Friday, September 28, 2012

EL BUDISMO DE CIORAN / y II.

Aceptar, escribe Cioran en Desgarradura, es el secreto de los límites. Y a continuación afirma: “Según Nagarjuna, espíritu sutil donde los hubiere, y que llegó incluso más allá del nihilismo, lo que el Buda ofrece al mundo es el ‘néctar de la vacuidad’.” Tal noción, que no es un concepto filosófico sino la experiencia de la realidad última de todas las cosas, es definida así por el mismo Nagarjuna, un dialéctico budista nacido en el sur de la India probablemente a finales del siglo I: “El Vencedor (el Buda) ha dicho que la vacuidad es la evacuación completa de todas las opiniones”. La escuela budista fundada por Nagarjuna, la Madhyamika (que significa “La Vía Media”), la más avanzada y objetiva en toda la historia del pensamiento humano conforme la califica Cioran ---“aquella, en todo caso, después de la cual ya no hay nada más que decir”---, consiste en la unión de las dos verdades o realidades reconocidas por el budismo: la verdad relativa o convencional que concierne al registro de las apariencias fenoménicas, y la realidad absoluta o última que es la vacuidad de los fenómenos. En su imprescindible Diccionario Akal del Budismo, Philippe Cornu explica: “La realidad relativa se denomina ‘realidad de encubrimiento’ porque nos oculta por completo la esencia de la realidad. En el plano relativo, los fenómenos surgen ante nuestros sentidos y parece que existen realmente, pero en última instancia se encuentran desprovistos de existencia intrínseca: fenómenos compuestos, es decir, sometidos a la causalidad, son impermanentes y están desprovistos de ser en sí. Nacidos de una combinación de causas y de circunstancias, su existencia depende de otros factores (producción condicionada o interdependencia).” Se entiende que la insustancialidad de los fenómenos radica en su vacuidad. “Los fenómenos no poseen, por lo tanto, ser en sí, pero tampoco son inexistentes. Esa es la vía del medio”. De tal manera, afirma Cornu, que las dos realidades, la relativa o convencional y la absoluta o última, son: a) opuestas, porque la apariencia de un fenómeno no es su realidad absoluta; b) inseparables, porque, aunque vacíos de existencia en sí, los fenómenos aparecen ante nuestros sentidos; c) de una misma esencia, pues la naturaleza esencial o última de los fenómenos relativos es su vacuidad. Lo que el budismo llama el Fruto o el pleno Despertar ---una acción que logra el Buda mediante su heroico esfuerzo y una condición potencialmente posible para cualquier conciencia humana---, consiste en disipar los velos pasionales y cognitivos accediendo a la vacuidad del sí mismo y de los fenómenos. La vía para lograrlo, aquella que deslumbra al excepcional rumano, se compone de dos “acumulaciones”: la acumulación de sabiduría por medio del razonamiento y la meditación que conduce a la penetración directa de la vacuidad, y la acumulación de méritos consistentes en practicar la compasión hacia todos los seres vivos y sintientes. Entonces Cioran reconocerá la casi insuperable aunque a fin de cuentas relativa dificultad de tal empeño: “Ni un día, ni una hora, ni siquiera un minuto sin caer en lo que Chandrakiti, dialéctico budista, llama ‘el abismo de la herejía del yo’.” Cualquiera que haya practicado con regularidad y disciplina la desautomatización estructurada de la conciencia que el acto de meditar significa, una ascesis (ejercicio) que Cioran no parece haber frecuentado ---pues nunca habla de ello, él que muestra paso a paso la vida de su interioridad---, sabrá que aun por efímeros instantes sí es posible suspender el diálogo interior de la conciencia y momentáneamente liberarse de esa hipótesis inútil que llamamos yo, una entidad que otorga equivocadamente a los fenómenos aquello que no tienen: sustancialidad, y al hacerlo rozará el desapego y la serenidad, esas “palabras vagas y vacías”, como desesperadamente las llama el autor de El aciago demiurgo, dejará de ser “el secretario” de sus sensaciones y conocerá su poder mental ante el pensamiento que nos piensa y los irritantes síquicos que lo componen: el odio, el apego y la ignorancia acerca de la naturaleza dual y profunda sobre lo real: los fenómenos suceden pero son, contradicción suprema, sustancialmente inexistentes. Los cátaros fueron los primeros budistas de Europa. Cioran, emparentado con ellos a través de la herejía bogomila, acaso sea el último de un neobudismo occidental que comprende sin aceptar. Siendo así, será el primero de un linaje espiritual hoy más prominente. Vivir es un plagio, dice: hay que plagiar, mejorándolo, a Cioran. Fernando Solana Olivares.

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