mayoría dentro de la minoría que está despierta parece no creerlo más. Y tal vez en su fuero interno, en sus sueños, en su subjetividad, en sus somatizaciones, tampoco las mayorías nacionales que están dormidas e intoxicadas por los aparatos ideológicos de dominación ya creen en ello. Hasta las oligarquías se comportan con una intranquilidad creciente y en sobresaltado aumento.
Nunca como esta vez he recibido correos electrónicos de lectores y lectoras, sobre todo de lectoras, que comparten lo que se escribió aquí la semana pasada y me cuentan su desencanto y preocupación ante la violenta y desarticulada realidad mexicana, ante la impunidad escandalosa, ante la grotesca política, ante el doble discurso, ante el país real. ¿Cuándo se jodió México? ¿Cuándo comenzó este veloz recorrido hacia el malogro? ¿Cuál fue la fecha púdica y secreta o estrepitosa y pública que marcó el derrotero seguido desde entonces por la sociedad mexicana hasta este punto donde la noticia del día es peor que la anterior?
Sí porque sí. No porque no. Sí pero no. Yo tengo para mí que esta etapa mexicana (designada taróticamente por Jodorowsky como el momento donde México se crucifica a sí mismo para dar paso a otra circunstancia) comenzó con el siniestro y kantiano régimen de Carlos Salinas. ¿Por qué kantiano? Porque el viejo filósofo alemán explicaría que el principio de razón suficiente es el que actúa siempre y en todo: “ningún hecho o enunciado puede ser verdadero o existente sin que haya una razón suficiente para que así sea y no de otro modo”. Simplificando tal principio, puede aceptarse que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. ¿Cuándo se jodió México? Cuando Salinas.
Pero como haya sido, aquí estamos: encerrados en nuestra propia incertidumbre y viendo a los malos enchidos de apasionada intensidad. Necesitamos desarrollar estrategias ante una situación que sin mucho pensamiento negativo puede considerarse como insoportable. Los chinos, nuevos dueños del mundo, profieren una maldición contra el enemigo: “que vivas en tiempos interesantes”. Los nuestros lo son y ese es su desafío. ¿Autoayuda? Sí, cómo no. Uno debe ser una lámpara para sí mismo. Tal fue la enseñanza del Budha antes de morir. Sigue del todo vigente para cabalgar al tigre de la época. La salida es por ahí.
Fernando Solana Olivares
La gente común y corriente suele considerar las cosas que le ocurren en términos de bendición o maldición, de fatalidad o fortuna. En cambio, la gente superior, los atletas del espíritu, conciben dichos sucesos como desafíos personales ante los que se debe actuar coherentemente, y nada más. Es cierto que una actitud así requiere dejar atrás las pautas del sentimentalismo, los vicios de la autoconmisceración y las adicciones del autoconcepto. En suma, dejar atrás el ego, una hipótesis inútil que sin embargo es considerada como esencial en nuestra cultura (hoy los gimnasios así se llaman: ego). Y dejar atrás también otro tópico poderosísimo: aquello que se conoce como sujeto histórico, es decir, la condición mental inescapable que obliga a casi todos a vivir emocional y espiritualmente en la época que les ha sido cronológicamente dada, como si fuera la única existente, la única habitable, la única real.
Si esto suena a autoayuda, es porque lo es. No en balde prolifera ahora, en este momento crepuscular de desorientación social e incertidumbre globalizada, una literatura muy inferior cuya oferta radica en decirle a los habitantes de la tardomodernidad qué hacer, cómo hacerlo y para qué hacerlo, o sea, en mostrarles un camino de salvación existencial. El que en su abrumadora mayoría estos productos representen una manifestación de la misma enfermedad que pretenden curar, que sean meras formas irracionales, mercadotécnicas y vitalistas del autoengaño, no cancela la antigua y profunda procedencia que tienen: se originan en aquella tendencia del género humano que se llama gnosis (conocimiento), y que sobre todo es una herramienta utilizada por el sujeto para cumplir con una tarea, la auténticamente humana, según dicen múltiples tradiciones y filosofías: cultivarse a sí mismo mediante el empleo del conocimiento y en ánimo de comprender, o meramente atisbar, el enigmático misterio de lo que llamamos realidad.
