SABIDURÍA POPULAR
Suelo frecuentar profetas terminales y visitar crepúsculos en esta maquiladora de utopías, como diría Robert Valerio, que anuncian una y otra vez la condición mutante de la época, su complicada complejidad, el tránsito de nuestra civilización hacia una zona desconocida. Y sin embargo, en ella ocurren sucesos que podrían confirmar la existencia de un sentido común, prevaleciente incluso en medio de una atmósfera mediática tan inducida y manipulada como la que nos rodea, donde la televisión misma participó en el resultado electoral reciente “posicionando” a su producto presidencial, Enrique Peña Nieto, y embolsándose además millones de pesos de dinero público, inmoral, tontamente gastado en anuncios instantáneamente olvidables.
El voto de castigo, el voto de advertencia y el voto nulo que arrojan las elecciones han sido una táctica de lo posible mexicano, un realismo triste, si se quiere, pero realismo al fin ante un hecho vernáculo irreparable: hay lo que hay. Se castiga la ineptitud y la corrupción panistas, tan histerizadas; el perredismo, fratricida y maniobrero, se desfonda; el voto nulo avanza (en cifras reales llega mucho más allá del 6% reconocido); y el priísmo, ese ominoso y cuasi-inmóvil presente de nuestro pasado nacional, se enfila para conseguir una restauración presidencial en 2012 gracias al voto de advertencia que le otorgó la ciudadanía, la cual aprendió a quitar y poner gobernantes, única acción política que reconoce en sus manos.
Al tiempo aparecen fenómenos más morbosos, también, y sobre todo, televisivos, como la campaña del verde ecologista (expulsado de entre los otros partidos verdes por defender la pena de muerte), basada en mentiras elementales dichas desde un autoritarismo juvenil apenas encubierto con el peluche mercadológico. Su semiótica es atroz y el número de votos que produjo, escandaloso: una extensa franja social engañada mediante comerciales fraudulentos. Si la democracia electoral mexicana quiere permanecer debería retirar el registro a tales empresas familiares y mercenarias.
Y la ofensiva del narco, cuya participación en el financiamiento de candidaturas es desconocido aunque evidente, y dejó transcurrir casi en total paz la jornada política. Dentro de los costos de este circo dirigido desde la jaula de los monos que se llama democracia (Merkel), está la pérdida de registro de los socialdemócratas, no tanto por ellos mismos como por una demanda estratégica que solamente su plataforma legislativa planteaba: la legalización controlada de las drogas por el Estado. Un paso radical, el único posible para vencer el brutal poder del narcotráfico: legalizarlo todo. Pero sólo lo entiende un pequeño partido que ya desaparece.
Todo poder es local, y una escoba local se encargó de barrer un gran número de gobiernos panistas, harta la gente de la ostentación del enriquecimiento inexplicable de sus funcionarios. En la zona alteña así ocurrió, cuando menos. Contra todo pronóstico, pueblos panistas por un decenio como Lagos votaron masivamente por el PRI, el cual no se esperaba tal resultado. La razón de ello obedece al gobierno de los peores. Ya no son brahmanes ni guerreros, tampoco burgueses sino parias, la clase humana última. Esto, que puede sonar exagerado o pintoresco, se comprueba al conocer a un presidente municipal panista-populista-corruptista promedio: uno no le encargaría ni estacionar los coches.
Los junguianos podrían afirmar que el domingo 5 de julio actuó un inconsciente colectivo, cuyas causas, si se buscan, son visibles y conspicuas. Agradeciendo, sin duda alguna, que dentro de la turbulenta realidad mexicana se celebren elecciones pacíficas y más o menos limpias, la crisis de la representación política muestra ser muy profunda en el país. Los partidos se comportan como instituciones endógenas a los intereses de los votantes y la clase política ---of all people--- sufre un justo y merecido descrédito, hasta desprecio, así se llegue a votar por alguno de sus miembros para evitar que otro, sabidamente malo, se quede todavía más. De estas circunstancias pueden derivarse, sí, fenómenos antidemocráticos; pero lo mismo pueden surgir mejores formas de la representación democrática horizontalizando un sistema corporativo que hoy monopoliza campañas y candidatos.
Siempre y cuando, claro, haya tiempo para todo ello, pues una fecha va citándose como alud de nieve respecto al día final de esta era: 21 de diciembre de 2012, cuando sucederá un fenómeno astronómico que ocurre cada 26,000 años, precisamente lo que dura el ciclo hindú de las cuatro edades del mundo, el mavantara: el sol se alineará con el centro de la Vía Láctea, lo que los hopis llaman el ombligo, donde hay un agujero negro, fabricante y destructor de estrellas. Los mayas señalan ese día como fecha final en su calendario. Y mientras llega, dentro de algo más de mil mañanas, habrá que irlo aguardando con cierta incredulidad crítica: un ojo al gato, otro a la predicción. Si todo termina, bien; si no, también.
