Thursday, July 23, 2009

DESVARÍOS TÓPICO

Conozco a una mujer altamente eficiente en sus espacios de trabajo, amable y creativa, de gran inteligencia intra e interpersonal, casi siempre dueña de su ánimo y capaz de un entusiasmo vital constante y generoso. Tiene un pequeño defecto ---el cual de todas maneras la vuelve más interesante: a veces subjetiviza la experiencia que vive. Todos lo hacemos todo el tiempo, pero ella solamente a veces. ¿Cómo llamarla? “Mística moderna”, la definiría una autora, quien dice que ese es el comportamiento de los místicos en la actualidad.
El término está devaluado. Hoy se habla de “mística deportiva”, y la palabra suena a algo exótico o esotérico. Dicha gente puede llamarse de otro modo: nims, como lo hace Morris Berman: nuevos individuos monásticos, queriendo decir por monástico no encerrado en un monasterio sino protegido culturalmente. O emocionalmente, que para el caso es lo mismo.
Flaubert contó la historia de un alma caritativa y buena, la de la criada Felícitas de su cuento “Un corazón simple”. Conozco a otra mujer que, como la primera mencionada, tiene los atributos antes dichos, quien cuida desde hace años una casa que no es suya ---aunque posee un cuartito de la misma--- y lo hace con una entrega y un entusiasmo sistemáticos y constantes. Como la criada Felícitas, que lo logró, esta mujer también logrará una superación de sí misma, para no ponerlo en términos misticoides y decir que logrará una superación espiritual.
O si no, pues resulta que efectivamente no hay nada luego de morir, esta mujer habrá logrado una vida similar a la que, como se asegura, es el secreto de todo arte: el abandono de sí. Toda felicidad es una obra maestra, escribe Yourcenar, y esta mujer la ha radicado en el servicio a los otros, pues para que se cierre el círculo del sentido, en dicha casa, una amplia propiedad ubicada en la plaza principal de un pueblito, los otros proliferan: hijos de los viejos dueños y nietos y parientes e invitados que llegan por temporadas y a los que sirve sin falta, de excelente modo y con eficacia.
Ha hecho, desde luego, contacto sentimental casi con la mayoría de ellos, pero lo predominante es la acción diaria que realiza en la casa, aun cuando esté vacía, el yoga de lo cotidiano de la limpieza. Y lo hace contenta, sobre todo: siempre contenta. Toda virtud es energía y la suya se cumple diariamente como ritual.
El materialismo neurótico se condolería de esta mujer: una pobre criada, al servicio de los demás. Su acción monótona sería vista como una manía por la psicología, como un objeto transicional para canalizar su frustración. Nada de eso es verdad: la mujer está lúcida y divertida durante sus metódicas tareas, como si fuera la primera ocasión que las llevara a cabo, y tiene muchos alegres años de hacerlo.
Su sentido de lo real opera plenamente. Antier me preguntó el que por qué un candidato panista ---“bien crapuloso”, lo llamó--- que perdió las elecciones locales ---“por de a bola”, dijo, aludiendo a los siete mil votos de diferencia en la elección---, va a ser diputado local. Me enredé explicándole el concepto de repechaje electoral y la burla a la voluntad del voto mayoritario que tal cosa significa. Se rió y me miró dulcemente como si fuera yo quien no comprendiera.
Mente de principiante es otro concepto para definir a la primera mujer, a la criada Felícitas y a la otra mujer que se le parece, siendo que las tres mucho se parecen. La primera mujer se despierta siempre de buenas, convencida de que la infelicidad de la neurosis se hace todos los días: mente de principiante. La criada Felícitas cumple sus devociones domésticas diarias, lo mismo que la tercera mujer, con suma diligencia: mente de principiante. La mente de especialista, en cambio, ya sabe lo que va a encontrar al despertarse, al afrontar las rutinarias obligaciones de la jornada: así, se anticipa a la acción, la vive emocionalmente antes y naufraga en el tedio rutinario de lo esperable ya conocido, se balancea en el aburrido péndulo personal del elogio versus la humillación.
La primera mujer está más cerca del pensamiento budista que la criada Félicitas ---aun cuando Flaubert leyó al respecto y pone a sus personajes Bouvard y Pecuchet a discutir sobre ello---, y la tercera sólo sabe de templos y sacristías, aunque intuitivamente conoce la compasión, por ejemplo. Pero las tres practican, cada cual a su manera, una suerte de desmantelamiento del yo como el propuesto por el budismo, ese disgregar el sentido de la importancia personal en medio de la acción metódica, amable, bien dispuesta, que cumplen todos los días.
Una economía del pensamiento las dirige: no pensar en lo que no se debe o se necesita pensar. La primera mujer aprendió a hacerlo, la criada Felícitas y la otra mujer por alguna vía lo lograron. Su sensación de irrealidad es escasa y por eso nunca tienen tiempo que perder. Estas tres mujeres siempre están ocupadas. Descansan poco aunque intensamente. La energía es una sabia virtud. Y entre tantas cosas que ignoran, tantos irritantes síquicos, está el insomnio. Quizá experimentan la verdadera libertad derivada del hecho de aceptar lo que es. Tres mujeres místicas, nims, menteprincipiantes, que el abusivo estereotipo del malestar en la cultura supondría excepcionales y escasas. Pero si no abundan, hay muchas más de las que se cree. Y acaso, pueden contarse algunos varones también: la gente que está bien donde está. La gente bien.

Fernando Solana Olivares

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