Friday, October 12, 2018

RECUERDOS DEL FUTURO

Con el permiso de quien lo usó primero, Eric von Daniken, un ufólogo desbordado por los oscuros misterios de aquello que investigaba, el título de este texto alude a la circularidad. Cada vez que se piensa sobre lo que vendrá se recuerda eso que se está esperando que venga. Decir cómo será el futuro es un modo de invocarlo o de conjurarlo. Tarea que emprende Max Tegmark en su inquietante libro Vida 3.0 (Taurus, 2018), proponiendo doce escenarios posibles tras la explosión de la Inteligencia Artificial General, algo que sucederá de dos o tres décadas en adelante. Uno. La utopía libertaria. Los humanos, los cíborgs (apócope en inglés de “organismos cibernéticos”) y las superinteligencias coexisten pacíficamente gracias a los derechos de propiedad, entre ellos algo tan insólito como ordenadores inteligentes autónomos que ganasen dinero en la bolsa e invirtieran controlando la mayor parte de la economía. Dos. Un dictador benévolo. La IA gobierna la sociedad y aplica reglas estrictas, pero ello es aceptado por la mayoría de la gente debido a los avances sociales alcanzados en todas las áreas, como robojueces eficientes y justos, ecuánimes, competentes y transparentes, junto con procesos de salud, calidad de vida, seguridad o educación impensables ahora. Tres. Una utopía igualitaria. Los humanos, los cíborgs y las almas digitales, las cuales son copias de mentes humanas en máquinas y son conocidas como emulaciones o ems, coexisten pacíficamente gracias a la abolición de la propiedad y a una renta garantizada. Tegmark considera estas m-copias en el extremo de los cíborgs, y señala que lo único que queda en ellas humano es el software. Cuatro. Un guardián. Se impone una IA cuyo objetivo es interferir lo mínimo necesario para evitar la aparición de otra superinteligencia. Se crean abundantes robots asistentes de inteligencia subhumana y cíborgs humano-máquina, pero el progreso se detiene para siempre. Cinco. Un dios protector. Una IA ominisciente y omnipotente que maximiza la felicidad humana, provoca la sensación de que cada quien controla su propio destino y se oculta de tal manera que muchos dudan de su misma existencia. Seis. Un dios esclavizado. Una IA superinteligente que algunos humanos utilizan para bien o para mal, produciendo tecnologías y riquezas más allá de lo ahora imaginable y posible. Siete. Los dominadores. La IA toma el control y considera a los humanos como “amenaza/molestia/derroche” y los suprime mediante un método que está más allá del entendimiento. Ocho. Los descendientes. Hay una sustitución de los humanos por la IA, pero ésta construye una percepción positiva al hacerles creer que es una digna continuadora de ellos. En tal variante como en la anterior no existen ya los seres humanos. Nueve. Los cuidadores del zoológico. Una IA omnipotente permite la sobrevivencia de los seres humanos, pero estos son tratados como animales de zoológico y sufren un destino infeliz. Diez. El neo 1984. Un estado de vigilancia orwelliano que restringe determinadas vías de investigación en IA y cancela el desarrollo de la superinteligencia. Once. La vuelta atrás. El impedimento del progreso tecnológico por regresar a sociedades pretecnológicas como la de los amish, aquel grupo menonita de Pensilvania adverso a la sociedad moderna. Doce. La autodestrucción. La IA no se llega a crear porque la humanidad provoca su extinción por otros medios: desastres nucleares, colapsos biotecnológicos, crisis climáticas. En nueve de los escenarios de Tegmark la consciencia sigue existiendo, en ocho hay superinteligencia, en nueve los humanos continúan estando, nada más en cuatro aparecen al mando, solamente en dos casos están claramente a salvo, y en ninguna de las variantes hay una felicidad generalizada. Sin embargo, Max Tegmark se declara un “optimista consciente” porque concibe riesgos y ventajas como similares. Cree que el asunto es ganar la carrera entre el creciente poder de la tecnología y la sabiduría con la que se gestiona. Uno de los peligros es que la IA no permitirá aprender de los errores, como ha sido durante todo el proceso humano de conocimiento hasta hoy. El científico Haldane solía decir que el mundo es más extraño de lo que pensamos y más extraño de lo que podemos pensar. Quedará la nostalgia de lo humano descolocado, intercambiado, terminal en mucho, muy distinto en general. Para nacer hay que destruir un mundo, escribió Hermann Hesse. Fernando Solana Olivares

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