Wednesday, May 11, 2016

SÍ PERO NO

El escritor Julio Torri solía lamentar los tres modos pseudo lógicos que según él determinaban la mentalidad mexicana: sí porque sí, no porque no, sí pero no. Los dos primeros propios del dogmatismo y la prepotencia, males caracterológicos y ancestrales ambos, y el tercero producto de la ambigüedad autoritaria, del doble discurso, de la hipocresía oportunista y de la doble moral, prácticas comunes y corrientes en la idiosincrasia nacional. De nueva cuenta, como si fuera un impedimento crónico, Enrique Peña Nieto asume una argumentación correcta pero adopta una conclusión torcida, la cual era de temerse después de la flagrante contradicción con la cual convocó a la discusión pública sobre la mariguana: el mandatario declaraba estar “personalmente” en contra de cualquier viso de legalización a pesar de que su gobierno proponía iniciar un debate plural al respecto. Así, el discurso sobre las drogas del Presidente ante la ONU significó un pronunciamiento inédito que debió haber derivado, si la congruencia entre el discurso y la acción fuese un atributo axiomático, en un vuelco decisivo respecto a una guerra impuesta unilateralmente por el imperio norteamericano, sanguinariamente costosa para el país y tácticamente fracasada, en un cambio político y jurídico equivalente cuando menos a la sentencia sobre cultivo, posesión y consumo emitida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación que dio origen a esta urgente y necesaria reconsideración pública sobre la prohibición de la mariguana, por ahora, y ojalá después sobre el resto de las drogas. La iniciativa presidencial que propone aumentar la posesión de mariguana de cinco a veintiocho gramos, una onza anglosajona, si bien correcta en cuanto tal no resuelve el problema del cultivo, de la venta y de la compra de la sustancia, operaciones que continuarán siendo ilegales y prohibidas. ¿Cómo puede entonces adquirirse la onza de droga que la iniciativa presidencial permite poseer diciendo que sí pero al final aseverando que no? El poder legislativo no será capaz por ahora de corregir esta reforma a medias, un movimiento casi inmóvil, dominado como lo está por la hegemonía priísta y sus impresentables aliados “ecologistas”, ese México arcaico y patrimonialista con ropajes modernos que significa más de lo mismo, más de la patología nacional. De ahí que la concomitancia sea donde se muestra la naturaleza de lo real. Sólo relaciona, aconsejaba desde antaño la sabiduría cognitiva. Mientras los fastos vacíos, la pompa y la circunstancia monárquicas ocupan a un Presidente cuyo cosmopolitismo no deja de parecer el provinciano registro de deslumbramientos foráneos, proconsulares y tan aldeanos: un avión carísimo y grandotote, una comitiva harto numerosa, un viaje a todo lujo, el pragmatismo alemán le sugiere dejarse ayudar para esclarecer las tantas opacidades de su régimen en derechos humanos, Ayotzinapa una de ellas, y la sobriedad y eficacia danesa le muestran que el rígido neoliberalismo político y económico, el autismo gubernamental ensoberbecido están condenados por la historia y hasta por el futuro inmediato de la civilización. Y es entonces cuando el espíritu surge desde Alcalá de Henares en boca del honorable Fernando del Paso con toda la valiente dignidad crítica de un verdadero hombre de letras para decir la verdad sobre el estado de las cosas en este México corrupto y corrompido, autoritario y decadente, feminicida, criminal y criminalizado, democráticamente difuso, brutalmente desigual y agitado por una globalización salvaje, inmerso en la espiral de un totalitarismo por default, con una sociedad abúlica, enajenada por su interés individual, su cada vez más difícil sobrevivencia, y hasta ahora carente de un sentido de obra en común. Si el país se salva de sus destructivas e insaciables oligarquías será gracias, entre otros hombres y mujeres decentes, a aquellos respetables intelectuales y creadores como Fernando del Paso, artífice de tres obras impares que confirman la única deontología vigente, la que Don Quijote propuso a Sancho hace cuatrocientos años: nadie es más que otro si no hace más que otro. Del Paso hizo y además dijo la verdad en un país cuyo sistema político, económico, mediático y social la pervierte y esconde: “No denunciarlo, eso sí que me daría vergüenza”, afirmó. Algo estuvo podrido en Dinamarca. Ahora mucho está podrido en México. Los melifluos Polonios, los ilícitos Claudios, las traidoras Gertrudis ¿caerán? Fernando Solana Olivares

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