PASEANDO POR EL FUTURO.
En 1910 apareció el movimiento futurista. Lo inventó el escritor italiano Filippo Tommaso Marinetti, quien luego se volvió fascista. Una cosa tuvo que ver con la otra. Lo que predicó Marinetti se hizo realidad casi inmediato: la modernidad líquida, hasta desembocar en nuestros días. Donde pasan cosas, no se diga en la escena mexicana, descrita como una barbarie mortífera por el cartesiano y preciso Le Monde.
Marinetti exaltó el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad. El valor, la audacia y la rebelión como elementos esenciales de su poesía. Exaltó “el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso ligero, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo”. Una postura literaria que se convertiría en mentalidad común. Antes de ello surgiría en el fascismo político.
La libertad positiva es la libertad para, la libertad negativa es la libertad de. La primera le parece no deseable a Isaiah Berlin, el dueño de la idea, y la segunda, en cambio, le convence como ideal democrático liberal. Ahora pienso en ello porque cinco patas y un pato llegaron recientemente a la abadía donde vivo. Nuestra primera acción consistió en aclimatarlos unos días, después construimos un refugio para ellos al lado de la presa, llena este año por las lluvias luego de estar vacía durante cinco, y los dejamos salir. Les dimos libertad de nadar en el agua todo el día con la condición de que regresaran. No volvieron todos de inmediato y una pata estuvo escondida en la maleza durante veinticuatro horas.
Ahora están encerrados por varios días como escarmiento, pero dentro de poco los volveremos a dejar salir, aceptando su libertad para no regresar si así lo quieren. Son animales de granja, seguramente volverán a su casa. Si no, qué pena. Quizá tengan la fuerza de volar con sus congéneres salvajes hasta Nueva York y más allá. Quizá se los coman los coyotes.
Marinetti dijo muchas tonterías proféticas: cantó líricamente la magnificencia del mundo enriquecido con la nueva belleza del automóvil. Consagró la velocidad como un fin en sí misma y afirmó que un automóvil rugiente era más bello que la Victoria de Samotracia. Creía que la velocidad significaba alcanzar la eternidad en el instante. Quizá la creencia no sería errónea si no se encargara de lograrlo una máquina enajenante y destructiva. Pero tanta insensatez escrita solamente eran las visiones de un futuro siguiente.
Eso confirma que lo que vendrá en el tiempo ya está entre nosotros y que la literatura lo va mostrando---así sea extraliteraria como el futurismo fue mecanicista, violento y misógino---, hasta haciéndolo posible en parte tal vez. Hay una poderosa excepción a esta crítica del futurismo de Marinetti. El futurismo de la Rusia revolucionaria y del genial poeta Vladimir Maiakovski. Una superación radical del énfasis vacuo del italiano. Entonces nacen los regímenes fascistas y comunistas totalitarios. En esos años aparecen nuevas teorías del pensamiento científico, se construye con un material sin precedentes, el acero, y después con cemento armado. La tecnología transforma globalmente al planeta. Surgen máquinas que van cumpliendo tareas cada vez más complejas, más orgánicas, que elaboran una red de intercambios y vínculos operativos culturalmente inéditos.
Sin embargo, la acción de Casandra, aquella que profetiza el futuro condenada por Apolo a que nadie crea en sus profecías, sólo puede darse desde el impulso fáustico de intervenir en el porvenir celebrando su degradación, invirtiendo su energético colapso, saludándolo como una alborada utópica. No hemos tocado fondo epocalmente, pero estamos muy cerca de hacerlo. Y con toda su atrocidad y dureza, la época es endemoniadamente interesante y todos somos testigos en peligro de dicha circunstancia.
No es la belleza o la celebración del horror del momento actual lo que deba atenderse, sino las propuestas mutantes como el mundo abierto de Don Tascott, colaborativo, transparentado, compartido y empoderado, el código abierto de seguridad de James Stavridis, que militarmente propone la construcción de puentes y no de muros, o los expresos de filosofía de Jasón Silva, con experiencias intelectuales que afectan emocionalmente a las personas y las llevan a pensar, a conocer el poder de las ideas, accesibles masivamente en la red.
Acaso Marinetti, celebrante del mal tecnológico y el autoritarismo político, fue necesario al impulso de cambiar el paradigma: si la civilización está acabando, está transformándose a la vez. Es la disyuntiva de los patos: libertad para, libertad de.
Fernando Solana Olivares.
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