Saturday, April 18, 2009

COLGANDO A PHIL KELLY

Un día estaba editando un suplemento, entonces ya seguía la técnica que sigo practicando pues es la única que conozco: dejar que los textos y las ilustraciones lleguen a la redacción. Para eso hay que tener contacto con el sistema de las letras y creer en la utilidad de los cadáveres exquisitos, objetos de funcionamiento simbólico: esto con esto, que no se había juntado antes, ofrece una nueva lectura, propone una nueva significación.
Desde mi escritorio de editor se desparramaban textos, ilustraciones, folletos, catálogos y libros. Pero un material sobresalía: el catálogo pictórico de un tal Phil Kelly, que capturó mi atención y mi voluntad. Usé las imágenes de sus cuadros para ilustrar uno de los mejores números de aquella buena publicación.
Todo había sido simple, familiar, inmediato. Dicha pintura urbana, cromática, gestual, resuelta en gruesos trazos, de protuberancias de óleo ---color y movimiento congelados--- en tercera dimensión, me había resultado una extraña, pero tan cercana como si la hubiera estado esperando, revelación. O una epifanía, según diría Joyce, paisano dublinés de Phil experto en ellas.
Desde entonces amé su pintura, cuyos poderosos cuadros hoy me rodean, y hace días monté una tercera exposición de ellos. Pero mucho antes de esto lo conocí. Sin saberlo, al poco tiempo de haberme topado con su obra (profunda extrañeza, gran belleza: obra canónica), una amiga común nos reunió en Tepoztlán. Desde entonces Phil Kelly y su genio pictórico, su excéntrica imagen, su profunda humanidad, su otra mirada, su arte mismo, puesto todo eso en un personaje único, redobló el encantamiento que provoca en mí.
Cuando Phil Kelly llegó a Oaxaca, santuario de la no reconocida pero existente escuela local de pintura, representó cucarachas y no chapulines, algo similar a lo que años atrás había hecho Lowry en el mismo sitio, otro antepasado de él; por puro atrevimiento exacto su exposición ahí se llamó “La forma de las cosas que vendrán”. Esta de ahora, presentada en el museo Agustín Rivera de Lagos de Moreno y auspiciada por el INAH, se llama “La fuerza iluminada”.
Colgarla en las dos blancas salas rectangulares y no muy largas del museo volvió a ser eso: una fuerza estética iluminante, una zona de poder que puede bañar a aquellos que la contemplen, al modo de una epifanía kellyana concentradora de estímulos imaginativos y visuales pero también olfativos, porque el óleo y las tintas del pintor son recientes ---pinta diariamente desde hace décadas---, y además táctiles: un campo de fuerza del dios operante que estas obras de arte concentran.
Apremiando un poco los términos, de pronto caigo en la cuenta que lo anterior, a mi entender rigurosamente cierto, está refiriéndose a un espacio de renovación para quien se introduzca en él, así dure un breve lapso su visita. Y tal necesidad, la renovación, antes era proveniente de la contra-cultura. Parecería, en cambio, que cuando estas líneas se escriben los polos de la tierra ya se movieron de lugar y la renovación de la gente, la respuesta al nihilista vacío que nos rodea ahora puede darse aquí, en éste último territorio vinculante con lo que el arte verdadero, una conmoción, permite atisbar y sentir al espectador silencioso y concentrado: el vaciamiento de sí, la mirada objetiva, la psicología de la mutabilidad, como en estas dos salas que exhiben 34 piezas de un artista cumplidor: sus obras sí son metáforas que muestran lo otro de lo mismo, metáforas que sin movernos de aquí nos llevan más allá.
Dado que lo recién escrito es bien abstracto, hágase la prueba. El universo multidimensional resulta como la natación: solamente con su práctica empírica puede saberse de qué se trata. Y por cierto, muchos cuadros de Phil representan playas y aguas, porque su temática urbana es mucho menos importante para él que la propia posesión pictórica. Phil Kelly pintará hasta su último día: es pintor-pintor-pintor. Los dones no pueden ser rechazados cuando se tienen, pues la vida termina por quintaesenciarse en la fidelidad al acto creativo, en su repetición, mientras el dios Apolo quiera y la canción del oficio dure.
Cioran escribió que su única aspiración era salir de la lírica y pasar a la prosa. También es mía, y pido disculpas si no lo consigo. Pienso de Phil como quería Balthus de sí mismo: sólo digan que soy pintor. Todo lo demás está en los cuadros: la historia de su vida. Por ello estas piezas plásticas son objeto de tanto espíritu, de tanta fuerza iluminada. Así el tiempo también es bueno, habitable, pues pareciera que este artista pinta con los dedos, como dijo Joyce que dijo Bloom: Phil Kelly.
Líneas atrás aparece el término familiaridad, empleado como un rasgón anticipado de la realidad, pues uno sabe que debe existir al lado, arriba o enfrente un paso ligeramente dislocado que permite obtener otras percepciones. Sin querer vulgarizar una verdad definitiva: “Tú eres eso”, certeza que aparece cuando se obtiene la expansión de la conciencia, la iluminación, aquí hay lascas incandescentes de ello, como si quedarán residuos suficientes para sentir, breve y ligeramente, eso mismo. Se trata, al modo de una experiencia transformante, de perderse en algún cuadro de Phil Kelly, aquel que nos elija como un espejo magnético. Todo acto de magia comienza por la imaginación.
La idea no es nueva, la oportunidad sí. La fuerza que ilumina los muros además ilumina al espectador. Colgando la obra de Phil Kelly y sentándose silenciosamente a contemplarla. Pasan cosas.


Fernando Solana Olivares

0 Comments:

Post a Comment

<< Home