DEL KITSCH APOCALÍPTICO.
1. Antes que otra cosa, compre Los testamentos traicionados de Milan Kundera. Léalo con gozo, admírese de su eficaz y bien lograda propuesta ensayística, pero sobre todo concéntrese en aquellas partes donde el kitsch ---palabra alemana proveniente del sentimental siglo diecinueve--- es explicado y descrito. Para su uso tendrá que memorizar la definición: “El kitsch es la negación absoluta de la mierda, en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable”.
2. Entrénese en el empleo de la definición y en extenderla a ejemplos de su vida cotidiana y la de sus conocidos. No le será sencillo, por ejemplo, pasar de haber calificado la relación amorosa de A y B como kitsch por creer los dos cándidos amantes que la fidelidad es un valor necesario para la ética de la pareja, a establecer que el último discurso de Peña Nieto no acepta otra denominación que la del kitsch, toda vez que su acartonada retórica derrapó entre promesas que se cumplen al ser prometidas. Pero usted debe insistir en encadenar circunstancias. Sería bastante kitsch si no lo hiciera.
3. El kitsch no es individualidad, diferencia. Escápese por tanto de todo lo que tenga visos de muchedumbre, desde colas de cine hasta vagones de Metro. Si su inevitable precariedad lo obliga a frecuentar aquellos espacios donde el kitsch reina, patentice su disgusto fingiendo que usted está allí por casualidad o equívoco, haga como si fuera un turista displicentemente interesado, un observador circunstancial en el país donde impera la dictadura del corazón, que eso exactamente es el kitsch.
4. Si el ideal estético del kitsch es un mundo donde se renuncia al reconocimiento de la mierda y todos se comportan como si no existiese, usted estará obligado a practicar otro acuerdo categórico: lleve su desencanto nihilista hasta extremos decididos. Recuerde que su tarea ---que no misión histórica: el concepto resulta kitsch--- es detectar la mierda donde quiera que vaya. Quien persevera alcanza. Con el tiempo su olfato será infalible y universal: siempre encontrará lo que el kitsch esconde.
5. El kitsch debe tener una morfología que a usted le toca descifrar: los aires confiados y la alegría simple son parte de ella. Padecerlos eventualmente no debe desanimarlo, usted está luchando contra el número y la tradición. Así que los desfallecimientos en el camino debe vivirlos como estaciones donde los héroes reposan por derrotas que no son todavía la pérdida de la guerra. Y para extinguir la pulsión al kitsch que todos llevamos dentro, practique retiros espirituales en la tierra del enemigo. Lea ---es un caso entre muchos--- El amor en los tiempos del cólera y concédase, sin mayores recriminaciones, la necesaria dosis de kitsch para acompañar el legendario amor de Florentino y Fermina con las emociones del caso. Después haga un exhaustivo examen interior: ¿por qué creyó en aquello que nunca ha visto ni vivido? La respuesta será un rudimento inapreciable para su batalla.
6. Salir del kitsch es una resta constante, nunca una suma. Por eso, usted tiene que reducir la circunferencia de sus asombros, el territorio de sus admiraciones y, desde luego, abolir cualquier esperanza. Su litigio, recuérdelo, es contra el consenso de una lógica de situación compartida por las mayorías. Cosas tales como la democracia deben ser entendidas como lo que son: ficciones kitsch, utopías gregarias. Escarbe entre la saudade contemporánea, encontrará en ella todos los antídotos que requiera para contrarrestar la masificación kitscheana. Si llega hasta ese punto, su aristocracia humana se volverá espiritual y solitaria, como toda diferencia extendida hasta el límite. No se queje al lograrlo, pues tales habrán sido los costos inevitables de contemplar el rostro de la verdad.
7. En su periplo solamente se vislumbra una desventaja. Si no emprende rápidamente el camino contra el kitsch y avanza en él a buen paso, cuando llegue encontrará la plaza ya ocupada por muchos, tantos que entonces lo kitsch será justamente su contrario: la aceptación absoluta de la mierda, la acumulación de aquello que debería de ser esencialmente inaceptable. Perderá usted la memoria propia, cancelará el escepticismo crítico y renunciará a la única manera de comprender cualquier fenómeno: la facultad de comparar. Avance, pues, en el trayecto heredado de su vida. Pero cámbiese a tiempo de acera para no volver existencialmente a tropezar.
Fernando Solana Olivares.
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