Friday, November 02, 2012

ATRACTOR EXTRAÑO.

La nueva mentalidad científica que aún no se conoce masivamente, según afirman autores como Albert Nolan, es la forma próxima de pensar que cambiará la conciencia humana como ningún otro paradigma lo ha hecho antes. Aunque fuera un mero cambio de la conciencia humana ya sería suficiente para abrigar esperanzas. Así se asume que el Ulises de Joyce, que mantendrá a los críticos ocupados durante trescientos años, anticipa la mentalidad lingüística que entonces prevalecerá. Quizá lo mismo en clave literaria hace Alicia de Lewis Carroll con su poderosa fantasía: a) anticipar que materia y energía son dos formas de la misma cosa: materia liberada o materia por liberarse; b) que en la base de las partículas se hallan pequeños quarks (término tomado de Joyce) infinitesimales, los cuales antes de ser partículas, ondas, o cualquier objeto reconocible, son modelos y relaciones sobre los que existe una pregunta sin respuesta: “¿cómo puede haber modelos y relaciones sin nada que sea modelado o relacionado?” (A. Nolan); c) que las partículas saltan de una órbita a otra sin pasar a través del espacio entre ambas órbitas; d) que las partículas elementales “emergen del vacío mismo: éste es el sencillo e impresionante descubrimiento, en la base del universo hierve la creatividad” (B. Swimme). Alicia obedece en su mundo paralelo al fenómeno de orden implicado y orden explicado, propio de la cosmología contemporánea --- y por lo demás, todo obedece a tal fenómeno. El primero, según lo explica el físico David Bohm, es el vacío creador, la totalidad intacta del universo que es invisible ante nuestros sentidos. El segundo es la multiplicidad y diversidad de cosas y acontecimientos que provienen del orden implicado y se presentan ante nosotros como prueba empírica. La afirmación del biólogo Haldane del universo como algo más extraño de lo que pensamos y más extraño de lo que podemos pensar, sitúa la cuestión: la realidad manifiesta es un misterio que escapa del escrutinio de la razón cartesiana y dualista que hasta ahora empleamos. Tendría que desarrollarse una supra-razón. Una docta ignorancia: saber que no podemos saber y sin embargo intuir, vincular, imaginar. Una inteligencia de doble vía no separativa: sólo relacionar. Escribe Fritjof Capra que “la actividad de organización de los sistemas vivos, en cualquier actividad, es una actividad mental”. Todos los seres vivos tienen mente de una clase o de otra. Y la noción mente no significa, para el nuevo modelo conceptual, una cosa u objeto sino una clase de proceso. Aunque suene a magia irracional, el cambio de la conciencia humana consiste en asumir la condición interconectada e interdependiente del universo, no visto éste como una colección de objetos sino como un sistema de sistemas dentro de sistemas. Cada cosa, persona o ser vivo es un todo que a la vez es parte de un todo mayor que se integra a otro todo y así indefinidamente hasta un punto, si lo hay, no pensable. “Empleo la expresión ‘abismo que lo nutre todo’ para señalar este misterio que está en la base del ser”, ha dicho el científico Swimme, pareciendo un místico humilde y maravillado ante la inagotable complejidad de lo real en su forma básica: el orden implicado. Un nuevo relato de la creación, una gran narrativa cosmológica está ya entre nosotros. Es cierto que el orden explicado de estos días oscuros se ha vuelto en mucho brutalmente caótico, un ejemplo avanzado de la teoría del caos, la cual establece que sistemas de varias clases existen al borde del caos pero que de pronto, inesperadamente, surge un “atractor extraño” que lo reordena y produce un orden nuevo. Saber que el universo está interconectado como una red donde el empalme con cualquiera de sus segmentos afecta la totalidad (un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna, dícese de Dios), puede ser ese atractor extraño cuyo desarrollo cultural y sociológico ha de darse aceleradamente para salir de esta época perturbada lo más pronto que sea posible. Joyce, burlón e impertinente, escribió acerca de “la divina improvidencia”. Lo cierto es que vuelven a tocarse dos líneas paralelas antes drásticamente separadas: metafísica y física, materia y espíritu, cuerpo y mente, cielo y tierra, ondas y partículas. Alguna tesis postula que tales cambios son morfogenéticos y trastornan lo habitual al máximo. Del riesgo calculable se pasa a la incertidumbre, aquella forma superior de la sabiduría. Disponibilidad de última hora. O exigencias del nuevo paradigma. Fernando Solana Olivares.

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