Estrategias ante una situación insoportable. Estrategias ante la vida, pues la vida puede resultar insoportable. Máxime ahora, cuando tantos signos muestran una descomposición atmosférica creciente, de crisis crónicas que abarcan todos los ámbitos: la propiedad, la alimentación, el medio físico, la economía, la política, la seguridad personal, el presente, el futuro, y hasta el pasado con su horrible fuerza retroactiva donde se incubó lo que hoy acontece: los huevos de la serpiente están delante de todos desde hace tiempo.
Una verdad sociológica establece que las sociedades humanas tienen éxito (perdurabilidad y vigencia) mientras la mayoría de sus miembros así lo creen. En México, la mayoría dentro de la minoría que está despierta parece no creerlo más. Y tal vez en su fuero interno, en sus sueños, en su subjetividad, en sus somatizaciones, tampoco las mayorías nacionales que están dormidas e intoxicadas por los aparatos ideológicos de dominación ya creen en ello. Hasta las oligarquías se comportan con una intranquilidad creciente y en sobresaltado aumento.
Nunca como esta vez he recibido correos electrónicos de lectores y lectoras, sobre todo de lectoras, que comparten lo que se escribió aquí la semana pasada y me cuentan su desencanto y preocupación ante la violenta y desarticulada realidad mexicana, ante la impunidad escandalosa, ante la grotesca política, ante el doble discurso, ante el país real. ¿Cuándo se jodió México? ¿Cuándo comenzó este veloz recorrido hacia el malogro? ¿Cuál fue la fecha púdica y secreta o estrepitosa y pública que marcó el derrotero seguido desde entonces por la sociedad mexicana hasta este punto donde la noticia del día es peor que la anterior?
Sí porque sí. No porque no. Sí pero no. Yo tengo para mí que esta etapa mexicana (designada taróticamente por Jodorowsky como el momento donde México se crucifica a sí mismo para dar paso a otra circunstancia) comenzó con el siniestro y kantiano régimen de Carlos Salinas. ¿Por qué kantiano? Porque el viejo filósofo alemán explicaría que el principio de razón suficiente es el que actúa siempre y en todo: “ningún hecho o enunciado puede ser verdadero o existente sin que haya una razón suficiente para que así sea y no de otro modo”. Simplificando tal principio, puede aceptarse que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. ¿Cuándo se jodió México? Cuando Salinas.
Pero como haya sido, aquí estamos: encerrados en nuestra propia incertidumbre y viendo a los malos enchidos de apasionada intensidad. Necesitamos desarrollar estrategias ante una situación que sin mucho pensamiento negativo puede considerarse como insoportable. Los chinos, nuevos dueños del mundo, profieren una maldición contra el enemigo: “que vivas en tiempos interesantes”. Los nuestros lo son y ese es su desafío. ¿Autoayuda? Sí, cómo no. Uno debe ser una lámpara para sí mismo. Tal fue la enseñanza del Budha antes de morir. Sigue del todo vigente para cabalgar al tigre de la época. La salida es por ahí.
Fernando Solana Olivares
1 Comments:
Estimado Fernando,
Llevo días pensando en tu columna. Y quiero citar a Ciro Gómez Leyva pues lo que escribe hoy no me pone a pensar, me hace sentir terror y angustia:
"...si la insurrección lopezobradorista calcula que la crisis de terror por los crímenes y secuestros, así como las pobres expectativas de una mejoría económica, tienen al gobierno de Calderón en su punto más débil desde diciembre de 2006, podría calcular también que este es un excelente momento para la acción. Para ir a fondo.
Porfirio Muñoz Ledo, coordinador del FAP, subrayó la semana pasada en entrevista con Georgina Morett, que ha llegado la hora de poner en marcha la “reconstrucción institucional”. La explicó así: “Primero se tiene que acabar con el gobierno de Calderón, luego tiene que surgir un gobierno interino; si eso ocurre después de diciembre, va a durar cuatro años; si es antes, duraría 18 meses”.
Porfirio no es el único que lo piensa. Ni el único que lo está diciendo."
Siento angustia. ¿de qué tamaño será la cruz que vamos a requerir?
Recibe un abrazo, seguimos en contacto.
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