El sentido común de la sabiduría popular continúa siendo una espera de lo concreto, y si se convirtiera en método de gobierno podría articular otra realidad social. Ahí está su limitante: sólo de tanto en tanto se deja ver. Pero cuando comienza a actuar puede seguir haciéndolo. La letra sólo con sangre entra. El mal gobierno se paga. La gente cada vez aguanta menos pues menos es lo que puede aguantar. Del frágil hay al increíble había, diría el poeta Eliseo Diego.
Fernando Solana Olivares
El voto de castigo, el voto de advertencia y el voto nulo que arrojan las elecciones han sido una táctica de lo posible mexicano, un realismo triste, si se quiere, pero realismo al fin ante un hecho vernáculo irreparable: hay lo que hay. Se castiga la ineptitud y la corrupción panistas, tan histerizadas; el perredismo, fratricida y maniobrero, se desfonda; el voto nulo avanza (en cifras reales llega mucho más allá del 6% reconocido); y el priísmo, ese ominoso y cuasi-inmóvil presente de nuestro pasado nacional, se enfila para conseguir una restauración presidencial en 2012 gracias al voto de advertencia que le otorgó la ciudadanía, la cual aprendió a quitar y poner gobernantes, única acción política que reconoce en sus manos.
Al tiempo aparecen fenómenos más morbosos, también, y sobre todo, televisivos, como la campaña del verde ecologista (expulsado de entre los otros partidos verdes por defender la pena de muerte), basada en mentiras elementales dichas desde un autoritarismo juvenil apenas encubierto con el peluche mercadológico. Su semiótica es atroz y el número de votos que produjo, escandaloso: una extensa franja social engañada mediante comerciales fraudulentos. Si la democracia electoral mexicana quiere permanecer debería retirar el registro a tales empresas familiares y mercenarias.
Y la ofensiva del narco, cuya participación en el financiamiento de candidaturas es desconocido aunque evidente, y dejó transcurrir casi en total paz la jornada política. Dentro de los costos de este circo dirigido desde la jaula de los monos que se llama democracia (Merkel), está la pérdida de registro de los socialdemócratas, no tanto por ellos mismos como por una demanda estratégica que solamente su plataforma legislativa planteaba: la legalización controlada de las drogas por el Estado. Un paso radical, el único posible para vencer el brutal poder del narcotráfico: legalizarlo todo. Pero sólo lo entiende un pequeño partido que ya desaparece.
Todo poder es local, y una escoba local se encargó de barrer un gran número de gobiernos panistas, harta la gente de la ostentación del enriquecimiento inexplicable de sus funcionarios. En la zona alteña así ocurrió, cuando menos. Contra todo pronóstico, pueblos panistas por un decenio como Lagos votaron masivamente por el PRI, el cual no se esperaba tal resultado. La razón de ello obedece al gobierno de los peores. Ya no son brahmanes ni guerreros, tampoco burgueses sino parias, la clase humana última. Esto, que puede sonar exagerado o pintoresco, se comprueba al conocer a un presidente municipal panista-populista-corruptista promedio: uno no le encargaría ni estacionar los coches.
Los junguianos podrían afirmar que el domingo 5 de julio actuó un inconsciente colectivo, cuyas causas, si se buscan, son visibles y conspicuas. Agradeciendo, sin duda alguna, que dentro de la turbulenta realidad mexicana se celebren elecciones pacíficas y más o menos limpias, la crisis de la representación política muestra ser muy profunda en el país. Los partidos se comportan como instituciones endógenas a los intereses de los votantes y la clase política ---of all people--- sufre un justo y merecido descrédito, hasta desprecio, así se llegue a votar por alguno de sus miembros para evitar que otro, sabidamente malo, se quede todavía más. De estas circunstancias pueden derivarse, sí, fenómenos antidemocráticos; pero lo mismo pueden surgir mejores formas de la representación democrática horizontalizando un sistema corporativo que hoy monopoliza campañas y candidatos.
Siempre y cuando, claro, haya tiempo para todo ello, pues una fecha va citándose como alud de nieve respecto al día final de esta era: 21 de diciembre de 2012, cuando sucederá un fenómeno astronómico que ocurre cada 26,000 años, precisamente lo que dura el ciclo hindú de las cuatro edades del mundo, el mavantara: el sol se alineará con el centro de la Vía Láctea, lo que los hopis llaman el ombligo, donde hay un agujero negro, fabricante y destructor de estrellas. Los mayas señalan ese día como fecha final en su calendario. Y mientras llega, dentro de algo más de mil mañanas, habrá que irlo aguardando con cierta incredulidad crítica: un ojo al gato, otro a la predicción. Si todo termina, bien; si no, también.
El sentido común de la sabiduría popular continúa siendo una espera de lo concreto, y si se convirtiera en método de gobierno podría articular otra realidad social. Ahí está su limitante: sólo de tanto en tanto se deja ver. Pero cuando comienza a actuar puede seguir haciéndolo. La letra sólo con sangre entra. El mal gobierno se paga. La gente cada vez aguanta menos pues menos es lo que puede aguantar. Del frágil hay al increíble había, diría el poeta Eliseo Diego.
Fernando Solana Olivares
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