Tuesday, April 26, 2016

LOS EXTRAÑOS REINOS / y II

Los procedimientos psicoanalíticos aplicados a la literatura asumen la idea de que la obra es una manifestación del inconsciente del autor y el texto es portador de un contenido manifiesto determinado por un contenido latente. Freud compara la creación poética con el sueño, el cual entiende como una actividad translingüística donde surgen contenidos cuya profundidad nace de la dimensión de los mitos y los símbolos colectivos. El “secreto” a develar mediante el análisis freudiano no es tanto el contenido que se oculta en la forma del sueño, sino el porqué de esta forma adoptada, el porqué de la formalización de su contenido: un Don Quijote, un Sancho Panza, un horizonte donde lo real se trastoca y convierte en extraordinario, donde los molinos de viento se convierten en gigantes y una bacía se lleva a modo de yelmo. Un mundo, como diría el mismo Don Quijote, donde el punto, la fineza del negocio, el toque del mismo “está en desatinar sin ocasión y dar entender a mi dama que si en seco hago esto ¿qué hiciera en mojado?” En esta supra conciencia, que no podría ser inconsciencia porque no proviene de los fondos inferiores del alma sino de sus ámbitos mayores, trascendentes, Miguel de Cervantes ha sido mucho más que un “ingenio lego”: ha sido un amanuense del espíritu. Y a nadie acude tal don sin que sepa cabalmente de él, sin poseerlo lúcidamente y merecerlo, así no conozca el porqué de su revelación ni el cómo de su alcance, eso que sucede en la escritura. Sin aceptar una categoría de lo inexplicable, el teórico Jacques Derrida impugna aquello que designa como “metafísica de la presencia”: el supuesto de que existe una significación eminente, estable y unitaria detrás del texto y de las palabras que lo construyen, de lo que en sus empeños mediatizantes llama signo. Desde su punto de vista, dicho supuesto promueve y reproduce un sistema jerárquico de valores a través de una oposición binaria: noche/día, presencia/ausencia, habla/escritura, masculino/femenino, la cual privilegia una significación frente a otra. Derrida argumenta que la deconstrucción de ese par de opuestos se da al invertirse la jerarquía que encierran. El elemento débil en la oposición binaria se coloca en el lugar del elemento dominante y así se altera la significación jerárquica original para que surjan en el texto nuevos sentidos. Según esta fórmula crítica, Sancho Panza debiera llevar la voz cantante en lugar de Don Quijote, o Dulcinea del Toboso dirigir el asedio cortés e imaginario del hidalgo y conducirlo a la tangibilidad áspera de lo real. O aun leer todo ello en clave de inversión deconstructiva y modificar el decir, el hacer, los primeros personajes por sus contrarios y a estos por los siguientes en círculos de reemplazo en constante movimiento. La inesperada modernidad del Quijote radica en una constante inversión de su jerarquía narrativa, en una oscilación de coincidencias opositoras donde el valor aparente se trastoca, sugiriendo una mutabilidad de sentidos proteicos, cambiantes, potencialmente manifiestos, según hablará Don Quijote del amor, por ejemplo: “Porque el amor, según he oído decir, unas veces vuela y otras anda; con éste corre y con aquél va despacio; a unos entibia y a otros abrasa; a unos hiere y a otros mata; en un mismo punto comienza la carrera de sus deseos y en aquel mismo punto acaba y concluye; por la mañana suele poner cerco a una fortaleza y a la noche la tiene rendida, porque no hay fuerza que le resista”. Borges observó que así como hay escritores que resisten cualquier análisis y otros refractarios a cualquier examen, hay los pocos como Cervantes que son misteriosos, pues más allá de sus deficiencias estilísticas (repeticiones, languideces, hiatos, errores de construcción, epítetos perjudiciales o propósitos contradictorios) son eficacísimos, poseen un poderoso encantamiento, “aunque no sepamos por qué”. Misterio. Una metafísica de la presencia narrativa o un campo semántico inagotable como la imaginación, la melodía, el espíritu, la rosa, el crepúsculo, el azar, la divinidad: todo lo que existe sin necesitar una razón. Apenas cuatrocientos años de la muerte de Cervantes, ese hombre “comprensivo, indulgente, irónico y sin hiel”, se condensan en una obra que refuta la impermanencia, la insustancialidad, lo insatisfactorio, que no es maestra de lo efímero sino de lo permanente inexplicable, de aquello que siempre se atreverá a ser. Como esto: eso que no sabemos qué es. Fernando Solana Olivares

0 Comments:

Post a Comment

<< Home