Saturday, September 17, 2011

IVÊTOT (NO) VALE CONSTANTINOPLA

La quiebra de la civilización neoliberal es un hecho: el recipiente roto. Se vive un abismo cada vez más irreparable entre lo que la cultura fue y lo que quizá será. Todo un mundo (o varios) de sensibilidad y conocimiento se ha evaporado en unas cuantas décadas. Ahora, en una operación de monjecopismo, el pensamiento intelectual ilustrado y sus sensibilidades están refugiados entre ciertas gentes, pequeños grupos e instituciones y algunos enclaves universitarios.
Esta ruptura de la continuidad cultural fue un diseño del neoliberalismo; la necesidad ideológica (política, económica, social) del mismo que para lograr su hegemonía global debió desplazar aquellas narrativas de la complejidad y la interpretación, de la herencia crítica y escéptica de la modernidad cultural, cuando éramos más inteligentes porque no existía la televisión, narrativas y herencia que concebían la cultura al modo clásico: como el cultivo del ser y su interioridad. El neoliberalismo necesitaba desmontar los mecanismos analíticos, las conductas resistentes de la ciudadanía democrática, la libertad imaginativa del sujeto y de las sociedades para producir esa mentalidad común cosificada por la democratización del deseo y el principio del placer, dominada por un materialismo plano y superficial en donde ocurre el advenimiento del consumo y la invención del consumidor, sometida pavlovianamente a una sociedad del espectáculo enajenada y mendaz.
La paradoja del humanismo renacentista que degeneró en deshumanización tardomoderna. Lo humano olvidó su condición mediadora. El arte más viejo que se conoce, según Sloterdijk, hacer seres humanos, dejó de ser un principio compartido por todos, una pertenencia moral. En estos días existen tres tipos de personas: muy pocos quienes han dado un paso adelante ---seres autorrealizados---, muchos que se conservan inmóviles y asustados ---seres de la costumbre nostálgica---, y quienes han retrocedido hasta la subhumanidad ---los multiplicados depredadores---.
La historia en sí misma es loca: atentado contra el sopor. Loca cultura resistente, nuestra verdadera contra-cultura. Un hombre de audacia intelectual y académica, formado en La Sorbona, se propone fundar una licenciatura de Humanidades en Lagos de Moreno, Jalisco. La insólita iniciativa es conducida hasta su formalización al interior de la Universidad de Guadalajara, complicada institución educativa sometida al dictum neoliberal de la universidad mercado, del conocimiento como mercancía, de los puntajes productivistas impuestos por el lucracional modelo anglosajón de la “competitividad”. Por fin Roberto Castelán lo logra, la carrera se abre y las humanidades (enseñar el arte de lo humano) comienzan a decirse en esa pequeña ciudad cristera, conservadora, cerrada, pero también liberal y con cierta tradición intelectual decimonónica.
Tres enemigos del proyecto surgen. El primero es estructural: a) ¿Para qué humanidades en tiempos de estupidización tecnocrática generalizada, horror económico, población prescindible, esclavización física y mental crecientes? ¿Para qué humanidades en un mundo orwelliano? El segundo es local: b) ¿Para qué humanidades en un pueblo engañado que perdió una guerra religiosa y desde entonces vive volcado sobre sí mismo, determinado por el doble vínculo y la doble moral, habitado por individualistas que proclaman ser hijos de Dios todos pero parientes y enemigos todos? ¿Para qué humanidades donde gobierna una derecha panista corrupta, reaccionaria y viciosa, donde la clerecía es una ignorante teocracia ocupada por monjas y curas? ¿Para qué humanidades dirigidas a alumnos homo videns que han aprendido a ver sin comprender y cuyo mundo cultural (pensar es experimentar) es estrecho y endógeno? ¿Para qué humanidades a hijos de familias donde nunca se ha leído un libro, visto una obra de teatro o escuchado una sonata? (“Quita esa chingadera”, le dijo el padre a la alumna cuando ella escuchaba la ópera de Mozart encargada de tarea.) El tercero es producto de los dos anteriores y se condensa en el veraz proverbio pueblo chico-infierno grande: c) ¿Para qué humanidades impartidas por maestros y maestras que dedican su tiempo lectivo a desautorizar la carrera donde dan clases y a criticar a sus colegas? ¿Para qué humanidades ante alumnos que agudizan su sentimiento de inferioridad cultural conforme avanzan los semestres ---porque algo aprenden--- y lo compensan con una conducta neurótica, la desconfianza cognitiva? ¿Para qué humanidades a jóvenes apremiados por encontrar trabajo y sin imaginación ni temple para lograrlo?
Decía Flaubert que Ivêtot vale Constantinopla. Tal vez solamente por hablar de Hölderlin, o de Borges, o de Spinoza entre los muros de las aulas, tal vez solamente por regresar al origen y ser originales, todo lo anterior cobra sentido. Aunque represente el canto de cisne de una cultura a la que ya no le quedan comienzos. En mi fin está mi principio, diría el poeta. Y ello es motivo de alegría.
En suma: si las preguntas contienen la respuesta, entonces lo antedicho es un falso problema. ¿Para qué humanidades, donde sea que éstas lleguen? Para eso justamente, para no preguntarse en el futuro para qué. Ni por qué. Y para que continuando cambien, se corrijan radicalmente y dejen de deificar al ser humano y su razón. Lo conviertan, de nuevo, en un mediador entre sus ancestros y sus descendientes, entre la naturaleza y la civilización, entre el cielo y la tierra. Como todo se transforma.

Fernando Solana Olivares.

3 Comments:

Blogger Mabe said...

... y para no decir "cuando pudimos, no lo hicimos"... Pero en este reciclaje de las acciones, que suponemos cargadas de la experiencia generacional, ¿quién quiere ser el Sísifo de este ahora? !Ah!: los humanistas...

Saludos, Maestro.

5:44 PM  
Blogger Patricia Espinosa said...

Hoy recuerdo que atenta estaba a tus historias, en ese entonces con solo diez años me sorprendía tu entusiasmo hablando de los próceres de la revolución mexicana; no imaginé en ese entonces, que serías escritor. De lo que estuve segura siempre es de tu ingenio de tu intelecto y de la fuerza de tus palabras y hoy de tus letras.
Leí tu Blog y mis respetos...maestro.
Patty Espinosa

8:19 PM  
Blogger malhablado said...

Ivetot no vale Constantinopla; por que Ivetot es Constantinopla.
¿Será que se puede hacer otra cosa?
¿Será que en algún momento podemos ser otra cosa que no sea un artita kafkiano? Que no come, no por que no quiera o por engrandecimiento, sino simplemente por que no le gusta la comida que existe en el mundo ¿Será que el asunto está situado afuera y no adentro?

6:06 AM  

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