Friday, October 05, 2018

LA BANCARROTA

Vertedero de demasías, llama la técnica al extremo de la cortina de una presa por donde se desaloja el agua sobrante. Así suele comportarse la comentocracia de estos días cuando las cosas ya no son como eran pero todavía no alcanzan a ser lo que serán. Pareciera, por lo pronto, que no habría que esperar tanto de López Obrador mismo como del efecto nacional a mediano plazo que su elección debe provocar. Un viejo rey europeo decía que vencer es avanzar. El cambio de régimen fue un avance, por ende, una victoria parcial. Y aunque buena parte de la opinión pública se entretiene y enreda en las enredadas declaraciones del presidente electo ---cuestión hasta ahora imposible de evitar, pues uno de los grandes talentos-defectos políticos de López Obrador ha sido su ocupación diaria de las agendas declarativas, es decir, su constante hablar---, estas son epifenómenos, partes pintorescas o triviales de una narrativa política mucho más compleja y brutal. El término “bancarrota” empleado por López Obrador para describir el estado del país provocó una avalancha de descalificaciones. Los quinientos dueños del país, las minorías voraces, los financieros, las tecnocracias y los comentaristas convencidos rechazaron el epíteto. Los datos macroeconómicos también refutaron la afirmación. La plutocracia capitalista, el gobierno saliente y la oposición política consideraron solamente la primera acepción de la palabra: quiebra comercial, sea económica o fraudulenta. Pragmática y utilitariamente, como acostumbran comportarse, afirmaron que López Obrador comenzaba a construir una coartada ante la imposibilidad de cumplir todas sus promesas. Aun siendo así, dado que los ofrecimientos de campaña efectivamente rebasan las posibilidades de cumplirlos, los interesados en conservar las cosas como hasta ahora decidieron ignorar el segundo significado del término: desastre, hundimiento, descrédito de un sistema o doctrina. O de un país. En muchos sentidos México vive una profunda bancarrota moral y espiritual. Esa indiferencia ante el horror, la corrupción y la ineptitud, cuyas manifestaciones surgen todos los días aquí y allá en medio de su banalización mediática o de su aceptación resignada por la sociedad. Son tantos los crímenes, los incumplimientos, las desviaciones del sistema que mirarlos resulta propio de una época de oscuridad, de una etapa civilizacional última, final. Un tráiler con un remolque lleno de cadáveres deambula por Guadalajara. Fue obligado a salir de una bodega clausurada por el ayuntamiento de Tlaquepaque y el chofer lo lleva a estacionar en el descampado de un fraccionamiento en otro lugar. Los cuerpos hieden y los vecinos se quejan. Luego se sabrá de otro que, con el primero, suman 322 cuerpos, pues el instituto forense responsable de hacerlo no los puede manejar debida, humanamente. Las mil 582 víctimas de homicidio en el estado en lo que va de este año record colapsan la desde antes muy precaria e ineficiente infraestructura gubernamental. Mientras tanto, el fiscal general está de vacaciones. Lo correrá días después el petimetre gobernador de Jalisco en un capricho publicitario, el último en su ineptísima gestión de seis años de pesadilla donde muertos de identidad desconocida y tratamiento pavoroso van hacinados en el inframundo de un escalofriante contenedor. Las carreteras vecinales y las vialidades de todo el país están en condición ruinosa después de años de gobiernos ladrones e incapaces. Los municipios, células básicas del estado, viven a merced del crimen organizado. El sistema de justicia es un despojo. Los hospitales públicos no tienen medicinas. La impunidad representa un pacto tácito o inercial, una subcultura oculta y paralela que gobierna las cosas en el país real. Los ecocidios a toda escala siguen ocurriendo al amparo o a la omisión de la ley. La reconstrucción después de los sismos es un engaño insultante, un atraco monumental. Etcétera, etcétera. La elección de Morena como fuerza mayoritaria y hegemónica responde a una tentativa para intentar sanar la enfermedad, la bancarrota moral del país, de su clase política, de sus instituciones y su sociedad. Un primer paso al reducir la aspereza del acontecimiento es darle nombre a la circunstancias. Cuando las habituales simplificaciones de López Obrador representan ideas-fuerza, suelen lograrlo. Neruda decía que en esta red no sólo cuentan los hilos, sino también el aire que escapa por la trama. Fernando Solana Olivares

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