Friday, September 12, 2008

UN VIERNES 29

El lecho seco del río se llenó de agua. Cuando lo miré me fascinó su imagen: la corriente corría sin cesar, entre crestas y veloces remolinos. Era gris y casi metálica, a veces ocre, luego color de plomo, y pasaba con gran fuerza: hipnótica energía líquida. Era una metáfora física de aquello general: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar...”. ¿Qué no?

Un día antes habían llegado Pura y Beto a la abadía alteña donde vivo con mi mujer. Ella es poeta y la adoro. Él es científico y lo quiero mucho. Ese viernes subimos los tres en mi troca no por el puente, pues estaba cerrado debido al indomesticable caudal que rugía bajo sus entrañas, y nos enfilamos al museo Agustín Rivera de Lagos de Moreno, donde Pura daría una conferencia sobre creación poética a dos grupos de alumnos universitarios.

Mientras tanto sucedían acciones paralelas. La universidad de los alumnos y del maestro que los convocaba en un acto tan poco común en estos tiempos antipoéticos, a esa misma hora se estaba disputando entre dos grupos: uno aceptable por su estilo y realizaciones anteriores, pero indebidamente mantenido en el poder, y otro francamente delirante e impresentable que debía desalojar la rectoría. Aparecían 12 decapitados en Yucatán cuyas cabezas serían empleadas en ritos de magia negra por sus verdugos narcos. El presidente Calderón premonitoriamente se caía de la bicicleta, y ocurrían otras cosas más como los preparativos para las inocentes y multitudinarias marchas urbanas contra la inseguridad.

Siempre en la vida es el sitio y son las personas. El pequeño museo recién restaurado, con su higuera centenaria y sus anchos muros coloniales, somáticamente se percibe como un lugar favorecido. Sus huellas síquicas son amables pues ahí vivió un cura, hombre bueno e intelectual muy serio, cuyo lema, inscrito en la base de cantera que sostiene su busto de bronce colocado en el patio, describe cómo fue su vida: la usura del cálamo, dice, la usura de la pluma, ya que el prócer se gastó toda su fortuna en la publicación de sus libros, notables entonces y notables ahora, cuando ya no se leen. Acabó muriendo en León, refugiado en la casa de un fiel sirviente.

La sala superior, de las dos con que cuenta el pequeño museo, se llenó con casi cien asistentes, mujeres, como siempre, en su mayoría. Presenté a Pura ante el auditorio con una sensación interna que me resulta familiar: no decir lo que quiero sino lo que puedo. Sin embargo dije lo que creo: con nosotros está una princesa del pensamiento y la poesía, que son lo mismo. Y ella leyó un hermoso texto donde comparó los inicios en los discursos de recepción de tres poetas que alcanzaron el Nobel, Octavio Paz, Derek Walcott y Seamus Heaney.

El eje del ensayo de Pura fue una palabra invocada por los tres autores al recibir el galardón y sintetizar su credo poético: gracias. Pensar es agradecer, dice la consigna pietista (Denken ist Danken), y la hermosa voz de la poeta resonó agradecida, como si fuera agua de gran fuerza sosegada, entre esos jóvenes que miraban y escuchaban bien atentos lo que ella leía: lenguaje cargado de sentido a su máxima intensidad. O poesía, una sustancia curativa del sistema inmunológico del lenguaje. La casa del ser es el lenguaje, así que todos los presentes, más la sibila cuya voz sonaba, íbamos habitando nuestra casa, la del ser, y curábamos nuestro sistema espiritual inmunológico.

A continuación, Pura leyó su propia poesía. Ocurrió magia entre esas paredes, la cual consiste no en cambiar las cosas sino la manera como se miran y como se escuchan las cosas. Además, los alumnos recibieron una lección técnica contemplada en su programa lectivo. Poesía es aquello que junta la forma y el fondo, el qué y el cómo se dice, lo cual provoca fenómenos de percepción no cotidianos. Luego de dos horas silenciosas y concentradas, la poeta tuvo que suspender el sortilegio y el auditorio salió de su admirativo trance.

La forma más alta de la inteligencia es la bondad, y Pura es muy inteligente. Así que bondadosamente ofreció veinte libros que llevaba de su obra para regalarlos entre estos jóvenes que por primera vez escucharon y vieron de cerca a una dama del lenguaje, a una dama del ser (o del Ser, para poner más puras las palabras). La conclusión que los alumnos tuvieron conmigo días después sobre lo sucedido ese viernes, puede sintetizarse en tres partes: lo femenino realizado, pues la poeta es una mujer que sabe (y para el mundo misógino predominante, que puede ) latín, de allí el alto nivel de ella y de su obra; la infancia recuperada, pues bellamente explicó que en aquel tiempo cronológico estaba el a-sombro (sin sombra) necesario para nutrir la poesía; y al fin, que la palabra y el lenguaje son la única patria del poeta, su más profunda fidelidad estética.

Fue la visita de dos ángeles al museo laguense y a la abadía. Hablamos los cuatro como hacía mucho no lo hacíamos, en una mesa circular y alrededor de buen vino y rica comida. Pláticas que son los verdaderos sentidos de esta vida atribulada: el viático de la amistad. La visita de los hermanos cabales, que superan a los dados por la sangre. Y la poesía y la poeta y los jóvenes. Un pequeño museo, un río rugiente. La Diosa Blanca, el lenguaje, un veintinueve de agosto tardomoderno estuvo en Lagos.

Luego uno sabe que la vida es buena. Cuando menos a veces. Y cuando es buena sabe deliciosa. Pensar es agradecer. El nombre es la persona: Pura. La vida en verano es poética y pura.

Fernando Solana Olivares

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