Friday, May 02, 2008

EL MAL ABSOLUTO

Hace unas cuantas semanas, luego de publicar en esta columna un artículo sobre el despiadado genocidio cultural y humano que el gobierno chino ha venido perpetrando en el Tíbet a lo largo de seis décadas, uno de sus lectores, el investigador universitario y escritor Gerardo de la Concha, me envió un texto de su autoría, “Un juicio internacional para Jiang Zemin”, aún más perturbador, si cabe, acerca de otras atrocidades cometidas por el gobierno de la República Popular China contra los adherentes a un práctica espiritual llamada Falun Gong, mismo texto que a continuación gloso, horrorizado y estupefacto, con el permiso de su autor.
La práctica conocida como Falun Gong o Falun Dafa fue creada en 1992 por el chino Li Hongzhi. No se trata de un culto religioso sino de una enseñanza compuesta por ejercicios psicofisiológicos basados en la meditación, el equilibrio energético y la salud. Sus principios espirituales ---verdad, benevolencia, tolerancia--- provienen del budismo clásico y se dice que también presentan conexiones con el antiguo pensamiento de los esenios y de los pitagóricos. Dicha práctica, que es apolítica, gratuita y ecuménica, se ha extendido a más de 70 países, en ninguno de los cuales se persigue a sus miembros. Excepto en China, el imperio capitalista emergente cuya dirigencia perpetra contra ellos en estos atroces y posmodernos días lo que se define como el mal absoluto. O el mal radical, conforme al término de Immanuel Kant: ese profundo quebrantamiento de todos los valores humanos.
En junio de 1999, por instrucciones directas de la Presidencia china, se fundó la Oficina 610, una Gestapo moderna, para perseguir a los practicantes de Falun Gong, cuya cifra entonces se calculaba en más de 70 millones. “Esta decisión ---escribe de la Concha---, según se ha comprobado por testimonios y fuentes directas, investigaciones independientes y trabajos de organismos civiles y oficiales como Amnistía Internacional y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, produjo una catástrofe de grandes dimensiones: miles de asesinados, torturados y exiliados; cientos de miles de deportados a campos de concentración; la comercialización de órganos para transplantes arrancados a prisioneros de conciencia de Falun Gong; el uso de trabajo esclavo en los campos de concentración”.
Las causas, si las hubiera, que explican la feroz represión a los miembros de Falun Gong, condensadas en la órdenes al respecto dadas a la Oficina 610 por el entonces presidente Jiang Zemin: “difámenlos, arruínenlos, extermínenlos”, obedecieron al rápido y exponencial crecimiento del número de sus practicantes, un ascenso que agudizó la habitual paranoia de la tiranía china ante cualquier movimiento social que escape de su control, lo mismo que al pavor ideológico de los opresores en el poder acerca de los principios de verdad, benevolencia y tolerancia enarbolados por el grupo, una actitud moral que eventualmente podría desembocar en una disidencia colectiva ante el control despótico predominante. También dichas causas se fundan en lo que de la Concha describe como una pedagogía del terror: “la manera como un grupo gobernante totalitario le ‘enseña’ al resto de la sociedad a disciplinarse a través del trato ejemplar a un sector de la misma que se ha decidido proscribir”. Los chivos expiatorios habituales.
De acuerdo a reportes conocidos la cifra de víctimas de la persecución a Falun Gong es un hoyo negro. Algunas estadísticas establecen “un número aproximado de 50 mil asesinados, a partir de un cálculo de 10 mil muertos por torturas y ejecuciones, y otros 40 mil asesinados en el proceso de tráfico de órganos según el informe Cosecha sangrienta de David Kilgoure (ex subsecretario de Relaciones Exteriores canadiense) y David Matas (abogado canadiense especialista en derechos humanos). El número de 40 mil asesinados corresponde al dato oficial de trasplantes llevados a cabo en China durante ese periodo sin que se conozca el origen de los donantes”. Tales cálculos provienen tanto de Amnistía Internacional como de médicos locales, por ello la Asociación Internacional de Médicos Especialistas ha prohibido todo intercambio al respecto con China. Y los horrores siguen: casos “típicos” como el de 18 mujeres que, después de presentarse voluntariamente a un tribunal de apelaciones en Beijing para defender el derecho a sus prácticas, fueron arrojadas desnudas en celdas de criminales convictos y ahí murieron a causa de violaciones masivas. La propaganda gubernamental calificó su muerte como un “suicidio ritual”, igual que la de otros 1,800 detenidos de Falun Gong que fallecieron en prisión. Amnistía Internacional lo negó tajantemente argumentando que las creencias del grupo prohíben el suicidio. O el trabajo esclavo de sus miembros recluidos en campos de concentración para trasnacionales como Nestlé, según el Mornig Herald de Australia y el Geneve le Temps de Suiza.
Detrás de la celebrada expansión materialista china está el horror del mal absoluto, que no sólo es contra el Tíbet sino también, entre otros, contra Falun Gong. En 1936 Hitler celebró su olimpiada en Berlín. Ahora el despiadado régimen chino hará la suya, aunque el espanto que la sostiene es mucho mayor que aquél. Entonces una parte del mundo conocía a la bestia nazi. Hoy parece ignorarse planetariamente la monstruosidad china, pues un mero “milagro económico” oculta cualquier depravación. El fin justifica los medios, por eso el infierno moral, mediante sus mercancías baratas y contaminantes, a todos los lugares de la época ya llegó.

Fernando Solana Olivares

1 Comments:

Blogger JORGE SOLANA AGUIRRE said...

Ante toda forma de represión, las ideas logran deslizarse fuera de la estructura contaminada de la dictadura, iniciando la intensa búsqueda de la libertad y sus derivados, donde el cuerpo y el espíritu lograran existir a la agonía que fermenta la in-humanización.

www.jorgesolana.blogspot.com

8:55 AM  

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