Friday, November 16, 2018

NUESTROS ÉXODOS

No nos quedan más comienzos, escribió George Steiner hace más de una década. La cultura como referencia común se desmorona y la civilización imaginada quinientos años atrás por el humanismo renacentista parece llegar sin remedio a su fin. Ahora es el periodo donde un orden se esfuma y el nuevo no surge aún (aunque a veces se muestre con señales ominosas, depresivas y preocupantes). En medio de ello, en este intervalo histórico dominado por la incertidumbre, suceden fenómenos atroces. Los éxodos planetarios de masas dolientes expulsadas de sus países de origen por guerras, por violencia del estado o de fuerzas opresivas como los grupos criminales, por el horror económico neoliberal contra las mayorías o por el calentamiento global, son uno de los dantescos y dramáticos escenarios del final de algo: una época, un ciclo, una ilusión. Hay muchas formas de hacer la cuenta humana del tiempo transcurrido. El período Juliano cumplirá 6, 732 años, la era judía 5,780 y la bizantina 7, 528. El pensamiento hindú habla de cuatro etapas de 6,000 años cada una que componen un ciclo entero de mundo que termina y en el último instante vuelve a empezar. Sus cálculos indican que hemos llegado al término de la última de ellas, kali yuga. Los recuentos lineales judeocristianos del tiempo también esperan la llegada de un mesías que clausurará la secuencia temporal. La libertad, la igualdad y la fraternidad han dejado de ser valores referenciales. Hoy se multiplican las fuerzas políticas, los medios de persuasión y las mentalidades colectivas de derecha que se pronuncian contra los derechos humanos enarbolados por la Revolución francesa, difundidos por la Galaxia Gutenberg y desarrollados por la Ilustración europea. Todos los que tienen que ver con la otredad, la alteridad, la relación con los otros, la pertenencia común. Octavio Paz se equivocó hermosamente al decir: “para poder ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”. Estos días extraños se trata radicalmente de lo contrario: cerrar el paso, rechazar, declararse ajeno, odiar a los otros, aquellos quienes imaginariamente comprometen nuestra existencia. El infierno son los otros, sentencia Sartre. También erró el filósofo Kant cuando en La paz perpetua opinó que nadie tiene “más derecho que otro a estar en un lugar de la Tierra”. Byung-Chul Han explica que esa paz perpetua alcanza su punto culminante con la exigencia de una “hospitalidad” sin condiciones, no como una noción utópica, inalcanzable e ideal, sino como una idea vinculante, obligatoria para la razón. Otra noción quizá llamada a equivocarse es aquella donde el pensador explica que el filósofo alemán que salía a dar un paseo cronométrico todas las tardes entendía la hospitalidad como la máxima expresión de una razón universal que ha tomado conciencia de sí misma. La hospitalidad significa ser afable y caritativo con los huéspedes. ¿Queda claro lo que se quiere decir? Estas ideas se proponían en clase hace unos días. El maestro enfatizaba la característica de la equivocación para provocar en los lectores y a la vez oyentes alguna respuesta. La materia se impartía en un semicírculo de participantes mientras se iban leyendo algunos capítulos de La expulsión de lo distinto del pensador coreano alemán. Se trataba de aplicar reglas de interpretación para el texto considerando tres niveles: lo que dice, lo que contiene como enigma, lo que simboliza. La caravana centroamericana migrante servía como un tema de referencia, penoso y contrario a lo que se leía, aunque poco y contradictoriamente registrado por las en su mayoría alumnas que componían aquel círculo hermenéutico, un círculo de comprensión en grupo. ---Me encantó aquella parte donde el autor escribe, en cursivas, que amabilidad significa libertad ---comentó una chica de vivaz mirada. ---A mí, que la hospitalidad promete reconciliación y que estéticamente se manifiesta como belleza. La política de lo bello es la política de la hospitalidad ---completó otra, rápida y nerviosa. ---Yo creo que está bien que vengan en caravana y protegiéndose entre ellos, eso es cambiar las reglas del juego ---opinó alguno de los escasos chicos del salón. ---La televisión informó que en esa muchedumbre se esconden criminales y tratantes de blancas. O sea, que son un engaño y un riesgo para nosotros. Deben regresar a su país ---afirmó tajante una jovencita. La clase agonizó con dos imágenes que el maestro llamó dramáticamente complementarias: a) Trump en la frontera con México cual un inspirado Nerón tocando la lira y clamando que el alambre de púas es un hermoso espectáculo de protección; b) un humilde habitante de Ciudad Isla en Veracruz que llega al albergue donde descansa la caravana con un montoncito de ropa para donar. “No importa”, declara al reportero que le pregunta si fue difícil desprenderse de sus escasos bienes, “de por sí ya somos pobres”. El maestro pensó que la oscura desbandada de los alumnos clausuraba una época terminal. Jaló el picaporte de la puerta y cerró el salón. Fernando Solana Olivares

0 Comments:

Post a Comment

<< Home